La crisis migratoria en la frontera sur de México atraviesa una situación de gravedad. Aldo Pérez, estudiante de Derecho del ITESO, atestiguó como voluntario del albergue “La 72” el trato inhumano que reciben cientos de personas.
En este lugar ya se construyeron muros de hormigón con alambre, los agentes de migración usan armas de electrochoque (taser) y a los migrantes detenidos no se les informa que tienen el derecho a solicitar asilo.
Lo aquí descrito no pertenece a la frontera que divide a México de los Estados Unidos, es parte de un artículo que publicó The New York Times sobre lo que viven los migrantes que huyen de la violencia de Centro América cuando intentan entrar por el sur del país, (bit.ly/MigraciónSur).
Las historias de acoso policiaco, abusos y violaciones que Sonia Nazario –ganadora de un Premio Pulitzer– encontró en la frontera Sur, son similares a las que Aldo Pérez, estudiante de Derecho del ITESO, narra tras haber trabajado en el equipo de derechos humanos del albergue “La 72” en Tenosique, Tabasco.
“Básicamente ‘La 72’ sería un campo de refugiados en México”, son las palabras que Aldo Pérez Vega elige para dar una idea de qué es este sitio que alberga a ciudadanos de Centroamérica que llegan a México intentando huir de la violencia que viven en sus países, algunos con la intención de trasladarse a Estados Unidos, una frontera en la que se avecina un nuevo muro.
Aldo refiere que el mayor flujo de migración por Tenosique proviene de Honduras, que tiene una de las tasas más altas de homicidios en el mundo, atribuibles a las pandillas y al narcotráfico, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
De acuerdo con la misma agencia, en 2016 las solicitudes de asilo de hondureños en México aumentaron un 150% con respecto al primer semestre de 2015. Amenazados por criminales, familiares asesinados, extorsionados o despojados de su vivienda, son relatos que se repiten.
Profesionalización intensiva
Hace un año, Aldo comenzó a acercarse al tema de la defensa de los derechos humanos desde varios frentes, empezando con un intercambio en la Universidad de Buenos Aires, donde llevó materias como “Derecho internacional público y rematando como voluntario en FM4, ONG en Guadalajara, y en el Programa de Asuntos Migratorios del Centro de Investigación y Formación Social.
A partir de su acercamiento con los migrantes y el rumbo que le fue dando a su preparación académica, empezó a buscar una organización donde pudiera entrar de lleno a la defensa de derechos humanos. “La 72” le abrió sus puertas: tres días después de haber sido aceptado, en diciembre del año pasado, voló a Tabasco.
“Por el activismo que tiene en el tema de migración hay mucho trabajo y hay voluntarios de todo el mundo”, cuenta Aldo, quien entre sus compañeros tuvo a una sueca y a un español.
“La 72”, además de ser un albergue, tiene un equipo que acompaña a los migrantes para tramitar visas humanitarias o solicitudes de refugio de hasta 300 personas al día.
“Fue como entrar a un curso intensivo y a una profesionalización especializada, porque tenía que fungir como abogado de los derechos de los refugiados. Es un flujo masivo para un equipo de cinco personas”.
Conseguir el estatus de refugiado o una visa humanitaria es un procedimiento muy complicado que puede implicar que los migrantes permanezcan entre tres o seis meses esperando una resolución que no siempre es positiva.
Por ejemplo, las visas humanitarias, asegura Aldo, prácticamente se les dan solo a aquellas personas que sufrieron una violación o fueron secuestrados en territorio mexicano, a pesar de que legalmente se deberían otorgar a las víctimas de cualquier delito.
A pesar de este panorama, el estudiante de Derecho se prepara para hacer durante el verano una pasantía en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, esto como parte de su Proyecto de Aplicación Profesional “Defensa de los derechos humanos”, coordinado por María Elena Franco.
“Nunca comprendes algo hasta que lo vives. Si te muestro una estadística de pobreza puedes decir sí, qué triste. Yo sabía que había migración aquí [en la frontera sur], sabía que México era un país de migración, pero solo a grandes rasgos”.
En Tenosique conoció a menores entre 15 y 16 años de edad exintegrantes de la banda criminal Mara-Salvatrucha. Al convivir con ellos, su perspectiva cambió.
“Tal vez esas mismas personas estando en mi lugar estarían estudiando y terminando su carrera. En otras circunstancias de vida podría ser yo ese menor de 15 años que es Mara y que está huyendo de su país porque lo iban a matar”.
Siguiendo los pasos del vecino del norte
El entorno para migrantes y organizaciones como “La 72” es inseguro. Aldo señala que las intimidaciones son constantes y que los voluntarios y el personal del refugio evitan salir solos o pasadas las 10 de la noche.
Cuenta que, antes, los voluntarios acompañaban en camionetas a los migrantes a las vías del tren, pero dejaron de hacerlo debido a las redadas de las autoridades mexicanas que, sin importar nacionalidad, se llevaban a todos a los centros de detención.
El Plan Frontera Sur anunciado por el presidente Enrique Peña Nieto en 2014 –en colaboración con EEUU–, fue presentado como el punto de partida desde el cual los gobiernos brindarían protección a los migrantes. Sin embargo, Sonia Nazario afirma que ha sido todo lo contrario.
“Los migrantes se han convertido en presa de criminales y de la policía que los roban, violan, golpean y matan” escribe en The New York Times. A su vez, el periódico El País reportó que las solicitudes de asilo en México crecieron más de mil por ciento en los últimos seis años.
“Barack Obama fue el presidente que más migrantes deportó, 2.8 millones de personas entre 2008 y 2016. Sin embargo, México ha tomado el relevo como gendarme del sur y los dos últimos años superó a EEUU en número de expulsiones. El año pasado EEUU deportó a 96 mil migrantes, frente a los 147 mil de México, a un ritmo de 293 diarios, según cifras oficiales”, escribe Jacobo García en el diario español.
Toda la frontera sur, dice Aldo, tiene retenes en sus carreteras, lo que para los migrantes significa ser deportados o elegir otra ruta.
“En realidad tenemos la misma cultura que EEUU: criminalizar al migrante, no respetar el derecho que tienen de migrar; hay una falta de sensibilidad y humanidad”.
Es en Tenosique donde inicia la llamada Ruta del Golfo, la cual los migrantes recorren para llegar a EEUU pasando por Veracruz y Tamaulipas. La Ruta Pacífico cruza el centro del país y es la que pasa por Guadalajara para seguir por Sinaloa, Sonora y Baja California.
Además de FM4, en la Zona Metropolitana de Guadalajara también trabaja en favor de los migrantes el bufete jurídico Ignacio Ellacuría del ITESO, ubicado en el campus y que se dedica a brindar protección legal para ayudar a los refugiados reconocidos como tales, como parte de un convenio que la Universidad Jesuita de Guadalajara firmó con ACNUR.
El mismo acuerdo estipula que la Licenciatura en Derecho abrirá la asignatura de “Derecho internacional de los refugiados”.
“Este tipo de experiencias nos enriquecen como seres humanos en todo aspecto, permitiéndonos ser agentes de cambio, cada uno desde nuestra presente y futura trinchera aportando para el progreso de nuestra humanidad”, así resume Aldo su colaboración con “La 72”. Fotos Luis Ponciano/Archivo