Hace 39 años Hattie Ortega Villaseñor llegó al ITESO para hacerse cargo de la edición de las publicaciones de la universidad. El pasado 22 de abril falleció, dejando un legado de amor y luz
Por Gabriela Ortiz Michel
Hattie llegó a Guadalajara en 1985, huyendo de la temblorosa Ciudad de México y en la búsqueda de un mejor lugar para que Lluvia y Yohatt, sus peques, crecieran. Hija de Ortega y de Villaseñor, egresada de la UNAM, llegó al ITESO a hacer la edición de nuestras publicaciones, dominando una máquina llamada “la composer”. Seguro la famosa “composer” era una máquina espantosa. Pero a donde quiera que fuera Hattie con dicha máquina, incluso el clóset más pequeño, el lugar se volvía acogedor. Porque esa era una de sus magias: hacer que todo lugar te diera la bienvenida.
Y así la conocí yo, transformando la esquina sur poniente de la planta superior del entonces Centro de Cómputo del ITESO (CCI), a donde llegó para aprender a usar software de edición para publicaciones (RIP composer). Era el 87 creo, yo colaboraba en el CCI, aún era estudiante. Su presencia me jaló de inmediato como un imán. Entrabas a esa oficina y se sentía una energía clara y limpia, pero lo más lindo era la sonrisa con la que Hattie te daba la bienvenida. En ese espacio, con mucha paciencia, me enseñó los elementos básicos del diseño editorial para que el COMPUTIPS, el boletín del CCI a mi cargo, tuviera una presentación más profesional. También ahí me enseñó a leer el I Ching, sobre un paliacate rojo y con los elementos presentes, agua, aire, tierra, fuego. Ahí sembramos la semilla de una amistad que cultivamos por más de 35 años y para siempre.
Amigar, una capacidad enorme de Hattie. Fui testigo de cómo Hattie tocaba corazones super diversos. Políglota de la vida, gran conversadora, compartía música con unos, resistencia política con otras, danza (la danza era el secreto de su vitalidad), ¡fiesta con más!, la artesanía, el tequilita o la chela… ah sí, y el cigarrito (ese, conmigo, no). Su casa siempre abierta, siempre dispuesta con frijoles, tostadas y cacahuates, nos acogió a muchas y muchos.
Conforme las tecnologías fueron tocando la educación como herramientas básicas en el ITESO, Hattie tomó la batuta de aprender y asesorar sobre el uso de los llamados “sistemas de administración del aprendizaje” antes del Canvas fue el Moodle y antes, el WebCT. Desde entonces trabajamos juntas oficialmente, hasta su jubilación, unos 30 años después de llegar a ITESO.
En lo que poco a poco fue acuñando el nombre de “Asesoría en Red”, Hattie se convirtió en maestra de profesores y de las chicas y chicos que trabajaban con ella como becarios. El espacio tuvo un primer lugarcito en el edificio B, que logró acondicionar para que quien fuera por asesoría o por algún servicio digital relacionado con lo educativo, tuviera una silla, la oferta de café o de agua y siempre, siempre, una sonrisa. Luego el espacio se movió al C y fue creciendo en capacidad de atención y de acogida. Hattie consiguió que acondicionaran el espacio con algunos arcos para hacerlo más suave, para embellecerlo, sumó cuadros y artesanías propias, lámparas, equipales y muchas plantas. Durante muchos años Hattie y su equipo conformado por jóvenes, ofrecieron más que un excelente servicio a las profesoras y profesores que se acercaban con dudas técnicas, necesidades digitales, educativas y de diseño. El valor estaba en la sonrisa franca con la que se les recibía, en la acogida que trascendía el meramente resolver el asunto, en la paciencia y humildad con la que se les acompañaba, y en la oferta de una buena charla y de amistad. Con su ejemplo, muchas generaciones de jóvenes que trabajaron con ella aprendieron sobre hospitalidad, sobre el valor del servicio, sobre el respeto por las personas, sobre generosidad y sobre la vida misma.
Hattie siempre fue absolutamente ella, auténtica. Con una sencillez impresionante, una sonrisa amplia y la puerta abierta desde el corazón, siempre ofreció lo que sabía, lo que tenía, lo que podía. Amante y apasionada de la vida, aún en los momentos más difíciles, siempre apostaba por la gente, a quien respetaba profundamente, y por el camino delante. No alcanzo a recoger aún todo lo aprendido en estos años de caminar juntas, ojalá se me pegue su generosidad, su sencillez su apuesta por la vida y por asumirla como es.
Como te extraño Hattie, muchas y muchos te extrañamos. Ojalá que lo que aprendimos de ti, contigo, florezca para hacer de este mundo uno mejor, como siempre apostaste.
¡Gracias Hattie!
Este sábado primero de junio, en punto de las 9 de la mañana sembraremos una “Rosa Morada” [Tabebuia rosea] entre el edificio C y el edificio B, para conectar con la vida, para que quede testimonio ahora y para las siguientes generaciones, de lo que Hattie sembró en el corazón de muchas personas y del ITESO mismo. ¡Te esperamos!
FOTO: Rubén Toledano