Bartomeu Melià es un jesuita que ha pasado la mayor parte de su vida lejos de su natal Mallorca (7 de diciembre de 1932), al lado de los guaraníes sudamericanos. En aquellas tierras se ha convencido de que la idea del buen vivir, presente en los pueblos originales de América, aún puede revertir las profundas desigualdades que vive el planeta.

Hay lugares a los que Bartomeu Melià, SJ ya no puede ir. Lo que en ellos ve literalmente lo bloquea. Sus ojos se humedecen cuando describe la escena: a un lado de las aldeas guaraníes que conoce y ama profundamente desde que la Compañía de Jesús lo envió a Paraguay en 1954, decenas de hectáreas de plantíos de soya sustituyen la exuberante selva que dominaba aquellos parajes.

Bartomeu

“Hoy no te encuentras un colibrí. Nunca pensé que saldría de la aldea y me encontraría la soya durante kilómetros y kilómetros.

-¿Qué siente cuando ve esos plantíos alrededor de las aldeas guaraníes?
Me bloquea. Hay lugares a donde no puedo ir ya. Y para mayor ironía, en los campos de soya de repente se alza un cedro en medio que dice: “Esto es lo que fuimos”.

Melià, probablemente el occidental vivo que más sabe acerca de las sociedades guaraníes que hoy, con unos 200 mil individuos habitan Bolivia, Paraguay, Brasil y algunas tierras argentinas, volvió a Guadalajara para participar en el 22 Simposium de Educación del ITESO.

Durante tres días, el desde hace décadas ciudadano paraguayo y ganador en 2011 del Premio Bartolomé de las Casas por su defensa de la lengua y la cultura guaraníes, desplegó con toda la fuerza de su tenue voz lo que significa y –a pesar de la crisis moral y económica que vive el mundo– puede lograr en las sociedades contemporáneas la idea del buen vivir, un concepto incrustado desde hace centurias en la cosmogonía de los pueblos indígenas americanos, el cual fue elegido como el eje rector de las actividades del simposium.

-En aquel entonces, ¿pensó que llegaría a ver la crisis económica que se desató en el mundo en los años recientes?
No es por vanagloriarme, pero después de la expulsión (el dictador paraguayo Alfredo Stroessner lo echó del país en 1977), 40 años más tarde me enteré por unos amigos que en aquel entonces tendrían 25 años y ahora son los sabios de la tribu, yo les decía que iba a pasar esto, esta crisis, y que la selva iba a terminar.

-Usted afirma en uno de sus textos que las sociedades occidentales modernas afrontan su mal vivir con “simples quejas”.
Nuestra sociedad está acostumbrada a quejarse de todo: que si no llega el ómnibus, que si tengo dolor de tripa… Todo es una queja. Vivimos en un ambiente en el que todo el mundo está nervioso, nervioso porque nada funciona, y los que tenían que gobernar no gobiernan. El Estado, en vez de estar a favor de la sociedad, está en contra. Casi todos los estados de América están contra la sociedad. En esta tesitura de desmanes, de bombas, de terrorismo, de malas noticias, hay gente que no puede apelar a ese buen vivir, pero esta es una expresión de deseo y tendríamos que aplicarnos a ello, y eso no ocurre. Por ejemplo, por caricaturizar: está el que quiere tener un porte atlético… ¡Pero no hace gimnasia!

-¿Qué opciones plantea?
Tenemos la obligación de razonar, de reflexionar y ver caminos más o menos racionales, y que muchas veces no son caminos de sola inteligencia, sino de sabiduría. En la lengua guaraní la inteligencia es conocer el día; la sabiduría es sentir el día. El sentir es propio de los sabios. Google no te da sabiduría. Si quieres saber una fecha, por ejemplo el día que se murieron Felipe Segundo o Hernán Cortés, en seguida lo tienes. Esto es un conocimiento que a veces es útil, pero la sabiduría tiene otros caminos. ¿Cuáles? Podemos buscarlos en las sociedades primitivas, pero bien estudiadas, y al decir bien estudiadas me refiero a que sean sentidas, a haber convivido con ellas, a experimentarlas como se decía antiguamente, por vista de ojos, que no te lo cuenten.

-Hace unos momentos dijo que para usted ha sido una suerte vivir esas experiencias. Pero, ¿y los millones de latinoamericanos que no lo pueden hacer? ¿Los que vivimos en ciudades no llegaremos a esa sabiduría? ¿Qué sugiere?
Experiencias de moderación. Por ejemplo, no irte al extremo de tener tres vehículos, uno para cada miembro de la familia, ¡eso ya no es racional! O puedes luchar y abogar para que las ciudades sean más pequeñas, porque actualmente las ciudades son muy grandes. Cuando era niño en mi pueblo, que era muy pequeño, la gente al mediodía terminaba el trabajo, iba a su casa a comer y volvía caminando al trabajo al cabo de una hora. ¡En Sao Paulo hay gente que tarda tres horas para ir al trabajo, y tres para volver, es absurdo! Incluso desde el punto de vista capitalista es una pérdida de tiempo. Yo conozco a familias que han renunciado a mucho y se adaptan.

