Jorge Bidault, egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación, revela lo que hay detrás de su documental JericaJazz, que se presentó en el 34 Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

Si los documentales abordan la realidad con creatividad, JericaJazz se llevaría el premio al mejor título. La obra de Jorge Bidault, egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación, fue exhibida en cuatro ocasiones durante el 34 Festival Internacional de Cine de Guadalajara y narra cómo fue la movida del jazz en la ciudad durante las décadas de los 70 y 90, una época marcada por las grabaciones analógicas y la escasa participación de las mujeres en este ámbito. Además, fue una época en la que la formación musical de sus protagonistas fue muy distinta a como se vive actualmente.

¿Cómo nace el proyecto de JericaJazz?

Conocí a Nathalie Braux por una nota documental en Internet que hice sobre su grupo llamado Sherele, que toca música klezmer y, platicando con ella y con Daniel Kitroser, baterista de la banda, empecé a saber más sobre el jazz. Me interesé en las formas musicales precisas del jazz en la improvisación y un día Nathalie me invitó a formar un proyecto sobre el jazz. “Tú en la parte del video y yo en la parte de la investigación” creamos el documento maestro y, delimitando apliqué (los conocimientos de) las clases de Rossana Reguillo de investigación.

¿Hiciste algún trabajo previo con los protagonistas del documental para plasmar mejor las entrevistas?

Ayudó mucho la cercanía de Nathalie (Braux) porque ella ya los conocía y había tocado con ellos. En algunos casos pedí hacer una segunda entrevista porque sentí que los personajes daban para mucho más.

En JericaJazz aparecen únicamente dos mujeres y las dos son extranjeras ¿Fuiste consciente de esto?

Hay que reconocerlo. Vivimos en un país donde históricamente la mujer no ha tenido voz, y si se desenvuelve en un espacio rodeada de hombres, pues es mal visto. Sí han existido representantes femeninas, pero son muy pocas. Ahora hay más cantantes de jazz.

Hay en JericaJazz un segmento dedicado a Carlos de la Torre (ícono del jazz en la ciudad) ¿Por qué?

Es un personaje tan entrañable que todos los músicos quieren hablar de él. Está repleto de anécdotas, algunas chistosas, otras trágicas.

¿Por qué lo hiciste en blanco y negro?

Me gusta mucho el blanco y negro. Me gusta medir la vida en una escala de grises en vez de colores, como que es más fácil ponerse de acuerdo. Y en el jazz es así: es música hecha por negros, pero que también la tocan los blancos y es un género que comprendes o no comprendes en absoluto. Entonces, estos contrastes del blanco y negro me parecieron que estéticamente serían una gran fórmula narrativa.

¿Cómo estructuraste los segmentos del documental?

Hice una escaleta a la “antigüita”. En una hoja tamaño carta apuntábamos en cuadritos lo que pasaría en cada minuto del documental y al delimitar los minutos, recortábamos para armar una especie de rompecabezas y armar la estructura narrativa seleccionando lo que conviene hablar primero. No necesariamente conviene hablar desde el principio. Mi maestro de comunicación escrita nos enseñó una fórmula que consiste en contestar tres preguntas: ¿Qué quieres decir? ¿Cómo lo quieres decir? y ¿Para qué lo quieres decir?

¿Qué conocimientos te dejó el ITESO que has aplicado en tu faceta de documentalista?

En nuestras clases de video con Gustavo Domínguez yo empecé haciendo audio, y poco a poco me metí a hacer entrevista, que es algo que también trabajaba mucho con Rossana Reguillo. De Emilio Olvera aprendí la cuestión de hacer edición de audio, me dejó grandes conocimientos. Vivimos en una época en la que estamos rodeados de medios con los que puedes llegar a mucha gente y hay que saber cómo aplicar esos conocimientos para hacer mejores contenidos.