Por Mariana Espeleta, profesora del Centro de Investigación y Formación Social e Integrante de la Red de Género del ITESO
El 25 de noviembre es el Día Internacional por la Erradicación de la Violencia contra a las Mujeres ¿Por qué no simplemente un día en contra de la violencia? ¿Por qué no hay día en contra de la violencia que sufren los hombres? A menudo tengo que responder a estas preguntas y cada vez de forma más frecuente encuentro el argumento de que los hombres también sufren violencia y nadie la denuncia.
Quiero aprovechar este espacio para hacer algunas consideraciones al respecto.
La violencia en contra de las mujeres, denunciada por organizaciones sociales e instituciones internacionales como la ONU, es una violencia histórica que se arrastra a lo largo de los siglos de forma generalizada y constante en muchas culturas –occidente incluido–, a menudo legitimada por las leyes (lo cual no le sucedió a los hombres, excepto si eran negros o indígenas).
¿Sabías que hasta bien entrado el Siglo XX muchos códigos civiles de diversos países autorizaban a los maridos a golpear a sus esposas para corregirlas? Hoy en día esto ha sido eliminado de los códigos latinoamericanos, pero en muchos países la policía y los jueces se hacen de la vista gorda ante las golpizas que sufren las mujeres, y en muchos casos el sistema penal obstaculiza la justicia.
Sabemos que hay casos de hombres golpeados por sus parejas (y que esto va en aumento), pero todas las estadísticas nos indican que la mayoría de las veces que un hombre es atendido por lesiones, es otro hombre quien se las ha provocado, todo lo contrario a lo que ocurre cuando una mujer es atendida por esta misma causa.
Obviamente, los golpes son solamente un aspecto del fenómeno de la violencia. Las mujeres en todas partes del mundo sufren muchas otras formas de violencia: violencia sexual, acoso callejero, menor sueldo por igual trabajo, trabajo forzado, negación del derecho a la propiedad y un montón de etcéteras.
En estos rubros también encontramos que los hombres padecen violencia, pero nuevamente las cifras nos señalan la menor proporcionalidad y, sobre todo, que la mayoría de agresores nuevamente son ¡otros hombres!
En este punto vale la pena resaltar que la frecuencia y la cotidianeidad de la violencia que sufren las mujeres –también en países desarrollados– es mucho mayor. En la simple experiencia de caminar por la calle resulta palpable la diferencia dependiendo de tu sexo: ¿Qué tan vulnerable te sientes? ¿Cuántas veces en un trayecto te sientes amenazada o amenazado? ¿Qué tanta atención indeseada recibes? ¿De quiénes proviene? El simple hecho de responder estas preguntas de forma honesta, pone las cosas en perspectiva.
A pesar de todo lo anterior, lo que me interesa resaltar es que la violencia en contra de las mujeres no es solamente histórica, ni cotidiana, sino sistemática.
Con esto quiero decir que, además de ser una práctica instalada y legitimada culturalmente, forma parte de un orden social específico que establece jerarquías y da poder a unos individuos sobre otros, en lo particular, y a un grupo social sobre otro, en lo general.
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El 31.8% de las mujeres con 15 años o más ha sufrido violencia a lo largo de su vida a través de situaciones como: tocamientos o manoseos, agresiones físicas, frases ofensivas de carácter sexual, insinuaciones o propuestas para tener relaciones sexuales u obligación de mirar o realizar actos sexuales”, a decir de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, elaborada por el INEGI.
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El número de mujeres que mueren víctimas de la violencia intrafamiliar en México (4.4%), cuadruplica el número de hombres (1.1%), según cálculos de la profesora Espeleta.
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Del total de víctimas de secuestro y delitos sexuales, el 84% son mujeres y el 15.9% son hombres. En las estadísticas oficiales del Gobierno de México, el secuestro y los delitos sexuales no están clasificados de manera separada.
Así, por el simple hecho de ser de un grupo o de otro, estás en ventaja o desventaja social. Por supuesto, este sistema no solamente establece la supremacía de lo masculino (y de los hombres) frente lo femenino (y las mujeres), sino también de los blancos frente a los negros (u otras pertenencias étnicas “de color”), de los ricos frente a los pobres, etcétera.
Esta es la razón por la cual encontramos que al rechazar la violencia en contra de las mujeres, muchas mujeres son atacadas de forma virulenta. Si una mujer rechaza un “piropo” en la calle, ¿qué le dicen?
