Gerardo Valenzuela, SJ es el nuevo Director del Centro Universitario Ignaciano, cuyo nombramiento será el 1 de marzo. Desde su llegada al ITESO, se siente como en casa.

Repasar la trayectoria del jesuita Gerardo Valenzuela, SJ es zigzaguear México, con unas cuantas escalas en Estados Unidos o Venezuela, y con eternos retornos a la ciudad de Tampico.

Lo suyo es el trabajo con jóvenes. Su oficina en el Centro Universitario Ignaciano, dice, “es como un aparador o una pecera, donde todos me ven”. No puede evitar interrumpirse en sus labores para saludar a un escolar, una estudiante, un voluntario, una profesora. Su puerta permanece abierta.

Siempre le ha tocado ser ecónomo y ministro, desde el noviciado y a lo largo de su formación. Aunque reconoce su capacidad como administrador, lo que más le gusta es tratar con la gente.

Estuvo en el área de Vocaciones, asesorando a jóvenes que tienen inquietud por ingresar a la Compañía de Jesús. También fue acompañante de los novicios en el área apostólica.

Cada que describe una encomienda que le fue difícil, Valenzuela opta por definirla como “interesante”. En todas dice que encuentra retos, sea realizando las cuentas en una casa llena de escolares, como ecónomo de la Provincia mexicana o como Rector de la Ibero León.

Su tono se agrava cuando platica sobre sus funcionas administrativas como esta, y se acelera de emoción cuando relata sus charlas con estudiantes que entran a su oficina a compartir sus inquietudes.

¿Cuándo entraste a la Compañía de Jesús?

Entré al pre noviciado desde 1987. Me gusta contarlo desde ahí, por la experiencia, ya vives entre jesuitas, ya dejaste tu casa, tu familia, la novia, la carrera… Fui ordenado el 15 de mayo de 1999, el Día del Maestro, y para mí es muy significativo porque a partir del magisterio me he dedicado a la educación.

¿Cómo se integró el pastoral en tus funciones?

Desde el noviciado, trabajar con inmigrantes había sido mi sueño. En San José, California, mientras estudiaba la maestría, me iba todos los fines de semana a una parroquia de inmigrantes que tienen los jesuitas. Después del rectorado en la Ibero León, regresé con ellos durante tres meses, y fue la primera vez que fui pastor de tiempo completo, porque siempre he estado en el área de educación. Hasta ahora, en el CUI, es la primera vez que estoy en el área de pastoral.

¿Por qué quieres tanto a Tampico?

Llegué al Instituto Cultural Tampico en 1995, cuando en nuestros colegios apenas nos tocaba iniciar este trabajo pastoral. Era asesor de estudiantes de preparatoria. Es maravilloso porque tu vida entera es para jóvenes. Abres los ojos, trabajas con jóvenes; cierras los ojos, trabajas con jóvenes. Daba hasta ocho horas de clase semanal a los pobres alumnos. Los llevaba a retiros, nos íbamos de campamento, a Inter jesuíticos, misiones, ejercicios espirituales… Hasta los convocaba a las 4 de la mañana en el colegio para ir a la playa a ver el amanecer.

Me veían hasta en la sopa. Ahí me enamoré de mi trabajo. Me fascina trabajar con jóvenes, me encanta que te dan vida, te dan esperanza, te retan, son inquietos; con los jóvenes, aprendí a conocer un Dios insatisfecho, joven, que cuestiona todo, pero tiene un gran corazón. Me gustó, y supongo que les parecía a ellos más fácil el proceso al yo ser jesuita.

¿Por qué?

Hay una forma diferente de relacionarse cuando se es jesuita. Creo que la gente es perceptiva con lo que les digo. Por un lado, sí, la Maestría en Educación ayuda pero la experiencia de vivir conviviendo y hablando con gente me facilita el ser escuchado, y sobre todo el escuchar. Y eso lo aprendí con los jóvenes en Tampico. Y por ellos, he incursionado hasta en charlas con matrimonios. Comencé a trabajar en León con grupos de hasta 12 parejas.

¿Cómo trabajar con matrimonios se integra a tu trabajo con jóvenes?

Me queda claro que trabajar con jóvenes es trabajar con sus papás. El 80% de mis jóvenes en Tampico provenían de familias disfuncionales y con muchos problemas. Y en el ITESO ya me han llegado chicos por diversos canales, que me cuentan problemas tan grandes con tan corta edad… Tenemos que estar ahí para apoyarlos, y me queda claro que, para ello, necesitamos trabajar con los adultos.

¿Qué planes tienes para el Centro Universitario Ignaciano?

Que todos los que necesiten a alguien con quien platicar por fin encuentren un espacio para dejar sus mochilas, sus inquietudes o su tiempo, y en el inter encuentren alguna respuesta espiritual. Necesitamos hacerles un espacio, el reto es cómo lograr hacernos más visibles para llegar a quienes no nos conozcan, tanto jóvenes como personal del ITESO.

También nos toca ayudar a todas las áreas del ITESO a que fortalezcamos juntos nuestra identidad institucional jesuítica. Uno de los rasgos que tenemos que trabajar en la universidad es la gobernanza universitaria, destacar esa forma de gestionar y dirigir al estilo ignaciano.