Cuando Julio César y su ejército llegaron por primera vez a las Islas Británicas estaban arribando al límite del mundo conocido – a la antigua Albión – o Britania, como se conocía entonces. Fue el inicio de una conquista, que se consumaría 150 años después. Pero también fue el primer paso de Albión, “las Colinas Blancas”, “la Tierra de Arriba” o Britania, para unirse al mundo romano. Éste, trajo ciencia, astronomía, arquitectura, lenguaje, escritura, diseño, una estructura social más compleja y enriquecida. Britannia entonces se volvió parte de un imperio que abarcó desde el Caspio y el Golfo Pérsico hasta la península ibérica; y desde África del Norte hasta la frontera de Escocia. Britania, entonces, se volvió parte del mundo conocido.

Hibernia (Irlanda) & Albion (Gran Bretaña), Geografía Ptolomeo, s XIV, Estambul, Vatopedi Monastery, Codex Athous Vatopedinus (19391)

Hibernia (Irlanda) & Albion (Gran Bretaña), Geografía Ptolomeo, s XIV, Estambul, Vatopedi Monastery, Codex Athous Vatopedinus (19391)

 

Aquel día, sobre las playas del sur de Inglaterra, los romanos y los celtas empezaron a escribir uno de los más grandes capítulos en la historia de la Gran Bretaña, tan sólo equiparable a la invasión normanda en enero de 1066 por Guillermo el Conquistador (Falaise, Normandía, Francia, c1028 – 1087). Muchos personajes (artistas, científicos, marinos, historiadores, políticos y entre ellos 2 Astrónomos Reales) estudiaron y debatieron sobre el misterio que representó el lugar y la fecha del desembarco romano. Fueron el cielo, sus astros y los registros astronómicos quienes develaron el lugar y el día cuando Julio César y sus legionarios contemplaron, por primera vez, el límite del mundo conocido.

En el libro IV de sus “Comentarios sobre la Guerra en las Galias (c58 – 49 a. C.)” Julio César (Roma, Italia, 100 – 44 a. C.) narró que llegó a la Gran Bretaña una mañana, a finales del verano, al mando de 80 navíos y 10mil hombres. Desde la cubierta de su embarcación, observó a los guerreros celtas – “unos bárbaros salvajes”, en sus propias palabras – esperando su llegada, algunos con el rostro y el cuerpo desnudo, pintados de azul, armados y apostados en la cima de los acantilados a todo lo largo de la costa.

De Albión o Britania se sabía muy poco. Piteas de Masilia, el griego o el mesalio (Marsella, antiguamente colonia griega, c 350 – 285 a. C.) en su libro “El Mar (c 330 a. C.)” fue el primero en describirla. Este explorador griego salió de Masilia (Marsella), navegó el Mediterráneo y pasó el estrecho de Gibraltar, dirigiéndose al norte; bordeó la península ibérica, las costas francesas de Bretaña y cruzó el Canal de la Mancha llegando hasta Cornwall, en el estrecho oeste de la Gran Bretaña en 330 a. C. Algunas versiones proponen que cruzó Francia, de Masilia hasta Gironda, se embarcó en la Costa de Plata en el Atlántico, y llegó a Cornwall. Piteas circunnavegó la Gran Bretaña, nombrándola Prettania, y pasó por un lado de Irlanda llamándola Ierne. Posteriormente, estas fértiles y misteriosas tierras, llenas de bosques niebla, bruma y yacimientos de estaño, fueron bautizadas por los romanos como Hibernia (Irlanda) y Britania (Gran Bretaña).

Los celtas que habitaban las islas británicas eran granjeros atrapados en la edad de hierro, organizados en sociedades tribales. Vivían en casas de mimbre tejido, sembrando trigo, avena, algunos tipos de habas, lentejas, centeno, chícharos, cáñamo y lino. Carecían de escritura, pero poseían una rica tradición oral. Eran magníficos jinetes, alfareros, herreros y orfebres; tenían ganado, perros de caza y caballos.