Basta leer los comentarios que reciben algunas actrices que se suman a campañas de rechazo a la violencia en sus redes sociales: insultos, amenazas y burlas. Algunas activistas por los derechos de las mujeres han sufrido cárcel o severos ataques corporales por sus denuncias.
¿Quién se beneficia de la violencia contra las mujeres? A escala mundial, la violencia contra las mujeres también es un negocio rentable (ver recuadro), y la explotación doméstica, muchas veces esclavitud producto de matrimonios forzados, es un problema grave que existe en muchas partes del mundo, incluyendo los países desarrollados.
En el llamado primer mundo, muchas mujeres mueren cada año a manos de sus parejas o exparejas y los índices de violaciones se mantienen altos. ¿Crees que esto podría ser una forma de control, de evitar que las mujeres se sientan poderosas y libres?
Por último, necesitamos hablar de feminicidio, es decir, un asesinato cometido en contra de una mujer por el solo hecho de ser mujer, un crimen de odio que en la mente del agresor está justificado por su derecho como hombre de arrebatar la vida a una mujer (muchas veces por él considerada “su” mujer).
Las cifras en todo el mundo son alarmantes y van en crecimiento.
Sí, es verdad que los hombres también padecen violencia relacionada con su género, algunos a gran escala, como en las guerras, pero, ¿de dónde viene esta violencia? ¿Quién la produce y quién se beneficia de ella?
La violencia contra las mujeres es un problema social que necesitamos denunciar, puntualizar, combatir y erradicar con toda nuestra fuerza para que no se expanda.
Ya no más violencia de género en la universidad
Los contenidos de sitios como “Pollos ITESO” (Facebook) o “I Love ITESO” (Instagram) –fotografías de mujeres y hombres tomadas sin su autorización con el objetivo de calificar sus atributos físicos– propiciaron una serie de acciones y comentarios de integrantes de la comunidad universitaria en torno a la violencia de género, el machismo, el sexismo y el derecho a la privacidad. Ambos sitios fueron cerrados gracias a esta movilización.
A partir de estos y otros acontecimientos, el CLIT Colectivo (lo puedes contactar en Facebook) redactó el siguiente texto:
Cuando la página de Pollos ITESO se visibilizó comenzamos a ver movimientos para darla de baja. I Love y Pollos ITESO llegaron para evidenciar la vulnerabilidad y discriminación de las conductas que se pueden llegar a producir en la cotidianidad, incluso en la misma universidad.
Más de alguno se habrá de preguntar qué de malo tiene subir una foto sin autorización a un sitio web. Pareciera que no se dan cuenta que la privacidad es fundamental para la seguridad de todas y que monitorearnos es lo que hacen los acosadores.
Hay diversas maneras de vivir la violencia en internet, mediante el acoso, hostigamiento, robos de identidad, etcétera. En mayor medida se dirigen en contra de mujeres. Según estadísticas de la organización WHOA (Working to Halt Online Abuse), el 72.5% de las víctimas fueron mujeres, mientras que un 22.5% eran hombres. Esto perjudica a las personas en su reputación, posible aislamiento, alienación y movilidad limitada. (http://bit.ly/1MXTcIl).
Realizamos el foro “Lo que sí somos” para dejar en claro que nos rehusamos a estar subordinadas al escrutinio objetivizado y limitado, porque reconocimos que dejamos de ser respetadas. En diversas actividades buscamos el asesoramiento de la Red de Género y de académicos que se fundamentan en la investigación sobre el tema.
A pesar de que la organización invitó a quienes habían señalado, espiado, calificado, estos no aparecieron. Entendimos que el costo para el agresor es mucho menor que para quien es apuntado; la pantalla es su escudo protector.
Al posicionar el tema reconocimos que no estamos solas y entendimos que la violencia de género se vive tanto en mujeres como en hombres.
Entendemos que a pesar de haber alcanzado el sufragio hace mucho tiempo, aún no se reivindican nuestros derechos jurídicos y humanos, es por esto que en esta lucha estamos juntas, dialogamos e invitamos a discutir posturas epistémicas con la premisa de que encarnamos un proceso de autonomía.
El reto más grande es construirnos como mujeres fuera de los procesos heteropatriarcales. CLIT Colectivo