-¿Usted cree que en su tiempo de vida verá algún cambio?
Yo creo que sí…, sí veo indicios. Con el tekó porã [el buen vivir] los guaraníes están estructurando la sociedad de otro modo. Nosotros a veces visitamos el buen vivir y ellos [los indígenas] viven en él permanentemente. Y se trata de transmitir esas experiencias a otros.

Dormir, despertar y caminar por el buen vivir
Tekó porã. Para Melià, jesuita desde 1949, es dormir en el suelo, en camas de paja o en hamacas, siempre y cuando sea en comunidad; es sentir un amanecer, tomar mate, caminar, bailar por horas, sentir la niebla cuando se disipa…

-Afirma que el tekó porã permanece hasta hoy en todos los guaraníes, pero, ¿qué sucede entonces con las altas tasas de suicidio entre los jóvenes? ¿Se han decepcionado?
No, al contrario. Ellos se suicidan para no perder el tekó, es decir, se suicidan porque no ven salida, porque no tienen posibilidades de seguir siendo guaraníes. Ese es el drama: se quitan la vida de tanto que aman la vida. Son niños de nueve, 12, 14 años, muchachos y muchachas que no están casados y que no ven horizonte y se matan para vivir. Casi todos se ahorcan o envenenan, un suicidio que impide que la palabra salga, o sea, ellos niegan la palabra, niegan su palabra.

En este punto recomienda ampliamente el documental Terra vermelha (completo aquí abajo), que narra la expulsión de sus tierras de un grupo de indígenas guaraníes y el fenómeno del suicidio que la acompaña.

httpv://www.youtube.com/watch?v=nOCFZWF_Wb4

A la depredación de sus tierras para favorecer a la industria agroalimentaria –la soya no paga impuestos en Paraguay, recuerda Melia– o la occidentalización y rechazo de algunos indígenas a su cultura, hay que añadir un fenómeno global que se agudiza y afecta a decenas de países: la desigualdad entre ricos y pobres crece año con año y ha alcanzado niveles alarmantes. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres.

En Paraguay, como en México, la economía crece muy lentamente, pero crece, aunque la riqueza no se distribuye. “El 10% de la población más rica en los países de la OCDE gana hoy 9,6 veces lo que obtiene el 10% menos favorecido. Esta misma ratio era de 7 a 1 en los años 80, de 8 a 1 en los noventa y de 9 a 1 en la década pasada”, afirma en su último informe la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.

Históricamente, el pueblo guaraní ha buscado mecanismos para mantenerse al margen de los caprichos del mercado, por ejemplo, explica el jesuita, con el concepto de reciprocidad o jopói, que significa tener las manos abiertas y estar todos juntos y uno para otro.
Para ellos resulta primordial intercambiar en lugar de vender, porque vender es vengarse. Por supuesto que han tenido que adaptarse al mundo actual del dinero, los cheques e Internet, aunque con reservas.

En este momento de la charla, Melià ejemplifica cómo las tradiciones ancestrales guaraníes conviven con el mercado contemporáneo al explicar algo llamado el hepy eterei.

Si en un mercado un guaraní se quiere poner abusivo y vende cara la fruta, el cliente le suele espetar ¡hepy eterei!, que significa “muy caro”, o algo peor, explica el jesuita, “porque el sentido primigenio de esta expresión es: ‘esto es venganza, tu venganza es muy grande’, así que si hoy me vendes caro, como yo soy peluquera, ¡cuando vayas a cortarte el cabello te voy a cobrar caro! El capitalismo está basado exclusivamente en la venganza”.

-¿Es natural la avaricia en el ser humano?
No, yo creo que no; es más natural el amor.

El sacerdote recuerda justo en este momento una frase del dominico Francisco de Vitoria: “No es natural que el hombre sea enemigo del hombre”, la cual se contrapone por completo a lo que planteó el filósofo Thomas Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”.

Así, pensando y actuando, mantiene intacta su esperanza en un mejor mundo este hombre que vive en el barrio de la Trinidad, en Asunción, donde los sábados monta una pequeña capilla para oficiar una misa cuyo ritual es en español, pero el sermón casi siempre resuena en guaraní.

Un legado coronado por la gran biblioteca guaraní
Recordemos que Melià llegó al Paraguay en 1954. Durante estos 61 años se ha dedicado pacientemente a reunir la que muy probablemente es la más importante biblioteca sobre la cultura y la lengua guaraníes: 8 mil volúmenes y más de 10 mil documentos entre revistas y artículos especializados descansan en el Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos en Asunción, donde trabaja.

La biblioteca del jesuita se divide en cuatro apartados: Lingüística guaraní y lingüística general; Antropología guaraní; Historia del Paraguay, y Las Reducciones del Paraguay (las misiones jesuitas que aparecen en la  película La Misión).

httpv://www.youtube.com/watch?v=ghyLx-KmQ4M

Además de ávido lector y profesor consumado –actualmente imparte el curso “Territorios transformados” en la Universidad de San Ignacio, en la capital paraguaya– Melià también ha puesto su nombre en libros, como el que escribió junto a un amigo francés sobre economía y trueques guaraníes, titulado El don, la venganza y otras formas de economía guaraní (editado por el Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch), o el que publicará en 2015: Camino guaraní: de lejos venimos, para más lejos caminamos. Texto Enrique González Foto Luis Ponciano