Julio César ya los había enfrentado desde el 58 a. C en el centro y noroeste de Europa (Francia, Bélgica y Alemania del oeste) durante la conquista de las Galias. Los celtas eran grupos llegados a las Islas Británicas desde Germania occidental y Galia muchos siglos atrás. Los griegos, sabían de su existencia desde el sV a. C. y les llamaron Keltoi; Los romanos les bautizaron como “Galli” o “Gallus”.  La invasión de la Gran Bretaña tuvo varios motivos. Primero, los celtas británicos habían apoyado activamente a los celtas – galos – en Europa, por ello eran considerados enemigos de Roma. Segundo, gracias al comercio con los galos se sabía que Britania era rica en cereales, ganado, estaño, oro, plata y otros minerales. Tercero, la conquista de estas tierras misteriosas aumentaría en Roma su fama, su poder y su posición frente a adversarios como Pompeyo o Pompeyo Magno (Marcas, Italia, 106 – 48 a. C.).

El ejército romano observó que los acantilados y lo riscos eran tan altos que los celtas, de un solo lanzamiento, podían alcanzar la costa y las tropas con sus lanzas. Desde arriba los celtas les amenazaban con gritos de guerra y el sonido de cuernos y trompetas. Los guerreros chocaban las espadas contra sus escudos y muchos de ellos se presentaban casi desnudos, sólo vistiendo gargantillas o torques y brazaletes de oro y el cinto de su espada. Como en ese lugar “claramente no había lugar para intentar un desembarco”, Julio César a bordo de su barco, esperó al resto de sus embarcaciones con su ejército. A media tarde, ayudados con la marea y los vientos, las embarcaciones levaron anclas. Los romanos bordearon la costa aproximadamente 13 km, hasta encontrar un lugar de aguas poco profundas, abierto y sin elevaciones, donde desembarcaron. Por tierra los celtas los perseguían.

Dion Casio (Nicea, Turquía c 163 – 235 d. C.), historiador romano, corroboró esta historia en su “Historia Romana” libro XXXIX. Según Dion Casio, cuando Julio César alcanzó las costas británicas no desembarcó en el primer lugar que arribó; sino que navegó hasta una saliente de la costa, la rodeó y al encontrar poca profundidad, desembarcó.

A pesar de las nuevas condiciones del lugar sus legionarios se negaron a desembarcar. La historiadora Brenda Williams[1], comenta que los soldados romanos estaban cansados y mareados por el viaje en altamar, y temerosos – si desembarcaban – de morir ahogados, debido al peso de sus armaduras. Los celtas reaparecieron sobre el terreno montados en sus carros de combate. Éstos, que ya estaban obsoletos en la Europa continental, para algunos soldados romanos fueron algo jamás visto, lo que generó un mayor temor entre sus filas.

 

Ante la situación Julio César alineó sus embarcaciones frente a la costa y a través de los orificios para remos ordenó dispar, utilizando hondas y catapultas, una lluvia de flechas y proyectiles contra los celtas. El bombardeo causó numerosas bajas y la desbandada de las filas celtas. Julio César intentó un nuevo el desembarco, pero las tropas de la 10° legión seguían renuentes. Según el mismo Julio César, el soldado que portaba el estandarte de la 10° Legión les gritó a sus compañeros: “¡ Vamos, compañeros !, Salten a menos que quieran traicionar su estandarte frente al enemigo. Yo, a cualquier costo, cumpliré con mi deber para con mi país y para con mi comandante”. Y dicho lo anterior el portador del estandarte saltó al agua con rumbo a la playa. Sus compañeros al verlo se animaron y lo siguieron espadas en mano dando de gritos de coraje.

