Solamente los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial habían sido tan negros. Guerras de todo tipo, conflictos religiosos, narcotraficantes u homofobia están obligando todos los días a miles de personas a abandonar el lugar en que nacieron.
POR ENRIQUE GONZÁLEZ

Dejaste atrás, en tu país, una guerra, una serie de amenazas que te ponían en peligro a ti y a toda tu familia y, sin apenas planearlo, huiste hacia la frontera más cercana para pedir asilo y protección.

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O tal vez lo que dejaste atrás no fue una guerra, sino la certeza de que por apoyar a tal o cual político, por ser de una determinada raza, por practicar una determinada religión o por ser homosexual, tu vida y la de tus seres queridos están en la cuerda floja.

Si llegaste a la frontera de México o a la de más de un centenar de países que firmaron la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados firmada en 1951 en Ginebra, Suiza, legalmente ni el nuestro ni esos otros países te pueden impedir el paso y deberán iniciar el proceso para que te conviertas en un refugiado, un concepto jurídico –y humanitario– que es la razón de ser de la Agencia de la ONU para los Refugiados (acnur.org), invitada la semana pasada a las XX Jornadas de Derecho del ITESO.

La tarde del martes 27 de febrero, José Francisco Sieber, Oficial Legal de Protección para México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en nuestro país, habló ante decenas de estudiantes y profesores sobre la que ya es la peor crisis de desplazados en la historia de la humanidad: ya hemos rebasado los 65 millones en todo el planeta.

“Es una situación sin precedentes para el derecho internacional y para la ONU”, subrayó Sieber en el Auditorio Pedro Arrupe, SJ.

“El refugiado no ha optado por salir, no organiza su salida; el refugiado es forzado, obligado, hay una amenaza, hay una inminente violación de un derecho humano que hace que esta persona tenga que escapar de su comunidad”.

A diferencia del migrante, que planea salir de su tierra para buscar mejores oportunidades económicas y puede ver a México como un lugar de paso rumbo a Estados Unidos, el refugiado huye para alcanzar un espacio seguro, donde sea.

Portada

“El perfil cambia”, refiere Sieber. No son los jóvenes con la mochila al hombro que incluso alcanzamos a ver en las vías del ferrocarril en Guadalajara. Son familias enteras, padre, madre, hijos y abuelos que llegan a los límites de Tabasco o Chiapas sin documento alguno y prácticamente sin dinero.

México recibe un constante goteo (4 mil personas anualmente) debido a la violencia que se vive principalmente en el llamado Triángulo Norte de América Central: El Salvador, Honduras y Guatemala.

Para gestionar este complejísimo problema, el país cuenta con herramientas como el Instituto Nacional de Migración (INM, gob.mx/inm), su Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar, comar.gob.mx) o el apoyo de las oficinas de ACNUR. Pero no se da abasto.

“Muchos solicitantes de asilo pasan mucho tiempo tras las rejas mexicanas sin justificación”, afirma Michael Garcia, asesor legal de Human Rights Watch. “Las autoridades de protección infantil del INM deben aconsejar a los niños y adolescentes sobre sus derechos, pero a menudo esos funcionarios no cumplen con sus labores”.

Según cálculos de HRW, 17 mil niños y adolescentes no acompañados llegaron a México en 2015; el gobierno solo le dio el reconocimiento como refugiados a 15. Las buenas intenciones gubernamentales expresadas por Enrique Peña Nieto en la Cumbre sobre Refugiados de la ONU en Nueva York aún están aún de plasmarse sobre el terreno.

Los más recientes números apuntan que el Gobierno de México ha aprobado el 62% de las solicitudes de asilo; hoy, unas 4 mil personas cuentan con el estatus de refugiadas, amparadas por la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político.

La respuesta civil

Para la ACNUR, la columna vertebral de la respuesta mexicana a esta catástrofe humana son las casas de migrantes y refugiados que sostienen organizaciones civiles, religiosas o universitarias, como el Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica y el Caribe (www.sjrlac.org), la organización FM4 en Guadalajara, la Clínica jurídica en la Ibero de la Ciudad de México o lugares como la Casa Hogar La 72, en Tenosique, Tabasco.

Sieber instó a los estudiantes interesados en el derecho internacional o los derechos humanos a que sumen sus esfuerzos y conocimientos en cualquiera de las instituciones antes señaladas.

“No solamente es una cuestión de recursos financieros; es una situación de solidaridad”, sentenció Sieber. Foto Luis Ponciano