En una serie de ensayos que publicará Cruce, alumnos de la asignatura «Historia de la arquitectura renacentista», a cargo del académico Tiziano Leoni, del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano, analizarán figuras, corrientes y teorías en torno a este periodo, así como sus profundas repercusiones en el mundo contemporáneo.

El primero corre a cargo de Adriana Gómez, quien hace un veloz y sustancial recorrido a través de la arquitectura, desde el Renacimiento, hasta nuestros días.

 

Del neoclasicismo a la actualidad

Por Adriana Gómez

La historia de la arquitectura desde el desarrollo de las civilizaciones griega y romana, ha visto cambios y transformaciones; si bien algunos más radicales que otros, podemos ver cómo hasta la fecha se siguen recuperando y reinterpretando los elementos de la arquitectura clásica, de distintas maneras.

El renacimiento fue el primero en volver la vista atrás y cimentar todo su arte en los ideales clásicos, luego de que el gótico fuera el primer gran cambio radical en la arquitectura desde el inicio de la edad media, de lo cual podría haberse esperado que se crearan más cosas nuevas. Sin embargo, esto no ocurrió porque los humanistas del renacimiento rescatan tanto la filosofía clásica como la arquitectura, dando lugar así a un clasicismo.

Por otra parte,  es interesante que luego del desarrollo de nuevos materiales y técnicas constructivas—lo  que permitió el desarrollo de la arquitectura del hierro y del cristal, y posteriormente de las vanguardias—ya  una vez que ha cambiado por completo el lenguaje de la arquitectura, todavía existen autores y ejemplos de arquitectura clasicista, que se empeñan por reproducir los estilos antiguos. En este punto, es obvio que ya no es la aspiración de una sociedad, no es un movimiento revolucionario o social, como en el caso del renacimiento o del neoclasicismo,  sino los anhelos particulares o caprichos de ciertas personas. La pregunta es: si para la gran mayoría de los arquitectos contemporáneos,  su “ideal clásico” son los ejemplos del racionalismo de los años 20’s y 30’s, ¿cómo es que otros aún se inspiran en el mismo ideal clásico del renacimiento o del mismo neoclasicismo?

El objetivo de esta investigación no es juzgar, sino simplemente confrontar obras y tiempos, para observar cómo es que efectivamente ya todo está inventado, como bien dice el dicho “nihil novum sub sole”, y cómo el renacimiento se ha inmiscuido hasta nuestros días.

Neoclasicismo: un nuevo renacimiento

En la evolución de la arquitectura, los estilos o movimientos arquitectónicos se suceden por oposición o contraste, ya que son manifiesto de los ideales y percepciones de las sociedades en sus distintas épocas, mismas que van cambiando y así afectando la creación artística.

El renacimiento es una reacción humanista a la Edad Media y sus dogmas religiosos, es un movimiento social y psicológico que se refleja en el arte. Se caracteriza por una recuperación del pasado clásico, no por mera ocurrencia de los artistas, sino gracias y debido al estudio de los tratados sobre el arte y la arquitectura y las mismas obras heredadas de las antiguas civilizaciones, lo que permitió descubrir los valores estéticos de aquellos tiempos y adoptarlos, y adaptarlos al arte del momento. El arte renacentista fue transformándose pasando por el manierismo hasta desembocar en el barroco y luego en el rococó. Como sabemos, en el barroco, el arte refinado y detallado logrado por el renacimiento, se volvió más ornamentado y con formas más dinámicas y distorsionadas, que generaban ilusiones ópticas, efectos violentos y grandes contrastes que lo hacían lucir exagerado.

Así como el renacimiento surge como una reacción a la Edad Media, el neoclasicismo reaccionará al barroco, por la deformación de estos ideales clásicos, que hicieron de la arquitectura algo demasiado cargado, contrario a la sencillez de la arquitectura grecorromana. “Frente a la distorsión y travesura del barroco…despunta la aspiración hacia algo sólido, severo y un tanto o un mucho arcaizante”. (CHUECA, 1994, p.2).