Los legionarios al llegar a la playa lograron formarse antes que los celtas regresaran de nuevo a la carga. Se dio el enfrentamiento y claramente los celtas fueron sobrepasados por la disciplina y el poder militar romano. Los celtas tuvieron que desistir en su ataque. Más tarde, unos embajadores celtas se acercaron a disculparse con Julio César y sus tropas por el recibimiento tan violento y el rudo comportamiento de algunos de sus guerreros: todo había sido un terrible mal entendido, no se habían percatado que era el gran Julio César quien arribaba a sus costas. Los romanos aceptaron las disculpas, pero pidieron algunos rehenes en garantía del acuerdo de paz alcanzado.

Cuatro días después del arribo de Julio César a las playas británicas, 18 embarcaciones romanas con la caballería, las provisiones y los refuerzos, detenidas en las costas de las Galia (Francia), por fin pudieron zarpar. Julio César registró en sus notas que hubo Luna Llena esa noche. El clima en el Canal de la Mancha se tornó violento y hundió varias de estas naves; otras hicieron agua antes de llegar a costas británicas. La Luna Llena causó la elevación de la marea y la caballería no pudo desembarcar en la playa. Como consecuencia los alimentos y las provisiones escasearon en el campamento romano. La situación de las tropas invasoras envalentonó a los celtas y confiados volvieron al ataque. Pero de nuevo fueron derrotados por los romanos.

Julio César y sus tropas permanecieron en la playa cuatro semanas más. Pocos días antes del equinoccio de otoño, pasada la media noche, los romanos levaron anclas y regresaron a las Galias, a la seguridad del continente europeo.

Un año después, en julio del 54 a. C., Julio César regresó con 800 barcos, 30mil hombres (cinco legiones) y 2 mil caballos con la firme intención de hacer de la Gran Bretaña una colonia más del Imperio Romano. Desembarcó en el mismo lugar que la primera vez. A pesar que no encontrar mucha resistencia, Julio César y su ejército regresaron a las Galias antes del invierno para enfrentar una nueva revuelta. La conquista romana de Britania tuvo que esperar 97 años, hasta el 43 d. C., al Emperador Tiberio Claudio César (Lyon, antes Lugdunum, Francia, 10 a. C. – 54 d. C.) para su consolidación.

Como muchos de su época, Edmund Halley fue un aficionado de la historia y los textos clásicos, tuvo contacto con las bases greco-romanas desde niño. De joven, junto a uno de sus grandes amigos, Robert Nelson (Londres, Inglaterra 1656 – 1715) visitó Roma. Halley dominaba el griego y el latín – con el que se abrió paso por Europa, ayudándole a comunicarse con los científicos del continente – y poseía conocimientos de árabe y hebreo. Se interesó por la historia antigua y la arqueología. Durante su vida gustó de relacionar pasajes históricos con lugares geográficos y eventos astronómicos, y así datar los acontecimientos con mayor exactitud.

Edmund Halley de Isaac Whood, National Portrait Gallery, Londres. FOTO Javier Zapata Romano

Edmund Halley de Isaac Whood, National Portrait Gallery, Londres. FOTO Javier Zapata Romano

 

En la década de 1680 Edmund Halley investigó varios temas relacionados con la antigüedad: la llegada de los romanos a las islas británicas – en especial las narraciones de Julio César y Dion Casio – los pasajes en los evangelios sobre la crucifixión de Jesús, los relatos de la Guerra de Troya, los mitos del centauro Quirón y el Itinerario de Antonino Augusto Caracalla también conocido como Itinerario Antonino. Este último fue un listado de las principales rutas, los lugares y las distancias que existían en el imperio romano. El itinerario fue realizado alrededor del 290 d. C. por órdenes del emperador romano Marco Aurelio Severo Antonino Augusto “Caracalla” (Lyon, Francia, 188 – 217). Una de las copias más famosas es el Mapa de Peutinger, hecho en Alemania en el mil 200. Su nombre se debe al abogado y coleccionista de libros Konrad Peutinger (Augsburgo, Alemania, 1465 – 1547) quien lo heredó. Halley se interesó en identificar y corroborar los lugares, la ubicación y las distancias descritas en el Itinerario.

