Año 1521. La guerra de la corona española contra los ejércitos franceses había quedado atrás, dejando a su paso cientos de muertos y la pierna de un noble soldado español llamado Íñigo de Loyola prácticamente destrozada durante la Batalla de Pamplona, condenándolo a ser “un inválido condenado”.
POR ENRIQUE GONZÁLEZ
En la pantalla se ve al joven sufrir una profunda desesperación ante el futuro que vislumbra, además de sufrir por ese amor imposible de concretar que siente por la princesa Catalina.
Esa grave lesión de guerra lo empujaría primero fuera de la Torre de Loyola (Guipúzcoa, País Vasco) y lo llevaría paulatinamente al Monasterio de Montserrat, a Jerusalén y, un par de décadas después, a fundar la Compañía de Jesús.
Es la película Ignacio de Loyola, que el jueves 24 reunió en dos funciones en el Auditorio D2 a decenas de miembros de la comunidad universitaria y mezcla datos históricos con elementos de ficción para ofrecer una semblanza de quien nació Íñigo y decidió cambiarse el nombre a Ignacio por ser, según algunos historiadores, “más común a las otras naciones, más universal”.
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Producida por jesuitas en Filipinas con el apoyo de sacerdotes de Estados Unidos, la cinta es dirigida por Paolo Dy y Cathy Azanza y cuenta en su reparto con Andreas Muñoz como Ignacio de Loyola y Javier Godino (el villano del filme El secreto de sus ojos). Foto Archivo