Iglesia de la Madeleine, París

Iglesia de la Madeleine, París

El neoclasicismo comienza en el último tercio del siglo XVIII y penetra en el siglo XIX hasta agotarse con la aparición del romanticismo. Se desarrolla en una época de grandes transformaciones políticas y sociales, que van a reflejarse, como es natural, en el arte producido en ese momento, mismo que figura como un estandarte de los cambios de mentalidad de los revolucionarios.

Es la época de la Ilustración, un movimiento intelectual que representó una liberación de las ataduras tradicionales del hombre, como eran la religión y la monarquía absoluta, y sostuvo que la razón humana era el arma para combatir la ignorancia y la desigualdad. Las ideas de la Ilustración, fundamentalmente la creencia en la razón humana, provocaron la secularización de la sociedad, por la que el hombre acepta a Dios como su creador pero no como su guía. El renacimiento transcurre de la mano con el humanismo y por lo tanto el arte exalta las virtudes humanas, es antropocentrista. El neoclasicismo se centrará en la búsqueda de la razón, y así como la Ilustración retoma los ideales intelectuales del renacimiento y del humanismo, aquél recuperará la arquitectura de la antigüedad, considerando aun más que en la época renacentista, que la antigüedad clásica encerraba las leyes eternas de armonía y belleza.

Se creyó que por medio de un entorno edificado bajo ciertos criterios éticos y morales, el espíritu de los hombres se encaminaría hacia un comportamiento guiado por la razón. Por este motivo, y en un contexto en el que se realizaron descubrimientos arqueológicos importantes de vestigios de la antigüedad, se vuelve a los ideales clásicos, tras los desenfrenos del barroco, como un nuevo Renacimiento, aunque muy distinto al primero.

Si el renacimiento se inspiró en la Roma clásica, el neoclasicismo tiene al alcance el redescubrimiento de la antigua Grecia, gracias al desarrollo de la arqueología y al descubrimiento de ciudades como Herculano y Pompeya, en 1738 y 1748 respectivamente, las cuales se habían mantenido sepultadas bajo material volcánico, y por lo tanto, ocultas a los ojos de Europa y del mundo. El rigor científico de la arqueología de la época permitió a los neoclasicistas un acceso más directo a su inspiración que la que tuvieron los renacentistas a través de los tratados y algunas obras.

Por este resurgimiento de Grecia, en el neoclasicismo imperarán los órdenes dórico y jónico por su sencillez y su carácter digno, así como la recuperación del templo griego, como una de las manifestaciones arquitectónicas más comunes. Para Leo Von Klenze, exponente neoclasicista alemán, “solo había y sólo hay Una arquitectura, y continuará habiendo sólo Una arquitectura, la que encontró la perfección en la época histórica y cultural de la Grecia clásica.” (GYMPEL, 1996, p. 64.)

El neoclasicismo fue la expresión artística de este movimiento ideológico ilustrado, que al oponerse al barroco, por ser recargado y ornamentado con exageración, significaba oponerse a las instituciones nobles y religiosas, quienes poseían este arte. Por eso se dice que el neoclasicismo tuvo un carácter popular, porque fue el adoptado por la burguesía, mientras que el renacimiento había sido privilegio de los ricos y poderosos. Además, en una época donde importaba más saber que creer, ya que la religión dejó de ser la prioridad de la sociedad, las edificaciones más importantes fueron las del estado: edificios administrativos, escuelas, bibliotecas, teatros y museos. Lo anterior revela el pensamiento ilustrado que pretende reemplazar la religión por la educación, y mostrar  el nuevo régimen político sobrio (la república) contra la monarquía (propia de grandes palacios y monumentos barrocos).

La arquitectura del neoclásico se considera progresista por su espíritu científico que eliminaba el exceso de ornamentos sin sentido y se basaba en leyes objetivas de los cánones clásicos, pero al mismo tiempo presenta un tradicionalismo retrógrado. A diferencia del barroco clasicista, que según Chueca Goitia, entiende los órdenes clásicos como el elemento lingüístico que anima los cuerpos arquitectónicos, en el clasicismo romántico del neoclásico, los órdenes se desgajan del cuerpo arquitectónico, llegando a extremos de protagonismo que a veces son ridículos.