Edmund Halley fue el primero en utilizar los datos astronómicos (fases de la Luna, el equinoccio de otoño y las mareas) en “Comentarios sobre la Guerra en las Galias” de Julio César y los datos de “Historia Romana” de Dion Casio, para conocer la fecha y el lugar del primer desembarco romano en la Gran Bretaña. Fue invitado por Royal Society el 22 de enero de 1690 para exponer sus conclusiones. Edmund Halley expuso que Julio César habría llegado a las Islas Británicas entre el primer Triunvirato a cargo de Pompeyo Magno o Pompeyo el Grande (Región de Piceno, Italia, 106 – 48 a. C.), Marco Licinio Craso o Craso el Triunviro (Roma, Italia, 115 – 53 a. C.) y el mismo Julio César; y no después de la muerte de Cayo Octavio Turino conocido como César Augusto (Roma, Italia, 63 a. C. – 14 d. C.).

Julio César – dedujo – arribó a las costas, cerca de los acantilados de Dover, entre las 9 y las 10 de la mañana; donde arriba de ellos ya lo esperaban los celtas. Encontró la fecha – un mes antes del equinoccio de otoño y 4 días antes de la Luna Llena – calculando el equinoccio del año 55 a. C. (25 de septiembre) y obteniendo la Luna Llena anterior, (31 de agosto). Por último, restó los 4 días previos a la Luna Llena que Julio César esperó. El desembarco – según obtuvo – fue el 26 de agosto del año 55 a. C. La flota romana permaneció hasta las 3 de la tarde cerca de Dover. Luego levó anclas y ayudada por la marea y los vientos, bordeó la costa, recorriendo alrededor de 13 km al noreste, hasta South Foreland. Pasando los acantilados, concluyó Edmund Halley, el ejército romano desembarcó en una planicie entre los pueblos de Walmer y Deal.

Pero no todos estuvieron de acuerdo con las cuentas. 175 años después, el 7mo Astrónomo Real, Sir George Biddell Airy (Alnwick, Northumberland, 1801 – 1892), además de desempeñar el puesto de Halley, también compartió su gusto por las matemáticas y la pasión por la historia y los textos antiguos. George Biddell Airy nunca dudó sobre la fecha del arribó romano – pero como todo un experto en el tema de las mareas – cuestionó que las corrientes marítimas del Canal de la Mancha (The British o The English Channel) hubieran llevado a Julio César al lugar de desembarco propuesto por Halley.

George Biddell Airy (1801-1892)
*oil on canvas
*127 x 101.5 cm
*signed b.l.: John Collier / 1883

 

En 1865 sir George Biddell Airy publicó varios ensayos sobre la conquista romana de la Gran Bretaña: “Ensayos sobre la Invasión de Gran Bretaña por Julio César”; “La Invasión de Gran Bretaña por Aulo Plaucio y Claudio César”; “La Primera Política Militar de los Romanos en Gran Bretaña”. También escribió en 1865 “La Batalla de Hastings”, sobre la invasión normanda de 1066; y en 1876 “Notas sobre las Escrituras Hebreas Antiguas”.

En su ensayo “Ensayos sobre la Invasión de Gran Bretaña por Julio César (1865)” o “The Invation of Britain by Julius Caesar”[2] expuso sus argumentos y las investigaciones de un amigo suyo, el capitán y presidente de la Real Sociedad Geográfica, Frederick William Beechey (Londres, Inglaterra, 1796 – 1856). Éste último, por orden del Consejo del Almirantazgo, navegó y estudió las corrientes marinas del Canal. Sus conclusiones eran que las corrientes producidas por las mareas llevaron a Julio César en sentido contrario al propuesto por Halley, o sea, hacia el sur-oeste y que el desembarco se realizó cercano a las playas de St. Leonard y Penvensey.

