No todo es sombrío en los hogares para niños de Jalisco. El proyecto del ITESO “Intervención psicosocial en albergues infantiles” tiene entre sus objetivos documentar las buenas prácticas que existen en estos lugares, los cuales atienden –como mejor pueden– a entre 6 y 7 mil menores. ¿Cuántos son? La cifra más citada por autoridades y organismos civiles -no oficial- ronda los 7 mil. ¿Y en dónde están? Jalisco tiene aproximadamente un centenar de albergues infantiles. ¿Y cómo viven en ellos, qué profesionales los atienden, qué necesidades tienen, de dónde llega el dinero, cómo se les puede apoyar más allá de la caridad y la buena voluntad?

Fotograma de la película 'El espinazo del Diablo', dirigida por Guillermo del Toro

Fotograma de la película ‘El espinazo del Diablo’, dirigida por Guillermo del Toro

A estas y muchas otras preguntas ha intentado responder desde 2009 el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Intervención psicosocial en albergues infantiles”, coordinado por el profesor Iván Rodríguez, del Departamento de Salud, Psicología y Comunidad del ITESO.

“Los albergues están llenos de gente con buenas intenciones, pero esto no quiere decir que sepan qué hacer con los niños”, quien junto a sus alumnos de todos estos años siempre se ha planteado una visión integral y a largo plazo del complejo problema de estos espacios en Jalisco.

“Como lo necesitan todo, como no tienen nada, cualquier cosa que les den es para agradecer”, afirma Iván Rodríguez, profesor e investigador del ITESO

“Cuando piensas en albergue infantil, piensas en un estado de déficit: niños greñudos, empiojados, mugrosos, prácticamente abandonados; institucionalmente es así, pero humanamente las cosas son distintas. Lo que el proyecto ha venido tratando de hacer es rescatar estas buenas prácticas y tratar de entender cuál es la diferencia del desarrollo de un niño que crece fuera de la familia ‘normal’”.

¿A qué buenas prácticas se refiere Rodríguez?

En algunos albergues los niños aprenden oficios, separan basura, reciclan, revenden las verduras que les regalan en el Mercado de Abastos, se cuidan mutuamente, protegen a aquellos con algún déficit mental o físico y emplean toda su astucia y creatividad buscando sobrevivir.

Con los datos, experiencias, anécdotas y metodologías acumuladas a lo largo de cinco años en una decena de albergues, el PAP pedirá en agosto recursos al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para elaborar una enciclopedia.

“Se trata de capitalizar todo ese capital de conocimiento sobre cómo son los niños que viven en estos escenarios, cómo son estos escenarios y tratar de construir una pequeña enciclopedia que se les pueda dar a los albergues para orientación respecto a los problemas más comunes”.

El PAP atendió a unos 50 niños en el semestre Primavera 2014, gracias al trabajo de estudiantes de Psicología, Ciencias de la Comunicación y Gestión Cultural, y cualquier interesado en incorporarse o colaborar con él podrá informarse a detalle en la página pap.iteso.mx, donde el proyecto deja el siguiente mensaje: “Ven, ayudemos a que los niños y niñas albergados se conviertan en ciudadanos con sentido comunitario, en un clima de libertad y de respeto a sus derechos”.

“El problema nos ha crecido en las manos”

Desapariciones de niños; despidos de autoridades por incompetentes; violaciones a los derechos humanos de los infantes que, hasta hoy, permanecen impunes; escasos recursos por parte del gobierno estatal; recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos ignoradas; padrones incompletos o inexistentes; engorrosos trámites de adopción que duran hasta 10 años…

Jalisco sigue siendo un caos.

“El problema nos ha crecido en las manos”, lamenta Rodríguez, quien recuerda que entre 2009 la prensa y otras instituciones hicieron “ruido” algunos meses, pero luego se atravesaron los Juegos Panamericanos de 2011, salió el gobierno de Emilio González Márquez y los medios dejaron de pisar el acelerador.

El Consejo Estatal de la Familia, el IJAS, la Secretaría de Desarrollo e Integración Social, el DIF, la Procuraduría Social o la Fiscalía General del Estado (antes Procuraduría Estatal, principales autoridades involucradas, lanzaron algunas propuestas para atajar el grave problema, hasta ahora con exiguos resultados.

El Reglamento destinado a regular las acciones de los albergues de niños y ancianos que dejó en sus últimos días el gobierno de González Márquez, no ha calado al interior de los albergues; la Casa Filtro que demandó Felipe Álvarez, presidente de la CEDHJ (un lugar para recibir a los niños antes de determinar si se reubican con sus familias o van a una casa hogar), sigue sin construirse; el registro único de menores que pidió la misma comisión, tampoco ha sido creado.

El problema se agudiza, considera Rodríguez.

“Tenemos que buscar mecanismos para que separar a los niños de sus familias sea la última opción, y no al revés. Aquí [en Jalisco] es al contrario: si tú sospechas de maltrato o abandono y denuncias se hace un peritaje, y si uno de los niños tiene algún grado de desnutrición mínimo ¡venga!, se llevan a todos”.

Así, con personal que no siempre tiene la capacitación necesaria e instalaciones y programas educativos, psicológicos, culturales y de inserción laboral prácticamente inexistentes, los albergues siguen viendo cómo crece y crece su población: “Casi siete de cada 10 niños ingresan a un albergue porque los papás los llevan, no porque se los quiten o porque los encuentren abandonados”, señala Rodríguez.

Ante este panorama, ceñirse a la frase del psicólogo estadounidense Karl A. Menninger, “lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad”, deja poco espacio para expectativas halagüeñas en torno a los infantes que viven en un albergue de Jalisco. Texto Enrique González Foto Archivo