Las y los organizadores de la décima quinta edición de la Cátedra Pablo Latapí Sarre, que tuvo como sede el ITESO, pusieron a disposición de sus participantes una serie de actividades para reflexionar sobre las formas en que las y los académicos pueden incidir en la sociedad y sus realidades. La conferencia inaugural estuvo a cargo de Adrián Acosta, de la UdeG

Aunque pareciera que es un tema reciente, la forma en que las y los académicos se relacionan con su entorno social, e inciden en él para transformarlo, no es nuevo. Por ejemplo, Pablo Latapí Sarre fue un académico fuertemente comprometido con la investigación de las prácticas educativas para el diseño de políticas públicas y, además, con la divulgación del conocimiento a través de todos los canales disponibles en su época. Pero el hilo puede tenderse más allá: para Adrián Acosta, la idea de la universidad —y su cuerpo académico— comprometida con su entorno encuentra sus antecedentes en las instituciones medievales. De qué forma se vive ese compromiso social en la actualidad fue el tema central de la Cátedra Pablo Latapí Sarre, que tuvo como sede el ITESO y cuya conferencia inaugural estuvo a cargo de Adrián Acosta. 

La Cátedra, que vivió su décima quinta edición, es producto de la iniciativa del Campo Estratégico de Acción en Modelos y Políticas Educativas (Ceamope) del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Con sede itinerante en cada una de las instituciones del SUJ, este año tocó turno al ITESO de albergar la Cátedra y a Catalina Morfín, titular de la Dirección General Académica, de dedicar unas palabras de bienvenida en la que felicitó a las personas organizadoras y al Ceamope “por el excelente trabajo que han realizado”. 

La académica dijo que recibió de buen grado la invitación y respecto del tema general —“El académico comprometido”—, dijo que “me gustaría hacer un matiz: hay académicos muy comprometidos desde la docencia, dentro del aula, sin perder un ápice su involucramiento social, que realizan al acompañar a niños y jóvenes en su formación académica”. También destacó el legado de Pablo Latapí Sarre, quien tenía un “ansia por mejorar la educación del país”, para lo cual realizó investigaciones “que llegaron a los salones a través de políticas públicas” que mejoraron los ambientes escolares.  

Morfín López destacó tres aportaciones en las que el legado de Pablo Latapí se vincula con las instituciones educativas de la Compañía de Jesús en México. La primera, un estudio sobre los colegios de la Compañía en el país, realizado entre 1968 y 1969, “un texto que destaca la necesidad de que las instituciones educativas colaboren desinteresadamente en aportar a la educación de la sociedad mexicana”. La segunda, la inspiración cristiana plasmada en el ideario de la Ibero Ciudad de México y, posteriormente, en las Orientaciones Fundamentales del ITESO, y que retoma algunos elementos plasmados por Latapí Sarre en un documento que echa luz a partir del Concilio Vaticano II sobre la relación de la Iglesia católica y las universidades. Finalmente, la tercera aportación se relaciona con el compromiso social. 

Por su parte, Alexander Zatyrka, SJ, rector del ITESO, destacó la figura de Pablo Latapí Sarre, a quien describió como “un hombre que dedicó su vida a la educación y a la justicia. Fue un destacado filósofo y un investigador reconocido en México y América Latina”. También mencionó que los trabajos del intelectual mexicano hicieron “énfasis en la calidad, la equidad y la pertinencia de la educación”, para después añadir que era importante que la Cátedra dedicada a su legado pusiera el foco de la reflexión sobre su involucramiento en la vida pública y comunitaria.  

“El legado de Pablo Latapí es una fuente de inspiración de cómo poner el conocimiento al servicio de la justicia y de la equidad. Él mostró el camino para avanzar hacia una academia comprometida con la transformación social”, dijo Zatyrka Pacheco. 

Juan Carlos Silas, del Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES) del ITESO, leyó un breve mensaje de María Matilde Martínez, viuda de Pablo Latapí, en el que expresó su agradecimiento “por el interés y la estima por el pensamiento de Pablo Latapí Sarre”, quien, mencionó, “fue un crítico de la educación. La crítica es importante cuando es objetiva, profesional y respetuosa. Estamos urgidos de una crítica que sirva como orientación para juzgar y actuar correctamente”. 

 

El académico ¿imaginario? 

Para abrir las actividades de la Cátedra, Adrián Acosta, académico de la Universidad de Guadalajara, dictó la conferencia “¿Académico imaginario? Notas sobre el académico comprometido en la sociedad contemporánea”. De entrada, confesó que en un principio pensó que sería fácil armar la conferencia, sin embargo, dijo, pronto descubrió que era “complicado articular las notas sobre lo que es el académico socialmente comprometido. No es fácil, primero por la diversidad de académicos y por los grados de compromiso público”. Esta dificultad, añadió, no es exclusiva de México, sino que ocurre en todo el mundo, en “un contexto de polarización y un ambiente politizado e ideologizado”. 

Acosta señaló describió como un “equilibrio inestable” el intento por conciliar la autonomía intelectual de quienes integran la academia y la responsabilidad social de sus actividades. Dijo que “lo académico, lo social, lo público, son esferas con límites imprecisos y cambiantes”. Mencionó la idea de que esta relación no era nueva y mencionó que era necesario hacerse tres preguntas: “El académico comprometido, ¿con qué?, ¿con quién?, ¿para qué? Las respuestas son variables”, dijo. 

También expuso que, en función de su compromiso social, podían establecerse tres tipos de homo: académico, relacionado con su oficio; sociológico, según su participación social; y político, de acuerdo con su relación con el poder.  

Durante la sesión de preguntas y respuestas, Adrián Acosta abundó en la idea que dio título a la charla. Dijo que “la figura del académico real que fue Pablo Latapí Sarre alimenta la idea del académico imaginario”. También dijo que, en tiempos en los que todo se quiere medir —“estamos en la república de los indicadores”—, resulta complicado cuantificar el impacto que tiene la incidencia social del trabajo académico. También dijo que “no existen académicos neutrales. El primer compromiso social que tiene todo académico es desarrollar bien su oficio. Es algo que se invisibiliza, pero es fundamental porque da identidad y pertenencia”. 

Finalmente, dijo que en tiempos en los que ha cobrado fuerza el “nacional populismo”, no sólo en México, es necesario consolidar lo que llamó “la República Académica”, misma que describió como “diversa y plural, de carácter crítico. Esto es el combustible de la vida académica: la discusión en torno a los temas, no a las personas”. 

La XV Cátedra Pablo Latapí Sarre contempló en su programa tres mesas de diálogo, un taller y dos conferencias: la de Adrián Acosta, para abrir, y la de Miguel Bazdresch, académico del ITESO, con la que concluyeron las actividades. 

FOTO: Zyan André