Cuatro estudiantes del ITESO viajaron a Chilón, Chiapas, donde participaron en proyectos comunitarios. Una experiencia que transformó su perspectiva del tiempo, las relaciones humanas y su vida profesional

 Cuatro estudiantes atravesaron en auto las montañas de la selva norte de Chiapas para llegar a Chilón, un pueblo tseltal en donde se han desarrollado iniciativas cooperativistas con el objetivo de recuperar el control sobre los recursos, preservar el territorio y garantizar condiciones de vida dignas para sus comunidades.

Adriana Varela, estudiante de Psicología, Paloma Aceves de Ingeniería Ambiental, Paula Macías egresada de Diseño y Grecia Rodarte de Mercadotecnia y Dirección Comercial, llegaron hasta allí como parte del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) «Economía Social y Solidaria» del ITESO, en colaboración con la organización Yomol A’tel.

Yomol A’tel, que en tseltal significa “juntos trabajamos, caminamos y soñamos”, es una agrupación de diversas empresas y cooperativas de la región. Entre las principales están Ts’umbal Xitalha’, dedicada a la producción de miel y café; Bats’il Maya, tostadora y empacadora de café; Capeltic, una red de cafeterías que comercializa café orgánico; Xapontic, marca de jabones y cosméticos artesanales; Chabtic, dedicada únicamente a la apicultura; y Comon Sit Ca’teltic, microfinanciera comunitaria. Todas ellas trabajan de forma articulada para fortalecer la autonomía de las comunidades y construir una economía más justa y sostenible.

Por siete semanas las estudiantes se integraron a distintos proyectos dentro de la cooperativa. Más allá del trabajo técnico, vivieron una experiencia profunda de intercambio cultural, aprendizaje colectivo y reflexión sobre otras formas de vivir, producir y convivir.

Las alumnas se habían preparado para el choque cultural que les habían anticipado. De hecho, ese fue uno de los aspectos que más les atrajo al elegir este PAP: la oportunidad de viajar, conocer otras realidades y aplicar sus conocimientos lejos de casa. Sin embargo, el paisaje, el predominio de la lengua maya tseltal en muchas de las comunidades y una cultura contemplativa transformaron su perspectiva sobre el tiempo, el trabajo y la vida.

“Nos adaptamos. Aprendimos a simplemente estar. Tienen una vida sencilla y bonita, con lo más esencial. Cultivan lo que comen, tienen su ganado, sus gallinas. Todos son comadres y compadres y se la viven muriéndose de risa”, dijo Paula, sin olvidar que la vida rural también conlleva retos y dificultades.

Paula colaboró con Grecia en la creación de un banco de imágenes para la organización capturando la esencia de sus procesos productivos. Además, diseñó una serie de ilustraciones sobre la cadena de valor del café, que luego serán utilizadas en su página web y materiales de divulgación. También diseñó mobiliario físico para una de las cafeterías de Capeltic. “En diseño siempre nos motivan a ser creativos a -pensar fuera de la caja- Estando allá se me ocurrían un montón de soluciones, pero después chocaba con la realidad de que sólo había dos personas trabajando en esa área”, señaló.

Como estudiante de ingeniería ambiental, a Paloma se le asignó la reconstrucción de un vivero comunitario que había sido abandonado tiempo atrás. Desde cero, levantó estructuras, preparó camas de cultivo y sembró plantas aromáticas, café y hortalizas, pensando en las necesidades de las comunidades y de las mujeres que elaboran cosméticos. A lo largo de este “proyecto vivo”, puso en práctica su conocimiento técnico al que integró los saberes de la comunidad.

“Creo que ha sido de las mejores cosas que he vivido. Me mostró mucho de mí misma, de cómo quiero seguir avanzando y cómo quiero relacionarme con la gente […] Lo que logré fue gracias al trabajo en equipo, en comunidad, apoyándonos. La belleza existe en la manera tan genuina en la que puedes conectar con las personas”, dijo Paloma.

Adriana se integró a la Comisión de Género, donde colaboró con la promotora local en la implementación de protocolos contra la violencia y el abuso. Impartió talleres sobre contención y regulación emocional, elaboró materiales de apoyo, y una investigación sobre la vivienda tseltal, enfocada en cómo sus características arquitectónicas contribuyen al bienestar de quienes las habitan. Gracias a esta experiencia descubrió su pasión por la psicología social: “Me gustaría poder implementar todo lo que aprendí y viví en otros tipos de proyectos”.

Con una mirada estratégica, Grecia se centró en fortalecer la comunicación y presencia digital de la cooperativa. Realizó una investigación de mercado para cada una de las marcas que integran la cooperativa, identificando tendencias, palabras clave y oportunidades de mejora en sus plataformas. “Como mercadóloga siempre he buscado formas distintas de ejercer mi carrera. Justo estaba buscando algo que me demostrara que se podía hacer economía de otra forma, una en la que pudiera abonar a algo bueno”, dijo.

Su estancia en Chilón fue una experiencia de adaptación, aprendizaje y conexión humana. Descubrieron otras formas de vivir y trabajar, que les inspiraron a replantear su papel como profesionales. A buscar caminos más justos y sostenibles.

El cooperativismo, como lo vivieron, se basa en la colaboración, la toma de decisiones compartida y la transparencia. En estas organizaciones todos los socios conocen los ingresos, gastos, procesos, y participan activamente en asambleas. Este modelo no sólo busca la rentabilidad económica, sino también el bienestar colectivo, el respeto por el territorio y la preservación de los saberes locales.

Si quieres conocer más de esta apuesta de economía centrada en las personas puedes participar en las Jornadas de Economía Socual y Solidaria el 1 y 2 de octubre.