Hablar de los contrastes y de la importancia de este espacio en el hogar de familias de distintos estratos sociales fue uno de los temas de investigación del PAP Mirar la ciudad con otros ojos
Texto y fotos de Roxana García del Río Álvarez
Muchas y muchos de nosotros pasamos buena parte del tiempo en la cocina y quizá no somos conscientes de ello.
La cocina ha sido un lugar clave a lo largo de la historia. Más que un lugar lleno de humo, grasa y olores, como se consideraba en el pasado, es en donde se realiza la preparación de los alimentos y donde con frecuencia se consumen, y, en la mayoría de los casos, donde ocurre la socialización entre los integrantes de la familia.
La cocina ha sufrido muchos y grandes cambios a lo largo de la historia. Desde que los humanos descubrieron el fuego eligieron un lugar para encenderlo y cuidarlo que se volvió el corazón del hogar, el punto de reunión de los integrantes de una familia y no pocas veces de todo un clan. Y así durante miles de años.
En el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG) hay una gran desigualdad social y económica. En las zonas de mayores ingresos los terrenos de construcción son muy amplios, y las viviendas son planeadas por arquitectos y diseñadores. La cocina es uno de los espacios más importantes, y se encuentra generalmente en la planta baja. Resaltan sus acabados, para los que se utilizan cubiertas de porcelanato, cuarzo, granitos de alta calidad y materiales aglomerados importados, como foils y MDF, además de modernos aparatos electrodomésticos.
En cambio, las casas más modestas y los departamentos de interés social tienen cocinas modulares, con materiales económicos, prediseñadas, que se adaptan a los escasos metros destinados a ella.
Durante la investigación entrevisté a dos familias de diferentes clases sociales del AMG, la familia Pérez González, de un nivel socioeconómico medio–bajo, y la familia Martínez Navona, de un nivel socioeconómico medio–alto, para comparar cuáles son las diferencias y las de sus respectivas cocinas; además, visité a una familia de muy escasos recursos, en donde hicimos una intervención —debo aclarar que trabajo en un negocio de venta e instalación de cocinas.
La casa de la familia Pérez González se encuentra ubicada en la avenida Volcán del Colli, y está en un segundo piso. La familia está integrada por la señora Yaya, madre de Rocío y Sergio, y abuela de Javiercito, Daniela y Mariana. Yaya es la dueña de la casa, que tiene unos 90 m2. La familia pertenece al estrato socioeconómico 3, que se encuentra catalogado como medio–bajo. Yaya vende comida casera y sus hijos Sergio y Rocío trabajan en tiendas de almacenes, en el departamento de servicio al cliente. Todos viven en casa de doña Yaya, quien desea la remodelación completa de su cocina, de 3 m2. Tiene un horno de microondas, una estufa y un pequeño refrigerador. La cubierta de sus gabinetes es de acero inoxidable y nos pide que la reutilicemos para reducir el costo de la remodelación. Sus gabinetes, de madera vieja, tienen las puertas caídas y sin jaladeras en la mayoría de ellas; sólo tiene un cajón donde se guardan los cubiertos, pero no se usa porque las correderas de los cajones se atoran. La remodelación de la cocina tuvo un costo final de 13,200 pesos, considerando gabinetes de fibropanel de densidad media (MDF) en el interior, en puertas económicas de Foil, y se reutilizó la cubierta de acero de la cocina anterior.
La segunda entrevista fue con la familia Martínez Navona. Su casa, de aproximadamente 260 m2, se encuentra en boulevard Bugambilias. La familia está integrada por el matrimonio de Ramón y Rocío, que tienen un perro. La cocina tiene aproximadamente 12 m2 y Rocío desea una propuesta de diseño; quiere ver, por medio de una visualización digital, cómo sería y cómo se abrirán las puertas, cuántos cajones tendrá, cuáles electrodomésticos debe comprar para que su cocina “se vea de lujo”, como ella lo dice. Rocío pide gabinetes y puertas de aglomerado de alta calidad, importados de Alemania; su cubierta es de cuarzo de alta gama y la mayoría de las jaladeras tienen un sistema push. Ramón solamente pide que el presupuesto no se eleve a más de 300,000 pesos.
En las dos entrevistas la mayor parte del tiempo la comunicación y la socialización entre los integrantes de las dos familias se desarrolló en la cocina. Yaya nos dijo que la cocina también es su lugar de trabajo, pues ella vende comida; cuando sus hijos y nietos la buscan casi siempre la encontrarán ahí. También es el lugar en el que se reúnen para desayunar, comer y cenar. Por otro lado, Rocío nos comentó que, debido al trabajo de su esposo, sólo se ven para desayunar y cenar juntos. Como su cocina es abierta y a un lado cuentan con un espacio con televisión, nos dice que la mayor parte de su convivencia se da en la cocina.
Es importante hablar de las familias que viven en zonas muy empobrecidas y en circunstancias muy precarias. Tuve la oportunidad de hacer labor social en una vivienda de la colonia Arenales Tapatíos, a donde fuimos un grupo de estudiantes de Arquitectura del ITESO con la finalidad de proponer mejoras en ciertos espacios de una vivienda que se encontraba en muy malas condiciones. En esta casa viven cinco personas: la señora Conchita, sus hijos Pedro y Luis, y la pareja de éste, Ana, además de la hija de ella, Anita.
La cocina es un espacio reducido y antihigiénico, con una pequeña estufa y dos sillas con muchas cosas encima: aceite, arroz, una caja con dos tenedores, una cuchara y un cuchillo. Para comer sólo calientan algún platillo con muy poca preparación; nos platican que por lo general comen parados, o si hay un espacio en alguna silla alguien se sienta.
Tienen un refrigerador que no se usa para guardar comida, sino ropa, trapos y zapatos —desde luego, no está conectado a la energía eléctrica. En esta vivienda es difícil diferenciar cuál es el espacio para la cocina, cuál es la recámara y cuál el área común. En realidad, es un espacio aproximadamente de 6 m2 en donde hay dos camas individuales, un refrigerador–ropero, una estufa y dos sillas. Nuestro trabajo consistió en rediseñar la cocina con materiales sobrantes para que quedara un espacio funcional.
Roxana García Del Río Álvarez es estudiante de la Licenciatura de Arquitectura. Este artículo es parte de la investigación “Historia y evolución de la cocina, su historia desde sus orígenes hasta el presente” que se llevó a cabo en el PAP “Mirar la ciudad con otros ojos. Memorias e identidades”, del verano de 2022.