El coloquio Bienes Comunes, Extractivismo y Sistemas de Seguridad reunió a académicos de distintas instituciones, quienes compartieron experiencias y análisis concretos en torno a actitudes y políticas extractivistas en el mundo y en América Latina

La Tierra no nos basta. Actualmente, hay empresas y proyectos de Estados Unidos, China y Emiratos Árabes Unidos, por mencionar algunos, para explotar minerales en la Luna y en otros cuerpos celestes; incluso, hemos llegado al absurdo de tener “emprendedores” que están lotificando el satélite terrestre, así como Venus y Marte, y te venden un título de propiedad. 

Ésta y otras actitudes extractivistas fueron abordadas por académicos durante el panel “Extractivismo y seguridad: análisis multiescala de experiencias concretas», dentro del coloquio Bienes Comunes, Extractivismo y Sistemas de Seguridad, organizado por el Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, SJ, del ITESO (CUDJ). 

“Esto es sumamente grave, ya depredamos sensiblemente el planeta Tierra y ahora vamos a otros planetas. No hay razones para pensar que la minería espacial será limpia y sustentable, vamos a llevar las mismas malas prácticas al espacio ultraterrestre. Se ha hablado mucho de dragar la Luna: esto es real, existen los proyectos, pero es peligrosísimo, porque la Luna tiene cierta densidad y una conexión con la gravedad terrestre y con las mareas; entonces, si cambia su densidad, eso va a traer efectos terribles en el planeta”, explicó María Cristina Rosas, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. 

Además de Rosas, el panel, que fue moderado por Giovana Ríos Godínez, académica del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos (Desoj), contó con los investigadores Sandra Miled Hincapié Jiménez, de la Universidad de Guadalajara; Abelardo Rodríguez Sumano, de la Universidad Iberoamericana; y Carlos Tornel, doctor en geografía humana por la Universidad de Durham, en Reino Unido, y miembro de Tejido Global Alternativas. 

En su intervención, Hincapié Jiménez realizó un mapeo de las dinámicas extractivistas contemporáneas en América Latina, así como de las articulaciones y resistencias que se han dado contra estas políticas transnacionales en las que se han aprobado leyes sin fiscalidad y sin rendición de cuentas, con ausencia de consultas previas, aunado a dinámicas de militarización y violencia en los territorios concesionados y a la represión en contra de líderes sociales anti extractivistas. 

La investigadora consideró que hay un comportamiento similar de los patrones de adecuación a las políticas extractivistas —independientemente de la tendencia de los gobiernos locales— y de las resistencias a éstas en los países de América Latina, con un fortalecimiento de las actividades en los años 90 del siglo XX, y un auge de las luchas en contra a partir de 2005, aunque en el caso mexicano considera que hay cierto rompimiento con esta dinámica histórica. 

“Hoy en día lo que hay es un problema de gobernanza, porque el extractivismo no va a parar; la pregunta es cómo se va a hacer, porque el dinero se va en innovación y no hay suficientes incentivos para que esos recursos se destinen a mitigar las formas extractivas, que están siendo muy similares a las de hace 30 años […] Queremos transición energética y cambio tecnológico, pero para hacerlo necesitamos esos minerales que son muy escasos y que sólo son accesibles para una parte de la población mundial”, dijo. 

El caso de la República Democrática del Congo y la extracción de diamantes y otros minerales fue abordado por Rodríguez Sumano, que estableció distintas conexiones con el sur global a partir de un análisis histórico del devenir de esta nación africana de más de 2 mil 300 kilómetros cuadrados y que posee el segundo pulmón del planeta después del Amazonas. 

“El Congo no ha logrado conformar un Estado nacional lo suficientemente fuerte que le otorgue soberanía, control territorial y protección de sus fronteras, recursos naturales y población. Ése es el dilema de los estados africanos”, mencionó. 

