Memorias de la abuela, fruto del trabajo conjunto del ITESO y el Instituto Superior Intercultural Ayuuk, fue reconocido como Mejor Cortometraje en el Festival Internacional de Cine Indígena Quetzalcóatl. Se trata de una producción que apuesta por el trabajo colaborativo y que busca crear conciencia sobre el cuidado del medio ambiente, específicamente los ríos
Cuando era niña, la abuela iba a la milpa y al cafetal, cosechaba mazorcas y café, y también nadaba libremente en el río. Ahora, para salir de su casa con su nieto usa un traje especial. La milpa y el cafetal desaparecieron y el río se convirtió en un afluente de espuma y mal olor. Esto último, el mal olor, sólo se puede deducir, porque la historia de la mujer se proyecta en una pantalla. Ella es la protagonista y su historia es el argumento de Memorias de la abuela, pieza producida por el ITESO y el Instituto Superior Intercultural Ayuuk (ISIA), que hace unos días fue premiada como Mejor Cortometraje en el Festival Internacional de Cine Indígena Quetzalcóatl.
El audiovisual busca generar conciencia en la importancia en el cuidado del medio ambiente, en general, y de los ríos en particular. Aunque presenta un escenario distópico, los hechos demuestran que el futuro es ahora: la versión limpia del río, donde la abuela puede nadar siendo niña, es el río Jaltepec, en Oaxaca; el afluente contaminado al que es imposible acercarse sin protección es el río Santiago, en Jalisco. “Desde el principio, lo que se planteó fue retratar la importancia del cuidado del territorio, la defensa del agua”, explica Esperanza González, egresada del ISIA y actual responsable de Vinculación Institucional, quien agrega que, si bien se trata de un planteamiento futurista, la idea era “mostrar qué puede pasar si no se cuida el río, porque es algo que ya pasó”.
Además del tema, otro rasgo relevante de Memorias de la abuela es su modelo de trabajo, enmarcado en el Proyecto de Producción Audiovisual Colaborativa del Programa de Aplicación Profesional (PAP) del Programa Indígena Intercultural del ITESO. Afra Mejía, profesora del PAP y que asesoró el cortometraje junto con Cristal Castillo, explica que en este modelo de trabajo “el proceso es tanto o más importante que el producto final. Digamos que en el modelo tradicional de producción el fin justifica los medios, mientras que acá el proceso debe ser congruente con el mensaje que se quiere transmitir”.
Esperanza González lo explica así: “Hay que adaptar la producción a la comunidad, y no la comunidad a la producción. Por ejemplo, en Memorias de la abuela hubo que hacer coincidir los tiempos de rodaje con los tiempos de la comunidad y adaptarse a ellos, porque una cosa es el guion y otra lo que pasa en la comunidad”.
Sobre el encuentro entre las estudiantes del ITESO que participaron en la experiencia y el alumnado del ISIA, González cuenta que “quienes vinieron del ITESO trabajan más la parte técnica, el manejo del equipo. Ellas trajeron el conocimiento y lo compartieron; aquí se compartió la vida en comunidad, la identidad. Se trata de poner al servicio del otro el conocimiento que cada uno tiene”.
Aunque Memorias de la abuela es el cortometraje que fue premiado en estos días, no es el único realizado durante la colaboración conjunta de las dos instituciones pertenecientes al Sistema Universitario Jesuita. En total fueron cuatro producciones en las que se abordan temas de interés de las y los estudiantes, como la violencia contra las mujeres (A todas nos pasa), la contingencia por la covid-19 (Gohan contra Mojk) o la defensa de la identidad frente a los prejuicios y la discriminación (Mëj Wintsën Konk).
Israel Barrios Torres, estudiante de Comunicación para el Desarrollo Social en el ISIA, cuenta que en un principio creyó que la producción ocurriría de modo tradicional —“un director de cine que nos dirigiría y nosotros haríamos lo demás”—, por lo que fue una agradable sorpresa descubrir el modelo colaborativo. “El proceso estuvo muy enriquecedor porque el acompañamiento fue desde cero. La elección del tema, la realización del guion, hacer scouting para elegir locaciones, ir a la comunidad para escoger a los actores. Algo que aplaudo es cómo se involucraron las personas de la comunidad”, recuerda.
El estudiante señala que este tipo de vinculaciones “valen la pena, ya que me ha servido en mi crecimiento personal y académico. Me enamoré de esta otra forma de hacer cine que trabaja para y desde la comunidad”.
Por su parte, María Fernanda Lattuada, quien ya es egresada de la licenciatura en Periodismo y Comunicación Pública del ITESO, señala que, para ella, uno de los primeros retos fue habituarse al universo de la ficción. También destaca cada uno de los pasos del proceso de creación y producción en el modelo colaborativo, que implicó confiar en cada integrante del equipo. “La evolución fue muy bonita. Aprender a hacer un cine colaborativo fue una de las cosas más chidas”, cuenta y añade que el modelo de trabajo puede replicarse en la carrera de la que egresó. “El periodismo colaborativo es el futuro”.
En total participaron once estudiantes del ISIA y seis del ITESO. Tanto Afra Mejía como Israel Barrios destacan el aspecto formativo de la experiencia, ya que ahora quienes participaron en el proyecto por parte del ISIA ahora trabajan como talleristas para formar a otros estudiantes.