Panteón, Roma

Panteón, Roma

La arquitectura del mundo antiguo se convirtió en algo sacro, algo que había que venerar y rendir culto, y por lo tanto se debía conservar tal y como había sido. Por eso, los arquitectos y escultores cometieron el error de reproducir las obras del mundo clásico hasta el grado de darle un aspecto de antiguo. Los ejemplos del arte clásico se congelan y se reproducen y así la arquitectura neoclasicista tendrá esa frialdad y falta de interpretación. Esta es la principal distinción entre la arquitectura del renacimiento y la del neoclasicismo: la primera adoptó y recuperó los elementos de la antigüedad clásica, pero se sirvió de ellos para realizar nuevos lenguajes formales y composiciones espaciales, por medio de su reinterpretación. Por su parte, los arquitectos neoclásicos tomaron los elementos clásicos, los copiaron y les dieron ese papel protagónico. Además, estos últimos no sólo se inspiraron en la arquitectura grecorromana, sino también en la renacentista, por lo que algunos autores llegaron a venerar también a Palladio, quien fue renacentista.

También en la escultura se copió tan fielmente el ejemplo, que se realizaron sin color, y no policromas como habían sido las originales. Esta obsesión de los arquitectos y escultores por reproducir las obras del mundo clásico fue la mayor falla del neoclasicismo, sin embargo, representaba los anhelos de una sociedad y más que ser un error “tenía un verdadero fondo social, pues los ideales austeros y sencillos de la revolución, convenían perfectamente en este nuevo concepto de limpieza”. (LOZANO, 1976, p.466).

Es importante recordar, que esta rigurosidad en la recuperación del pasado arquitectónico, fue también motivada y respaldada por la existencia de las Academias artísticas, que surgieron también en esta etapa, y que instituyeron las características que debía tener la arquitectura de la época, de acuerdo a los gustos y preferencias de las clases intelectuales y poderosas.

Historicismo: hijo del neoclasicismo

El historicismo se desarrolló en el siglo XIX y principios del XX. Fue una época de crisis estéticas donde a pesar de los progresos tecnológicos y constructivos, éstos no encontraban una expresión formal adecuada, y los principios formales seguían basándose en la arquitectura del pasado, aún considerada por los arquitectos como un lenguaje estético legítimo.

Las diversas corrientes historicistas se esforzaban por recuperar la arquitectura del pasado, imitando estilos arquitectónicos como el románico, el gótico, el renacimiento, entre otros, añadiéndole características culturales de su actualidad, como los sistemas constructivos y materiales, dando lugar a los Neo-estilos.

Esta diversidad y variación de estilos que se desarrollaron al mismo tiempo en distintos lugares, se adaptaron a las condiciones culturales del sitio y se fueron forjando estilos regionales propios.

Fue el historicismo el estilo de la escenografía, donde los usos ya no concordaban con los programas originales de las tipologías antiguas, lo que provocó que fábricas o centrales eléctricas fueran disfrazadas de ayuntamientos o iglesias, o que cosas nuevas como el ferrocarril (las estaciones) se “envolvieran” con algo conocido como un castillo normando.

Asimismo, las ciudades se esforzaron por embellecerse por medio de la construcción de todo tipo de arquitectura del pasado para cualquiera que fuese el uso; se restauraron edificios preexistentes, “corrigiendo” imperfecciones estilísticas, añadiendo o eliminando elementos, que más que hacer una mejoría, perjudicaron la historia y el lenguaje legítimo de dichas obras.

Romanticismo

Con la progresiva pérdida de influencia por parte de la Academia, la corriente neoclásica y el arte de la razón y de normas fijas que ésta proclamaba fue perdiendo validez, al ver los aspectos negativos que esta misma sociedad industrial de la razón revelaba, cuestionando así sus resultados.

La respuesta fue a partir de 1830 el romanticismo. Los intelectuales buscaron un ideal divino ante la industrialización y mecanización y ante los ideales que se perdían por la conquista económica. Basados en el individualismo del artista, buscarán nuevas alternativas para recuperar las referencias históricas de culturas diferentes a las clásicas. Así, los románticos volverán la mirada hacia la edad media, por su inspiración en la naturaleza y en las hazañas caballerescas medievales que inspirarán la literatura y la música. En esta época se realizaron viajes hacia el Oriente, de donde se obtenían motivos para nuevas temáticas, fusionándolos con los elementos del medievo occidental.

