La profesora del ITESO participó en las Jornadas de Psicología, Nutrición y Educación con una conferencia sobre cómo desde siempre se ha buscado clasificar a los jóvenes.

El concepto ‘jóvenes’ es relativamente nuevo: apareció después de la II Guerra Mundial y tuvo tres factores que contribuyeron a su surgimiento y consolidación: la conquista del tiempo libre, el inicio de una industria cultural afianzada sobre todo en la música y la publicación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que definió por primera vez al sujeto infantil y juvenil. Desde entonces, se han elaborado muchos conceptos para tratar de clasificar a los jóvenes. Y de eso se trató la conferencia “Sin cédula de identidad: jóvenes y la estrategia del camaleón”, a cargo de Rossana Reguillo y que tuvo lugar el lunes 16 de octubre como parte de las Jornadas de Psicología, Nutrición y Educación, que por primera vez se realizaron de manera interdisciplinaria.

La profesora del ITESO e investigadora especializada en jóvenes, explicó que siempre se han buscado categorías para etiquetarlos y resaltó el hecho de que “los nombres no son neutros. Nombrar algo es producir un efecto de sentido sobre lo que se nombra”.

Con este punto de partida señaló que la aparición de la categoría “jóvenes” vino acompañada con la necesidad de controlarla, reprimirla, someterla. ¿Cómo? Con la escuela —“funcionan como grandes guarderías para que no tengan tiempo libre”—, con el deporte —“para que suden las hormonas que los tienen desbordados”—, con la restricción del espacio público o instaurando “formas correctas” de ser hombres y mujeres. Y entonces comenzaron a aparecer formas de nombrar a aquellos que no se ajustaban a esas “formas correctas”: rebeldes sin causa, drogadictos y libertinos.

Luego, con el surgimiento de las protestas sociales, aparecieron términos como revoltosos, guerrilleros, rijosos. “Pero la estocada más profunda, la que tocó fondo, llegó con la violencia de mediados de los ochenta, en la que los jóvenes se convirtieron en actores y entonces pasaron a ser víctimas y victimarios”.

El problema con estas categorizaciones es que tienden a generalizar y esto no funciona con los jóvenes.

“Los millennials no existen. Compartir el tiempo con otros no te identifica. ¿Cómo va a ser millennial una chica de Miravalle que trabaja en una maquiladora sólo porque nació en determinado año?”, preguntó la doctora Rossana Reguillo y añadió que todas estas nominaciones tienen el fondo la búsqueda de un espacio puro y la idea de inventar un imaginario de jóvenes “buenos”, un imaginario con el que la sociedad sí puede lidiar pero en el que caben muy pocos jóvenes, sobre todo en un contexto de pobreza, precarización y falta de acceso a oportunidades.

“En México la pobreza juvenil ronda el 50 por ciento, es decir que aproximadamente 15 millones de jóvenes están empobrecidos, lo que nos debería llevar a preguntarnos qué estamos haciendo como sociedad y qué herramientas están usando ellos para sobrevivir”. En esa misma línea, añadió que una de las categorías más lamentables —“la más lamentable de todas”— es la de ninis (jóvenes que ni estudian ni trabajan), porque se les engloba ahí como si fuera una situación que ellos estuvieran buscando.

Una de las cosas que están haciendo, señaló la profesora del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, es transformar el estigma en emblema, como ocurre con las personas tatuadas que convirtieron sus tatuajes en una marca de orgullo. “Resistan a cualquier intento de etiquetado o categorización”, finalizó.