Cuando Ricardo III murió en Bosworth Field a manos de Enrique VII, en agosto de 1485, no solo su cuerpo, sino también su historia, quedaron enterrados y perdidos.
Su vida y sus circunstancias fueron rápidamente remplazadas por mitos y leyendas que culminaron en uno de los mejores libretos. El último rey de la casa de los York y también el último rey inglés muerto en un campo de batalla nunca imaginó que durante muchos siglos su persona sería conocida más por una obra de teatro de William Shakespeare, inspirada por Thomas More y otros, que por los hechos históricos de su vida.
Poner su vida en un drama fue un proyecto de estado que tardó a los Tudor tres generaciones y para el cual fueron necesarios el ingenio y la astucia de varios de los mejores escritores que Inglaterra tenía en ese momento.
El hallazgo el 7 de septiembre de 2012 de los restos de Ricardo III en un estacionamiento de Leicester abrió de nuevo el debate, no solo sobre quién fue en realidad este rey inglés, sino por qué su historia se escribió de la forma en que se hizo.
La escritora y miembro de la sociedad Ricardo III Philippa Langley, quien lideró por varios años la búsqueda de los restos del extinto monarca inglés, comentó su deseo de “descubrir la verdad sobre el verdadero Ricardo, antes de que los Tudor escribieran sobre él”.
La Guerra de las Rosas (1455 a 1485) que terminó con el reinado de la Casa de los York fue el comienzo de la dinastía Tudor. A la muerte de Ricardo III había que darle una justificación, una salida política.
Estas justificaciones las proporcionaron varios historiadores y cronistas de la época, como John Rous y Thomas More, por citar algunos. Rous, por ejemplo, había sido capellán y canónigo en la iglesia de Warwick durante la dinastía Yorkista. En una primera edición de su obra History of the Kings of England, editada en tiempos de Ricardo III, describe a este como un buen señor, de gran corazón y que castigaba a los opresores del pueblo. Pero a la muerte de Ricardo III y la llegada al trono de Enrique VII Tudor, en una segunda edición redibuja al primero como un individuo caprichoso que cuando nació, después de permanecer dos años en el útero de su madre, ya contaba con dientes y un cabello tan largo que le llegaba hasta los hombros; describe su fisonomía como la de alguien retrasado, impotente y distorsionado, con un hombro más alto que el otro.
More, en su obra inconclusa History of King Richard III, fue un paso adelante: lo describió como alguien arrogante y presumido, falto de sentido, errático, lo culpó de haber planeado la caída de sus enemigos y de muchos otros que lo apoyaban; sugirió que la mente retorcida de Ricardo III era a causa de las deformidades físicas (escoliosis) que sufría. Algunos historiadores coinciden en que la principal intención de More fue legitimar la obtención del trono, vía la fuerza, por parte de los Tudor, aunque en ello le fuera la objetividad histórica.
La obra de More sirvió de base e inspiración a William Shakespeare y su famosa obra The Life and Death of King Richard III, escrita alrededor de 1592 ya en tiempos de Isabel I (hija de Enrique VIII y nieta de Enrique VII). Ahora es Shakespeare quien respalda a los Tudor, construyendo de Ricardo III una imagen maligna y deforme, despreciable, un ser capaz de asesinar a cualquiera que se interponga en sus planes.
Aquí, un fragmento:
“Yo, separado de esta bella proporción, desprovisto de encanto por la falsa Naturaleza, deforme, sin acabar, enviado antes de mi tiempo, a este mundo palpitante, deficiente y terminado a medias, tan sucio y sin gracia que los perros me ladran cuando me paro ante ellos” .
A Ricardo III le anuncian la desesperación y la muerte “despair and die”; en cambio, a Enrique VII le alaban y le bendicen. Ya en el fragor de la batalla, Ricardo III pierde su caballo y emite su célebre plegaria: “A horse!, a horse!, my kingdom for a horse!” (“¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!”), y en una lucha cuerpo a cuerpo es muerto por Enrique Richmond, futuro Enrique VII.
