La vivencia de la devoción por San José se vuelca en fiesta para agradecer y hacer memoria juntos, y en la que se encarnan algunos valores cristianos que nos vendría bien retomar como sociedad: la memoria, la gratitud, la comunidad, la familia, la confianza, la gratuidad y la fe
Por José Ignacio Maldonado Baeza, SJ, escolar jesuita
En este 2022 se cumplen cuarenta años de la llegada del noviciado de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús a Ciudad Guzmán, Jalisco. Esta ciudad, que oficialmente tiene el nombre de Zapotlán el Grande, ubicada al sur de Jalisco, ha visto nacer a grandes personajes de la cultura mexicana como Consuelito Velázquez, Juan José Arreola y José Clemente Orozco. Sin embargo, recientemente, con la llegada masiva de invernaderos y el cultivo de aguacate, la región vive una sobreexplotación de la tierra y el tema del manejo del agua es cada vez más preocupante.
Entre 2018 y 2020 viví en Ciudad Guzmán mientras estaba en la etapa del noviciado. Justo antes de que la pandemia por el covid-19 llegara, me tocó vivir las fiestas en honor al Señor San José. En un mundo cada vez más individualista y consumista, en el que casi todo tiene un precio y se puede comercializar; en el que a pocos les interesa conocer su origen; en el que tendemos hacia una identidad globalizada perdiendo nuestras riquezas culturales particulares; en el que nos individualizamos y aislamos perdiendo el sentido comunitario; en el que mezclamos el consumismo y el egoísmo con nuestra espiritualidad; las fiestas del Señor San José de Zapotlán vienen a llamarnos la atención para voltear a ellas y encontrar elementos que dejan ver parte del sentido de la fe del Dios de Jesús a través de la religiosidad de Zapotlán el Grande.
La fiesta: memoria viva
En primer lugar, llama la atención que la fiesta sea el 23 de octubre, siendo que, en el santoral, San José tiene su fiesta el 19 de marzo. Esto se debe a que es una “fiesta juramentada”, es decir, que se celebra la fiesta en cumplimiento de un juramento realizado en 1749. Dicho juramento se realizó luego de que un fuerte sismo azotara a la ciudad el 22 de octubre de dicho año. Por ello, los habitantes de la ciudad prometieron hacer la fiesta, para pedir y agradecer su protección ante los sismos que, dicho sea de paso, son muy frecuentes en ese lugar.
Algo muy interesante es que cada año, el 22 de octubre por la noche se lee el juramento en la Catedral. [1] Esto es muy significativo porque se trata de un ejercicio de memoria colectiva. Año con año se lee la palabra escrita de los antepasados que conecta con las nuevas generaciones y recuerda el sentido de la celebración. Es decir, retomando la interpretación del P. José Luis Huerta, “la antigua palabra, se hace nueva”. [2]
Aunado a esto, está el sentido comunitario de la fiesta, el cual viene desde su origen. En el juramento del pueblo de 17493 vemos a una comunidad junta, unida, que proclama a San José como su patrón y protector. El Señor San José une a la comunidad y su fiesta debe hacerlo también. Otro ejemplo de esa forma de proceder es que el juramento pide a la comunidad que apoye a los mayordomos en la obtención de los recursos necesarios para solventar los gastos que la fiesta implica. La fiesta y su preparación son del pueblo, no de un mayordomo.
Además, la fiesta es un motivo de unión de la comunidad. Del 17 al 22 de octubre diariamente hay castillo de fuegos artificiales y banda de música que reúnen a la comunidad en la plaza central. Mientras las parejas comen un elote asado y los jóvenes juegan futbolito, los niños persiguen al “torito”.
El enroso es otro momento de vinculación. El 21 de octubre, un día antes de la Misa de Función, la familia encargada abre su casa para que vecinos, familiares y amigos, ayuden en la elaboración del arreglo que adornará la fachada de Catedral el gran día. Mientras se tejen las flores de cempasúchil, se tejen lazos comunitarios en un ambiente festivo donde se comparte música, ponche, historias, experiencias, risas y, sobre todo, la fe en el Señor San José.
La Misa de Función también une al pueblo con su tradición. Los mayordomos de años anteriores pasan en procesión antes de la celebración. Como preámbulo, escuchamos al pueblo releer parte del juramento con más de dos siglos de antigüedad. Mientras está la misa, en la explanada no paran las danzas orando y agradeciendo a Dios. ¿Qué es la Misa si no el “hacer memoria” de aquella cena en la que se instauró el “sacramento de nuestra fe”?
Orar danzando
Desde semanas antes de la fiesta uno encuentra por las calles cuadrillas de sonajeros y danzantes preparándose para el gran día. Estas danzas tienen una marcada reminiscencia prehispánica: se hacen al ritmo del tamborcillo y la ocarina, la sonaja evoca a las espadas de obsidiana de los antiguos guerreros y los danzantes lo hacen con penachos de plumas y vestimenta con inspiración precolombina. Se valora el pasado y el caminar histórico del pueblo zapotlalteño a través de la danza como forma de oración que enseñaron los ancestros.