El estilo arquitectónico imperante fue el gótico, pues simbolizaba independencia económica, ya que en el medievo había triunfado la burguesía y así ocurriría en este momento de ilusión. Además, porque este estilo ojival era lo opuesto a lo renacentista y grecorromano, mismos que aludían a Napoleón, quien simbolizaba lo antilibertario y de lo que pretendían liberarse. Como se comenzó a emplear el concreto armado como material para las construcciones, no todos los elementos de la arquitectura gótica  serán estructurales sino decorativos, es decir, el neogótico será aparente e ilusorio. También el hierro fue un material muy utilizado, y el estilo se presentará tanto en edificaciones de carácter religioso como en residencial y hasta industrial, como ocurrió con las estaciones de ferrocarriles.

No obstante el gótico fue el predominante en Inglaterra y Francia, en Italia el romanticismo vuelve la mirada hacia el Renacimiento.

El edificio parteaguas del historicismo neogótico fue el Palacio de Westminster en Londres, obra de Charles Barry y Augustus Welby Pugin, en el que se utilizó un estilo antiguo, con sus normas rigurosamente aplicadas, en una nueva función arquitectónica. Debido a este nuevo programa y a las dimensiones y proporciones del edificio, los elementos góticos tuvieron que ser repetidos y adaptados, hasta decorar todo el edificio como un enchapado, logrando así su apariencia gótica.

Eclecticismo: ¿el final de los Neo-estilos?

De la misma manera en que el renacimiento se fue transformando hasta el barroco y posteriormente, el rococó, el historicismo romántico reaccionario al clasicismo, desembocó en un “movimiento multiestilístico, decorativista y de notable banalidad formalista”: el eclecticismo. (TOCA, 1989, p.56). El descubrimiento de ruinas históricas y el conocimiento de nuevas tierras fuera de Europa llevó a la utilización de referencias persas, egipcias, hindúes, chinas, en la arquitectura del continente, pero que a diferencia de los neo-estilos, que imitaban un estilo en particular, en el eclecticismo lo que ocurrió fue una mescolanza de estilos.

Eclecticismo viene el verbo griego que significa escoger, y el estilo se llama así, porque los hombres de la segunda mitad del siglo XIX lo que hacen es escoger del catálogo de la historia lo que más les interesa. Será el periodo más complicado de la arquitectura y el más decadente, en el que existirá una exageración y abundancia de las distintas tendencias que se entrecruzan, y por las diversas versiones de carácter nacional, en los intentos de cada país por imprimirle a la arquitectura su lenguaje propio.

Uno de los ingredientes de esta arquitectura es el monumentalismo, que surge con la arquitectura del Segundo Imperio en Francia, con la cual Napoleón III quiso imponer una imagen de su pujanza personal y del poderío de su imperio. Bajo este anhelo, se construyeron en París, obras como el nuevo Louvre y la Ópera  de Garnier o de París.

 

La nueva nueva arquitectura: un adiós al pasado

Aun cuando la era moderna había comenzado, en el siglo XIX, aún no se hallaba la arquitectura moderna. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, gracias a la capacidad productiva de hierro ocasionada por la industrialización, se hizo cada vez más común el empleo de este material para la construcción de edificios. Así, con el Christal Palace de Joseph Paxton para la Exposición Internacional de Londres en 1851, se inauguró la construcción racionalizada, ya que el edificio se componía sólo de piezas prefabricadas de hierro y vidrio. De este modo, se desencadenó la arquitectura de ingeniería, con ejemplares como la Torre Eiffel o la Galeries des Machines.

Sin embargo, se creía que estos edificios no eran arquitectura, y por lo tanto, las estaciones del tren hechas de hierro, se seguían disfrazando en sus fachadas con edificios históricos de piedra. Poco a poco, se fue manifestando el hierro visto en ejemplos como la Biblioteca Nacional de París de Henri Labrouste, y el material llegó para quedarse en la arquitectura, al sustituir la construcción maciza por una de entramados, es decir, las estructuras que permitían mayores posibilidades en cuanto a claros, alturas y número de niveles por edificio.