Sir George Biddell Airy y su publicación, enfrentó las versiones de los astrónomos reales; y abrió un debate entre historiadores, marinos y geógrafos. ¿ Dónde había desembarcado de Julio César ? La evidencia astronómica y marítima apoyaba la versión de Sir George Biddell Airy, un desembarco al suroeste de Dover, entre St. Leonards y Penvensey. Pero los registros históricos y las descripciones de Julio César y Dion Casio apuntaban a un desembarco entre Walmer y Deal. Más aún, durante la invasión definitiva a la Gran Bretaña en el año 43 d. C. – ordenada por Tiberio Claudio César (Lyon, Francia, 10 a. C. – 54 d. C.) y encabezada por el general Aulo Plaucio (Sabina, Italia, c 5 a. C.  – 57 d. C.) – el ejército romano desembarcó en Richborough, cerca del lugar propuesto por Halley; como evidencia de ello estaban las ruinas del puerto y el fuerte construido en aquella ocasión.

Ante la controversia, el Almirantazgo Británico investigó el caso. Mandó una expedición a cargo del almirante Sir George Henry Richards (Antony, Cornwall, Reino Unido 1820 – 1896), un hidrógrafo naval, quien concordó con la hipótesis de Sir George Biddell Airy. Pero la investigación no fue aceptada por los historiadores. Thomas Rice Edward Holmes o T. Rice Holmes (Castletown, Irlanda 1855 – 1933), en su libro “Ancient Britain and the Invasions of Julios Caesar (1907)”[3] criticó al Almirantazgo y a Sir George Biddell Airy. Aseguró que los desembarcos de Julio César, en las invasiones – del año 55 y 54 a. C. – fueron en el mismo lugar, lo que estaba plenamente documentado. No existía razón para desembarcar al suroeste de Dover en el 55 a. C. y al noreste de Dover en el 54 a. C. Ofreció como prueba la gran fuerza defensiva construida por los celtas al noreste de Dover, pasando el promontorio de South Foreland. Ésta se montó cuando los celtas supieron que Julio César intentaría una segunda invasión a la Gran Bretaña. El desembarco del 54 a. C. – y sus evidencias – eran un apoyó al desembarco del 55 a. C. y a la versión de Edmund Halley.

Si bien era cierto que la marea y las corrientes del Canal llevaban las embarcaciones hacia el sur-oeste, en dirección a Penvensey y St. Leonards, el escenario, los paisajes formados por los acantilados, las planicies y los accidentes topográficos que Julio César, Dion Casio y Valerio Máximo (c siglo I d. C.) describieron en sus memorias no correspondían con lo observado. A 13 km al sur-oeste de Dover no existía ningún paraje que pudiera cuadrar con los registros.

Ante tal situación de incertidumbre, descartadas las mareas, las corrientes y los lugares descritos, el origen de las inconsistencias debía ser las fechas calculadas a partir de los eventos astronómicos descritos.

Los historiadores Robin George Collingwood (Cartmel, Grange-over-Sands, Lancashire, Inglaterra, 1889 – 1943) y John Nowell Linton Myres (Oxford, Inglaterra, 1902 – 1989) en su libro “Roman Britain and the English Settlements (1937)”[4], propusieron un posible error en el número de días previos a la Luna Llena. Si Julio César, en lugar de arribar 4, hubiera arribado 7 días antes de la Luna Llena (o sea, en vez del 25, llegó el 22 o 23 de agosto), ésta hubiera producido corrientes al noreste del Canal de la Mancha, en dirección de Deal y Walmer.

En el 2007 Donal W. Olson y un grupo de estudiantes de Texas State University, San Marcos, investigaron este caso[5] y pusieron a prueba la hipótesis de Robin George Collingwood y John Nowell Linton Myres. Las condiciones astronómicas del 2007 – la distancia entre la Tierra y la Luna, el periodo de días entre la Luna Llena de agosto y el equinoccio de otoño – eran muy similares a los del año 55 a. C.

El grupo de investigación encontró que las corrientes y las mareas en el Canal de la Mancha, los días 26 y 27 de agosto, correspondían a lo descrito por Sir George Biddell Airy y los oceanógrafos; sin embargo, los días 22 y 23 de agosto, por las tardes, las corrientes de la costa eran en dirección noreste, rodeando promontorio de South Foreland, hasta las playas de Walmer y Deal, tal cual lo propuso Edmund Halley.

