La Biblioteca del ITESO, profesores y estudiantes voluntarios trabajan con la población de Tacota, Jalisco para conformar un centro cultural comunitario

Por Andrea Cajiga

El Centro Cultural Comunitario de Tacota es la respuesta de una comunidad a la necesidad de que sus infancias y juventudes tengan un espacio para desarrollarse, divertirse y fortalecer el tejido social. Con ayuda de las voces de los profesores, estudiantes y miembros voluntarios, reconstruimos el camino de este sueño que se convirtió en idea y que cada día está más cerca de ser una realidad.

Ubicada en el municipio de Atengo, Jalisco, Tacota se encuentra a las faldas de la Sierra de Quila, a unas tres horas y media desde Guadalajara Su población se conforma por unas 150 personas, entre ellas un grupo de madres de familia que marcó el comienzo de este proyecto al rehabilitar este año un espacio abandonado para construir una biblioteca comunitaria para los niños, niñas y jóvenes de Tacota, así como para las poblaciones aledañas de El Macuchi, San Pedro y Trigo.

El proyecto apuesta por ser un centro cultural que cuente con una biblioteca, un salón de clases y otro salón de usos múltiples para talleres, clases de música, proyecciones de cine y diversas actividades culturales.

Al inicio ya se contaba con un acervo de más de 5 mil libros que había que limpiar, descartar, catalogar y acomodar. Para lograrlo, la Biblioteca del ITESO había donado estanterías de sus antiguas instalaciones, a partir de este año, gestiona y acompaña las labores del plan de trabajo. El sueño se ha puesto en marcha.

El proyecto inició formalmente en este semestre a partir de dos primeras etapas que consideran la limpieza del espacio, revisión de los libros y catalogación del material. La tercera etapa será la gestión de préstamos a partir de la capacitación a un responsable de la comunidad.

A su vez, está involucrado el PAP “Programas de Fortalecimiento de Organismos de la Sociedad Civil”, con los profesores Ruth Rangel y Ricardo Ruiz, que trabajan con la comunidad desde hace varios años. “Una comunidad organizada puede lograr lo que se propone”, afirma la profesora Ruth.

“Se han acercado niños y jóvenes entre los 11 a 17 años para colaborar en el armado de su biblioteca. La experiencia de trabajar con ellos ha sido sumamente rica pues ha sido un aprendizaje mutuo», comparte Melissa García, integrante de la Biblioteca del ITESO y voluntaria del proyecto junto a sus colegas Ámbar Trujillo y Adán Juárez.

Para Adriana Morelos y Josué Ochoa, ambos estudiantes de la carrera de Gestión Cultural y quienes se apuntaron como voluntarios de las visitas organizadas, la experiencia ha sido enriquecedora en lo personal y para su formación profesional.

Adriana es alumna de quinto semestre y tiene un interés particular en este proyecto, pues es originaria de Tacota, al igual que su padre Martín Morelos, integrante de la Oficina de Seguridad del ITESO, y quien hizo el primer contacto con el profesor Ricardo Ruiz al platicarle e invitarle a conocer lo que estaba haciendo la gente de su comunidad.

Por su parte, Josué Ochoa se enteró del proyecto a través de un grupo de Facebook, al que también pertenecía la profesora Ruth Rangel. En sus visitas se ha involucrado en la clasificación y limpieza de libros, además de la sistematización de una base de datos. Lo que más ha sorprendido al estudiante de octavo semestre ha sido la insistencia de la comunidad para que las cosas sucedan. “Aprendí que las herramientas para los derechos culturales emergen desde el interés y la inquietud de las personas”, reflexiona. “Mientras trabajamos escuchamos comentarios como «ya quiero leer este libro” o “ya quiero llevármelo”, añade Melissa.

El acervo se conformó por donaciones y destaca por su colección de libros de literatura infantil, poesía, novela, historia, geografía, biología, matemáticas, física, así como ejemplares académicos sobre educación, género, administración y medio ambiente.

La cultura como vehículo de desarrollo

Con 30 años de experiencia como consultor de proyectos en comunidades rurales, Ricardo Ruiz afirma que en Tacota sucede un fenómeno compartido con otras poblaciones: niños y jóvenes tienen demasiado tiempo libre después de la escuela. De ahí la importancia de saber cómo aprovechar estas horas.

He platicado con muchachos y muchachas de la comunidad y el punto en común es: no tenemos en qué ocuparnos”, relata el profesor PAP. Con esto coincide Adriana, quien recuerda la escuela y las canchas de su comunidad perpetuamente vacías.

“Mucha gente que desea transformar las condiciones de una comunidad olvida la importancia de intervenir en la cultura e incentivar la gobernanza de la toma de decisiones. Soy creyente de que la cultura es un vehículo de desarrollo”, sostiene el profesor.

Desde la perspectiva de Ruth Rangel, estos espacios de disfrute deben promover la exploración y la capacitación en diversos temas de interés para la propia comunidad y así lograr un sentido de identidad y pertenencia. “Ideas que surjan de la misma comunidad y que sean realizadas por ellos mismos. Un proyecto que sea dinamizado a partir de las propias acciones de las personas que lo viven”.

Para primavera se prevé terminar con la catalogación del acervo y pasar a la capacitación de una persona que gestione el préstamo de libros. También se quiere tener un semestre de actividades de vinculación entre la biblioteca y su comunidad. «Se piensa que esta biblioteca sea un espacio vivo donde sucedan cosas que fomenten el sentido de comunidad y establezcan vínculos», concluye Melissa.