Posteriormente se originó el Modernismo, con formas aún rebuscadas inspiradas en la naturaleza, que por la dificultad de su construcción, dejaron de utilizarse porque no resolvían la urgencia de viviendas que las crecientes ciudades demandaban. Sin embargo, sus planteamientos teóricos y su mentalidad establecieron una tendencia hacia “la fluidez, movimiento, gracilidad y toques ligeros” de la arquitectura; “los materiales no debían ‘forzarse’  ni disfrazarse más, sino que debían tratarse y conseguir que tuvieran un buen efecto según su naturaleza”. (GYMPEL, 1996, p.81).

Luego de los variados intentos de arquitectos como Adolf Loos, quien consideraba el ornamento como un crimen, Peter Behrens, quien ya se había despojado del ornamento pero aún tendía a la monumentalidad neoclásica,  hasta llegar a Walter Gropius, Adolf Meyer, Mies Van der Rohe y Le Corbusier, la arquitectura fue modelándose en lo que conocemos hoy como racionalismo. Éste se impuso como un “Estilo Internacional” y hasta la fecha, sigue siendo la fuente de inspiración de la arquitectura más contemporánea, la de las cajas sin ornamentos, de materiales aparentes, de estructuras transparentes, la arquitectura del “menos es más”.

Casa Farnsworth, Illinois, EEUU, de Mies van der Rohe

Casa Farnsworth, Illinois, EEUU, de Mies van der Rohe

 

Regreso al pasado en tiempos de la nueva arquitectura

El análisis anterior no es más que una vista rápida de lo que sucedió con la arquitectura después de que el Renacimiento llegara a su fin; toda esa serie de cambios que la llevaron a repeticiones tras repeticiones hasta que se vieron las primeras innovaciones o cambios radicales después de un largo período. El siglo XX con la aparición del racionalismo representó un parte aguas en la arquitectura, como lo fue el gótico en la Edad Media, es decir, apareció una arquitectura nunca antes vista. Si bien se conservaron algunos principios conceptuales y teóricos de otras épocas, como la geometría de los volúmenes arquitectónicos puros, la manifestación de dichos principios fue muy distinta a lo visto anteriormente, pues por primera vez la obra es despojada totalmente del ornamento.

Lo interesante es que en pleno siglo XXI, aunque aparecieron y existen otros muchos “estilos” o formas de hacer arquitectura que se desarrollaron durante todo el siglo XX, como el deconstructivismo, el high tech, la arquitectura orgánica, entre otras, existe una tendencia muy fuerte de la arquitectura que llamamos “contemporánea” de regresar a principios y mediados del siglo XX. La época más actual es como un renacimiento del racionalismo del siglo pasado, donde lo que vemos hoy en día como “muy moderno” (utilizada la palabra en el sentido de súper novedoso), realmente es lo mismo que se ha visto desde los años 20’s o 30’s pero reinterpretado, adaptado a las nuevas tecnologías, materiales y tendencias.

De este modo, encontramos ejemplos de casas con planta libre, donde los servicios se encuentran “encerrados” en un módulo para dejar todo lo demás sin divisiones, y muy importante característica es la apertura hacia el exterior. La siguiente comparación evidencia esta reinterpretación (renacentista) de la espacialidad, donde la premisa es abrirse totalmente al espacio exterior, y la barrera entre interior y exterior se convierte en una línea difusa. Por supuesto, las proporciones de la planta, la manera de resolver la estructura—la segunda permite aún más desaparecer la “envolvente” de la casa, eliminando las columnas perimetrales—y los materiales, son distintos, pero se conserva el concepto o idea principal, sesenta años después.

Por otra parte, existirán los casos tipo neoclasicistas, que más a que la reinterpretación renacentista, recurrirán a la imitación literalde ciertas obras aceptadas como maestras, tanto en la cuestión espacial, como en la apariencia de sus elementos.

Conviene considerar que después de menos de un siglo sea “normal” que la arquitectura siga desarrollándose en un cierto camino, si pensamos en que algunas corrientes arquitectónicas del pasado se prolongaron por mucho más tiempo, y que probablemente (o seguramente) llegue a un momento de cambio mucho más notable en el futuro.

Sin embargo, mientras la nueva arquitectura del siglo XX evoluciona para fusionarse con la del siglo XXI, el clasicismo sigue haciéndose presente, en un tiempo donde ni si quiera los sistemas constructivos responden al lenguaje clásico. Algunos intentos serán meras reproducciones de los elementos clásicos mientras otros se verán como reinterpretaciones; así también, algunos parecerán más acertados que otros.