Las consecuencias de la invasión romana a la Gran Bretaña son muchas. Además de debates, construcciones, piezas arqueológicas, batallas y memorias históricas, la llegada de los romanos revolucionó el arte, la ciencia, la vida, la cosmovisión y el modelo social. Se transformó hasta ser pieza fundamental del Reino Unido. Un botón de muestra es el comedor de un hospital para marinos veteranos, construido en Greenwich en 1694: El Old Royal Naval College, cuyo estilo, arquitectura y arte trazan sus raíces hasta la llegada de los romanos. Ahí, Sir James Thornhill (Melcombe Regis, Weymouth, Inglaterra, 1675 – 1734), plasmó – entre 1707 y 1726 – el mayor ejemplo de muralismo que el Reino Unido haya conocido. Sus Influencias fueron el barroco italiano y los cielos de Peter Paul Rubens (Siegen, actual Alemania, 1577 – 1640) pintados en Banqueting Hall, Londres, en 1635.

 

El Gran Salón “The Painted Hall”, del Old Royal Naval College, muestra a la realeza británica acompañada de dioses y héroes romanos, de astrónomos y científicos, comerciantes y marinos. En el techo del “Salón Bajo” o “The Lower Hall”, en el enorme óvalo central, Guillermo III de Inglaterra o Guillermo III de Orange (La Haya, Países Bajos, 1650 – 1702) y su esposa, la Reina María II (Londres, Inglaterra, 1662 – 1694) simbolizan la concordia y la harmonía mientras pisan la tiranía y el poder autoritario. Los acompaña Europa y Saturno, éste último alado, representando al tiempo, quien en sus brazos lleva la luz y la verdad a la pareja real.

Pallas-Atenea y Hércules, debajo de los monarcas, pelean contra la mentira y la envidia. Apolo, el Sol, en su carruaje, los ilumina desde arriba. Los 12 signos del zodiaco y las 4 estaciones enmarcan el óvalo. Fuera de éste, Neptuno, Cibeles, Júpiter y Juno aluden al agua, tierra, fuego y aire. Más allá del óvalo, – a cada extremo –, completando el cielo, están las popas de dos embarcaciones rodeadas de astrónomos, ingenieros y divinidades celestes y acuáticas. Entre ellos están los astrónomos Tycho Brahe, John Flamsteed, Galileo Galilei, Nicolás Copérnico, el marino Thomas Weston, Arquímedes y el ingeniero naval Sir Bernard de Gomme, las diosas Diana y Victoria; y 3 personajes encel marinoarnando los ríos Támesis, Severn y la ciudad de Londres.

En el cielo del “Salón Alto” o “The Upper Hall”, la reina Ana (Westminster, Inglaterra, 1665 – 1714) y su marido, el príncipe consorte Jorge de Dinamarca (Copenhague, Dinamarca, 1653 – 1708), se muestran rodeados por Hércules – el heroísmo –, Victoria, la Concordia Conyugal, la Piedad y la Abundancia. Neptuno y su corte, a un lado, aluden al poder naval que desean los monarcas. Debajo de ellos Juno y Eolo, garantizando el buen clima en las empresas navales. 4 mujeres en cada punto cardinal: África, América, Asia y Europa. Esta última con los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687), de Isaac Newton, el poder del conocimiento.

En la pared oeste, “The West Wall”, aparecen Jorge I (Hannover, Alemania, 1660 – 1727) y su familia, el futuro Jorge II (Hannover, Alemania 1683 – 1760), su hija, esposa, nietos y nuera. Los acompaña Saturno – la época dorada –, la Paz, Astrea (la justicia), la Abundancia y Victoria. Detrás aparece el domo de la Catedral de San Pablo. Sobre la familia, Mercurio y los ángeles sostienen un escudo con las iniciales GR (George Rex). En primer plano, James Thornhill, presentando su obra: los murales del “Painted Hall” y la cúpula de San Pablo.

