Recuerdan al amigo y mentor Efraín González-Luna en un homenaje en Casa ITESO Clavigero.

“ Nací, me reproduje y moriré”, así respondió alguna vez Efraín González-Luna Morfín cuando le preguntaron cómo se definía. “Era de una personalidad compleja”, remató Miguel Agustín Limón, uno de los participantes que la noche del miércoles 18 de octubre homenajearon al que fuera, entre otros muchos títulos, candidato a la presidencia de México por parte del PAN en 1970.

La Casa ITESO Clavigero fue el escenario idóneo para que las anécdotas sobre don Efraín salieran a la luz. Con una breve introducción del Rector del ITESO, José Morales Orozco, SJ, y el Dr. Antonio López Mijares fungiendo como moderador, las historias sobre el amigo, el familiar o el mentor se compartieron por Guadalupe Morfín Otero, Pedro Pallares y Miguel Agustín Limón ante unos 150 asistentes.

La regidora, prima hermana de don Efraín, fue la primera en intervenir y aclaró que se apoyaría de la arquitectura, la gastronomía y de los viajes de trabajo para plasmar un retrato que diera cuenta del hombre. Contó que en el mismo espacio en el que se realizó el homenaje, el niño Efraín desafió a su padre al subir a lo más alto de una cúpula y negoció desde las alturas una reducción “justa” de su castigo.

Guadalupe Morfín también recordó al González-Luna que conoció de la que recuperó una de las más importantes enseñanzas: “la vida me ha dotado de una ardua característica: ser profundamente solidario con el dolor humano”, dijo. Morfín Otero dijo que su tío se la jugó varias veces por defender sus convicciones. Ella, como todos los participantes, calificaron a don Efraín como una persona de profunda congruencia.

Pedro Pallares, que lamentó no haber estado cerca del homenajeado en sus últimos días, se dedicó a hacer un retrato del maestro que lo formó. Pallares confesó que lo conoció cuando estaba en tercero de secundaria, en una conferencia que dio en Culiacán sobre la vida política. Años más tarde, se lo topó cuando estudió la carrera en Derecho y le pidió asesoría para la realización de su tesis y, finalmente, fue adjunto de su clase de filosofía del derecho. “Don Efra” lo validó como alguien creíble ante los alumnos, expresó.

“Uno de los méritos de don Efraín fue la de ofrecernos las líneas generales más importantes de lo que significa construir diariamente un orden social fundado en la verdad, edificado en la justicia y vivificado por el amor”, explicó Pallares y concluyó con una de las enseñanzas más importantes que obtuvo de don Efraín: “si tienes una habilidad y surge una necesidad y sabes que con esa habilidad se resuelve esa necesidad, tienes la obligación moral de involucrarte. Complícate la vida. Pierde el miedo”, le dijo enérgicamente.

Miguel Agustín Limón hizo un retrato del amigo y el “maestro de vida”. Limón dijo que le agradecía a González-Luna el reencontrarse con su vocación. Aseguró que su presencia fue clave desde que lo conoció, en 1970. “Tuvo un gran cariño por los maestros. Daba lo mismo si era una maestra de preescolar o un catedrático universitario y con todos tenía una excelente capacidad de escucha, que es clave para la comprensión y resolución de problemas”.

Describió a Efraín como un ser “de personalidad compleja”. Una persona de total comprensión y apertura. También recordó el concepto de congruencia con el que se le etiquetó en varias ocasiones: “salió de la Compañía de Jesús porque se dio cuenta que su vida y su labor estaba en otro camino”.

Aunque conclusiones sobre la figura de don Efraín González-Luna Morfín hubo muchas, Guadalupe Morfín fue muy precisa al recordar al que fue más que un maestro de vida.