Cada año, desde 1997, los danzantes de Ciudad Guzmán también hacen un juramento ante el Obispo en Catedral. Es un acto que puede darnos pistas sobre el sentido de estas fiestas y es una lección contracultural en muchos sentidos. Partiré de algunos de sus puntos para ir compartiendo mi experiencia y visión de estas fiestas.
El día 23 de octubre se hace una procesión con las imágenes de la Virgen María y el Señor San José cargados en andas por decenas de zapotlalteños, precedidos por carros alegóricos, danzantes y sonajeros. Es un día de fiesta para la ciudad, no hay clases en las escuelas y muchos negocios cierran. Las calles se llenan de fiesta y gente de todos los barrios de la ciudad, de diversas clases sociales y edades se reúnen para presenciar en primera fila. Se ven familias y grupos de amigos compartiendo una tostada, un ponche de granada o una cerveza al tiempo que pasa la peregrinación en la que participan cientos de personas. Es un momento de convivencia y comunidad reunida en torno a su Santo Patrono en un ambiente festivo.
Por ello, el punto segundo del juramento pide a los danzantes “[…] evitar que dicha peregrinación sea una competencia […] ya que todos somos miembros de un solo pueblo […]”[4] Estamos acostumbrados a la competencia. Nos dicen que sin ella no puede haber progreso y en la escuela nos educan bajo un sistema de competencias. Olvidamos que juntos podemos más y vamos perdiendo de vista lo esencial de las cosas en ese afán de “ganar al otro”. Los danzantes tienen claro que Jesús nos invita a hacer comunidad, por ello se danza en comunión con el pueblo y con Dios.
Pero, el hecho de que estas danzas no sean una competencia responde a que tienen un sentido más profundo: un sentido de oración. Por ello, el mencionado juramento pide “[…] seguir promoviendo entre las nuevas generaciones las danzas, como una bonita forma de oración que nuestros antepasados nos dejaron para honrar a Dios, a la Virgen y a San José.” [5]
El punto cinco del juramento me parece crucial: “Cuidar que nuestra danza no se convierta en negocio que se enriquezca (sic.) a unos cuantos, sino que sea una verdadera acción de gracias a Dios, Nuestro Padre, por intercesión de Señor San José.” [6] De nuevo nos ubica en lo esencial de la fiesta y nos recuerda el porqué de la celebración y el porqué de las danzas. Se enfatiza el sentido comunitario al pensar en el pueblo y no “en unos cuantos”. Si bien las fiestas pueden generar una importante derrama económica en la ciudad, no se debe poner el aspecto económico como primordial. La fiesta y las danzas tienen un sentido y un para qué: la acción de gracias a Dios. ¡Qué contraste con las “fiestas” que responden primordialmente al consumo!
Igualmente, los danzantes reconocen que la ambición puede traer consecuencias graves de fractura de la comunidad y en el punto sexto juran: “No vender nuestra oración, nuestra alegría y nuestra rica tradición a otros intereses que nos lleven a vivir distanciados.” [7]
Aprender del abuelo
Así es como la vivencia de la fe y la devoción por San José, el padre, el abuelo, el sabio, el protector el pueblo de Zapotlán el Grande camina acompañado y se vuelca en fiesta para agradecer y hacer memoria juntos, como comunidad. Por lo tanto, vale la pena asomarnos a esta fiesta y vivirla, si es posible, para ver cómo se encarnan algunos valores cristianos que nos vendría bien retomar como sociedad: la memoria, la gratitud, la comunidad, la familia, la confianza, la gratuidad y la fe.
Bibliografía
Carbajal, Braulio y Juan Carlos Partida, “Berries, un gigante de la agroindustria al que se resisten las comunidades”, en La Jornada, México, 06 de julio de 2022, https://www.jornada.com.mx/2022/07/06/politica/002n1pol
Castolo, Fernando G., Historia hecha tradición, Ciudad Guzmán, Archivo Histórico Municipal de Zapotlán El Grande, 2013.
Huerta Rodríguez, José Luis, “El juramento: Palabra antigua que se renueva”, en El Puente, no. 105, Ciudad Guzmán, Diócesis de Ciudad Guzmán, octubre-noviembre de 2010, pp. 4-5, https://www.elpuente.org.mx/papelytinta/juramento/
—————————————, Fiestas juramentadas al Señor San José de Zapotlán, Ciudad Guzmán, Catedral de Ciudad Guzmán, 2011.
—————————————, Zapotlán de San José y San José de Zapotlán, Ciudad Guzmán, Catedral de Ciudad Guzmán, 2011.
[1] El primer juramento se realizó en 1747 y fue ratificado en 1749, 1806 y 1986. En la actualidad se lee el juramento de 1806.
[2] José Luis Huerta, “El juramento: Palabra antigua que se renueva”, en El Puente, no. 105, Diócesis de Ciudad Guzmán, Ciudad Guzmán, octubre-noviembre de 2010, pp. 4-5.
[3] “Juramento de 1749”, en: Fernando G. Castolo, Historia hecha tradición, p. 7.
[4] “Juramento hecho a San José por las danzas de Zapotlán el día 13 de octubre de 1997”, en: José Luis Huerta Rodríguez, Fiestas juramentadas al Señor San José de Zapotlán, Ciudad Guzmán, Catedral de Ciudad Guzmán, 2011, pp. 38-39.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.