En el libreto, Ricardo III envidia a su hermano (Eduardo IV) por tener el trono de Inglaterra, y a lo largo de la obra conspira contra otro de sus hermanos, Jorge, duque de Clarence, tiene un casamiento por conveniencia, asesina a familiares y amigos, incluyendo a sus dos sobrinos y a su esposa, y todo para convertirse en monarca.
El desenlace de la tragedia – la Batalla de Bosworth Field entre Ricardo III y Enrique VII – presenta una síntesis, que tiene implícita nuevamente la justificación y las razones de estado para despojar del trono y matar al último rey de la casa de los York: sus víctimas – aquellos a los que Ricardo III asesinó – se presentan en sueños a los dos contendientes, justo antes de la batalla final.
Uno de los detalles más significativos de la fisonomía de Ricardo III, que fue exagerado por William Shakespeare y muchos de los historiadores de la época, fue la escoliosis (deformación que sufría en su espina vertebral). Esta deformidad, sólo era sabida por algunos de sus más cercanos allegados y fue conocida por el público hasta su muerte, cuando el cuerpo de Ricardo III se trasladó de Bosworth Field a Leicester, donde permaneció desnudo a la vista de todos como prueba de su deceso. Hasta entonces su deformidad – un hombro más alto que el otro – se observó. Esto prueba que la malformación no era muy notoria o fue básicamente imperceptible imagen muy diferente a la fabricada por Rous, More y Shakespeare.
A la luz de los nuevos hallazgos la mayoría de los historiadores modernos coinciden en que Ricardo III, mientras estuvo en el trono, fue un buen rey que asumió sus deberes y funciones de manera devota. Inclusive, para muchos de los miembros de la sociedad Ricardo III fue uno de los mejores reyes que ha tenido Inglaterra. Peleó por la justicia sobre todo en favor del hombre común, creando el sistema de fianzas y el principio de presunción de la inocencia del acusado hasta demostrar lo contrario. Fundó las bases de lo que tiempo después sería la “Corte de Demandas o de Solicitudes” donde la gente de escasos recursos podía demandar, a través del gobierno, la reparación de algún daño.
Promovió el comercio, instaurando reformas financieras. Impulsó la fabricación de libros eliminando muchas de las prohibiciones que existían para su impresión y venta. Obligó a que las reformas y las leyes emanadas del Parlamento fueran publicadas en inglés y no en francés o latín, como se venían haciendo. Abolió la obligación que tenían los nobles de dar regalos o dádivas a la monarquía para ganar privilegios. Fundó el “Colegio de Armas” y el “Concilio del Norte” que buscó mejorar la administración y promover una mayor equidad entre las comunidades del norte y del sur de Inglaterra.
Los tiempos en los que le tocó reinar a Ricardo III – la Guerra de las Rosas – fue una época de inestabilidad y peligro para quien ostentara el poder. El origen de la disputa se remontaba hasta finales del siglo XIV donde ambas familias – Lancaster y York – tenían un origen en común, el rey Eduardo III. Esta guerra fue una pelea entre dos bandos de terratenientes, señores feudales que bien podrían haber sido líderes de alguna banda o pandilla, que reclamaban para sí la corona inglesa. Durante el conflicto, entre mayo de 1455 (la primera batalla de St. Albans da inicio a la Guerra de las Rosas) y agosto de 1485 (Bosworth Field), varias veces el poder pasó de un bando a otro. En 30 años Inglaterra tuvo tres reyes y tres de sus herederos al trono murieron. La Guerra de las Rosas tomó su nombre de los símbolos usados por las familias en disputa, la rosa roja de los Lancaster y la rosa blanca de los York.
Ricardo III, antes de suceder a su hermano Eduardo IV en el trono, había permanecido gobernando el norte de Inglaterra. Ahí, el entonces Ricardo Duque de Gloucester, se caracterizó por su lealtad al rey y por ejercer un gobierno de forma implacablemente escrupulosa y honesta, lo que le concedió un gran reconocimiento y cariño de los habitantes de esa región, en especial de la ciudad de York. A la muerte de su hermano, Ricardo de Gloucester fue nombrado protector de sus sobrinos – Eduardo (en nunca coronado Eduardo V) y Ricardo – frutos del matrimonio entre Eduardo IV y Elizabeth Woodville. Pero los tiempos eran demasiado inestables y peligrosos para que un niño de apenas 12 años – fácilmente manipulable por los nobles – tomara las riendas de una nación a punto de salir de la Edad Media.