El arte de Sir James Thornhill fue un actor clave del proyectó monárquico que transmitió toda una idea histórica, política, militar y social. En sus cientos de trabajos, James Thornhill mezcló el arte con la política, la religión – pintó el domo de la catedral de San Pablo entre 1716 y 1719 – y con las ciencias, ilustrando el catálogo estelar “Atlas Coelestis (1729)”  de John Flamsteed, primer Astrónomo Real.

Julio César y su ejército nunca regresaron, pero su breve estancia inició el camino hacia una potencia naval. Su legado, la arquitectura, la ciencia y la cosmovisión, se aprecia en colegios y templos, en universidades o en un antiguo hospital – Patrimonio de la Humanidad –, a todo lo largo del Reino Unido, de Europa y de Occidente. Los trazos en el Old Royal Naval College se iniciaron 17 siglos antes de su construcción, cuando los romanos, traídos por el mar, dejaron por primera vez sus huellas sobre las playas de las Islas Británicas. En este edificio, como en muchos otros lugares, se volvieron a encontrar, ya no como celtas en un acantilado gritando a una tripulación invasora; sino como monarcas británicos acompañados de deidades romanas. En el “The Painted Hall” el arte y la mitología, se unieron al mar y a la astronomía. Ahí, conquistar la tierra, dominar los mares y conocer los cielos son los verbos de una misma historia.

 

Referencias y textos recomendados:

 

“Celestial Sleuth, Using Astronomy to Solve Mysteries in Art, History and Literature” de Donald W. Olson; Springer-Praxis.

 

“Edmond Halley, Charting the Heavens and the Seas” de Alan Cook; Clarendon Press Oxford.

 

“Sacred Britannia, The Gods and Rituals of Roman Britain” de Miranda Aldhouse-Green; Thames & Hudson.

 

“The Usborne History of Britain” by Ruth Brocklehurst with Henry Brook, Kate Davies, Hazel Maskell, Conrad Mason, Abigail Whetley, Rachel Firth, Rob Lloyd Jones, Felicity Parker & Fiona Patchett; Usborne.

 

“Los Setenta Grandes Viajes de la Historia” de Robin Hanbury-Tenison; Blume.

 

“Kings and Queens of England, From the Saxon Kings to the House of Windsor” de Nigel Cawthorne; Capella.

 

“The Romans in Britain” de Brenda Williams; Pitkin Publishing.

 

“Historia Antigua, Desde las Primeras Civilizaciones hasta el Renacimiento” de J. M. Roberts; Blume.

 

“A Great and Noble Design, Sir James Thornhill’s Painted Hall at Greenwich: A catalogue of preparatory sketches” de Old Royal Naval College Greenwich.

 

“Old Royal Naval College Greenwich, Souvenir Guide” de John Bold; Old Royal Naval College Greenwich.

 

“The Invation of Britain by Julius Caesar” de Sir George Biddell Airy.

 

“Ancient Britain and the Invasions of Julius Caesar (1907)” de Thomas Rice Edward Holmes.

 

“Roman Britain and the English Settlements (1937)” de Robin George Collingwood & John Nowell Linton Myres.

[1] “The Romans in Britain”, pag. 22 de Brenda Williams.

[2] “The Invation of Britain by Julius Caesar”, seccion II “On Caesar’s Navigation to Britain, and on the place of his Landing in Britain” de Sir George Biddell Airy.

[3] “Ancient Britain and the Invasions of Julius Caesar (1907)” Part II: The Place of Caesar’s Landing in Britain sec. IV – XII” de Thomas Rice Edward Holmes.

[4] “Roman Britain and the English Settlements (1937)”, parte III, Caesar’s Landing, nota 1 al pie de página 37, de Robin George Collingwood & John Nowell Linton Myres.

[5] El texto completo viene en el libro “Celestial Sleuth, Using Astronomy to Solve Mysteries in Art, History and Literature”, de Donald W. Olson, editorial Springer-Praxis.