 

Neoclasicismo en el Siglo XX

Aunque el período de la arquitectura neoclásica es considerado entre los siglos XVIII y XIX, y cuya ruptura sería en 1848, cuando aparece el romanticismo de la revolución, todavía en el siglo XIX podemos encontrar ejemplares de arquitectura inspirada en la época clásica: un nuevo neoclasicismo. Los ejemplos incluidos denotan ya un aspecto muy distinto, con el mismo lenguaje clásico pero con cada vez menos ornamentación. Así, se rescatan los principios generales y algunas formas, pero se adaptan a las necesidades de su época y son introducidos nuevos materiales, como los ventanales de cristal del teatro de la Ópera de Coruña, así como nuevas espacialidades como el vestíbulo del Teatro Fraga.

Ejemplos de neo-neo clasicismo en Guadalajara

Casa en Niño Obrero

Adición de elementos del templo griego a un volumen puro, un cubo: columnas adosadas al muro con capiteles de orden corintio, y sobre las que descansa un tímpano triangular. Llama la atención la repetición del tímpano en el tragaluz que se aprecia en lo más alto de la casa, así como el hecho de que sólo los elementos frontales mencionados y las puertas de ingreso, son los únicos con carácter clásico, a diferencia del cuerpo predominante, con sus muros tan lisos y sus ventanas tan rectilíneas y sin ornamento alguno. Además, se trata de columnas geminadas, típicas del renacimiento, ya que el templo griego las presentaba aisladas.

Casa en niño obrero

Departamentos en Lapislázuli

Elementos renacentistas presentes en la fachada del edificio: en primer lugar, la simetría. La fachada adopta la forma de una ventana serliana en cada una de las mitades, que abarca los tres niveles del edificio. El saliente del centro con su ojo de buey, que solo sirven para complementar la fachada y la intención de arcos y líneas curvas.

Lapislázuli

Casa en Puertas del Tule

Esta casa podría llamarse ecléctica porque emplea elementos de distintas épocas de una manera muy mezclada y sin un orden coherente, lo que hace difícil su lectura. Tiene tímpanos de los dos tipos: rectos y curvos. Es interesante cómo los tímpanos en amarillo se suceden al igual que en el renacimiento: el curvo encima del recto, para que la curva evitara que se fugaran hasta el cielo las rectas del triangular. Lógicamente, en este caso es meramente un adorno, pues el tímpano curvo se encuentra en un plano anterior, y sólo se aprecia desde la acera de en frente y no precisamente al estar viéndolo justo afuera de la casa. Las columnas por supuesto no pueden faltar, aunque más bien son coloniales, y hasta la puerta del jardín parece tender hacia el modernismo de Gaudí.

Tule

Conclusión

El reconocimiento de la importancia de una cultura por encima de otras caracterizó el desarrollo de la mayoría de los movimientos o corrientes culturales europeos desde el Renacimiento. (TOCA, 1989, p.54). De este modo, unas corrientes reaccionan a otras al mismo tiempo que se arraigan en las anteriormente vistas consideradas como valiosas y dignas de recuperarse.

Después de que los renacentistas iniciaran el clasicismo, éste se ha deslizado por todas las épocas subsecuentes al Renacimiento, de las maneras más variadas posibles, como se vio, dando lugar a obras que intentan adaptarse a su tiempo y su espacio, pero exaltando los valores estéticos de las épocas gloriosas pasadas.

Algunos intentos son expresamente clasicistas, como las obras de los arquitectos contemporáneos que tomaron como su estilo, el clásico, y lo que hacen es un neo neoclasicismo. Otros, pretenden arraigarse más a su época, pero incluyen algunos elementos clásicos, generando así fusiones extrañas tanto para su época como para la época en que se inspiraron.

Se puede considerar entonces, que la historia de la arquitectura es un devenir en espiral, que ha creado un catálogo histórico a veces repetitivo. Y como en la actualidad no existen reglas fijas como las había con las Academias, se puede recurrir libremente a inspiraciones historicistas, que hasta la fecha no han dejado morir el clasicismo.