Ricardo de Gloucester, haciendo equipo con la iglesia, algunos nobles, el pueblo y el parlamento, (quienes veían en él la autoridad y el poder suficiente para mantener la paz y el control en Inglaterra) tomó rápidamente el control. Ricardo de Gloucester eliminó a las facciones contrarias, como los Woodville y los Hastings; La iglesia declaró ilegítimo el matrimonio de Eduardo IV, lo que automáticamente invalidó a sus hijos (Eduardo y Ricardo) para heredar el trono; los nobles y el pueblo le ofrecieron la corona inglesa; y el parlamento lo ratificó en el trono meses después de su coronación. Ricardo de Gloucester, aceptó el trono inglés el 26 de junio de 1483; y sería coronado como Ricardo III 10 días después, el 10 de julio de 1483.
Es cierto que la vida, sobre todo a partir del ascenso al trono inglés, de Ricardo III no fue fácil. Los últimos 3 años de su reinado estuvieron marcados por la inseguridad, las traiciones e intrigas y las tragedias: a finales de 1483 sufre la traición de uno de sus aliados más fuertes y allegados, Henry Stafford duque de Buckingham; meses después, en abril de 1484 su único hijo y heredero, Eduardo, muere por enfermedad; y casi un año después, en marzo de 1485, fallece su esposa Anne Neville.
Cinco meses más tarde Ricardo III enfrentaría la muerte en Bosworth Field donde, a la cabeza de su ejército y al grito de “este será el día en que termine la guerra o la vida” enfrentó a las tropas de Enrique de Richmont –futuro Enrique VII– luchando con coraje y valentía y reusando el caballo que le permitiría escapar, muy lejos de la famosa frase de Shakespeare “A horse, a horse, my kingdom for a horse”. Murió con la corona ceñida a manos de Lord Stanley y sus hombres. En su cuerpo se encontraron 11 heridas, ocho de ellas en el cráneo.
El que es probablemente el crimen más famoso adjudicado a Ricardo III y hasta la fecha todo un misterio, fue la desaparición de sus sobrinos Eduardo V y Ricardo, duque de York (hijos de Eduardo IV). Para los historiadores no cabe duda que esta desaparición fue un elemento clave que llevó a la caída de Ricardo III.
La última vez que se les vio con vida fue en el verano de 1483, donde según testigos de vez en cuando se asomaban por una de las ventanas de la Torre de Londres. Cuando los rumores del asesinato de los príncipes empezaron a recaer sobre Ricardo III, sobre todo a finales de 1483, este no hizo nada, ninguna declaración o investigación al respecto; lo que aumentó aún más las sospechas sobre su persona.
Fue More quien hasta 1513 escribió que los jóvenes de 12 y 9 años habían sido asesinados, por órdenes de Ricardo III y enterrados debajo de una escalera dentro de la Torre de Londres.
A pesar de ser Ricardo III el principal sospechoso, lo cierto es que la desaparición de los príncipes puede atribuirse a varios personajes, quienes tenían un beneficio con su muerte. La lista incluye los nombres de Henry Stafford duque de Buckingham, descendiente de Eduardo III, quien tenía posibilidades de reclamar el trono inglés si Ricardo III moría y con él sus sobrinos; otro de los candidatos es el mismo Enrique VII quien, a pesar de haber derrotado a Ricardo III, hubiera tenido en los príncipes una competencia real por el trono. En esta lista no faltaron personas que aparecían de vez en cuando asegurando ser los príncipes herederos, pero ninguno de ellos vivió lo suficiente para probarlo.
Lo cierto es que Ricardo III, su vida y su tragedia, seguirán alimentando la historia y las artes, ya sea como drama sobre el escenario o como tema de investigación. Foto Archivo