A partir de varias coyunturas, como el pasado colonial belga, los conflictos interétnicos con la vecina Ruanda, la disputa Este-Oeste y la vorágine de la transición tras la Guerra Fría, que permitió la aparición de grupos armados de mercenarios, el investigador consideró que este dilema de ausencia de una estructura nacional para poder llevar a cabo un desarrollo local, y la presión de los grupos transnacionales, han ocasionado el abandono del desarrollo agrícola y volcado a la población al mercado de los minerales. 

Tornel, en tanto, comenzó con una reflexión en torno al carácter del capitalismo contemporáneo, que ya habría encontrado sus límites internos y externos, razón por la cual hoy se está produciendo en un denominado “capitalismo del desastre”, un sistema cada vez más violento que requiere de guerras, desastres no naturales, pandemias o energías renovables: “La extracción de petróleo a nivel global alcanzó su pico en 2018, México lo hizo en 2004. Estamos en el fin de la época de la energía barata, creo que es un momento en el que debemos cuestionar esa lógica”. 

El especialista habló de la idea de un extractivismo verde, es decir, tomar más de lo que es viable para los ecosistemas, pero enarbolando un discurso ecologista, algo que a su parecer no es posible, pues no se puede enverdecer el proceso extractivo. Al final, lo que hay es un modelo neocolonial verde, en el que el discurso benevolente de lo sustentable, de la mitigación y la adaptación al cambio climático, no es más que colonialismo verde.  

“La inteligencia artificial, por ejemplo, no tiene nada de inteligente, es un extractivismo a gran escala y enorme; entonces tenemos que teorizar esa expansión de esas fronteras que están activas. Cuando a mí me hablan de transición energética, de energías renovables, yo digo ‘¿Qué es eso? No existe’, al menos no en este modelo teórico”, expresó. 

Finalmente, Rosas centró su análisis en la falta de un consenso en el sistema de Naciones Unidas, por la falta de un organismo internacional orientado a la seguridad ambiental —como sí los hay, por ejemplo, en materia de salud (OMS), de trabajo (OIT) o de alimentación (FAO)—, y que tenga legitimidad global. Lo más parecido es lo que plantean el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que, sin embargo, es una visión antropocentrista, enfocada en las personas. 

“Esto llevaría a pensar que, si las personas somos el eje de las preocupaciones, entonces son ellas a quienes hay que proteger, no al conjunto de los ecosistemas, que incluyen a seres animales, vegetales y otros componentes. La comunidad académica ha llegado a la conclusión de que es importante avanzar en una integración conceptual que vea más allá de los seres humanos como el eje de las preocupaciones de la seguridad ambiental”, explicó. 

 

Seguridad, emocionalidad y extractivismo 

Otra de las mesas llevada a cabo en el coloquio fue «Intersecciones y ausencias entre extractivismo y seguridad en México», moderada por Alejandra Guillén, integrante del Centro Universitario de Incidencia Social del ITESO (Coincide), y en la que participaron David Barrios Rodríguez, académico del Instituto de Investigaciones Económicas de UNAM, y Yoalli Rodríguez Aguilera, profesora investigadora de la DePaul University, en Chicago. 

Rodríguez Aguilar puso en cuestión lo que denomina geografías en duelo, producto de un estudio centrado en la conservación, la desposesión racializada y la militarización en las Lagunas de Chacahua, en el estado de Oaxaca, un sitio atravesado por procesos extractivistas en el que trabajó con la dimensión afectiva de las comunidades de esta región costera importante para la población afromexicana. 

“El debate del racismo en México apenas se está abriendo, y algo que veo muy ausente en las teorizaciones del tema es que se habla de conflictos interétnicos o de clase, pero hay una relación entre poblaciones indígenas, trabajadores y extractivismo. Tenemos que empezar a ver cuáles son las relaciones que hay”, declaró. 

Barrios, por su parte, expuso un análisis de las políticas extractivistas, partiendo desde la violencia y la seguridad, haciendo un rastreo de cómo se ha modificado el tema de la territorialidad a nivel planetario, y cómo hemos transitado a un enfoque que privilegia la aproximación de la guerra irregular entre estados y actores no estatales —lo que se conoce como “guerras próximas”—, lo que tiene implicaciones importantes para México y América Latina.

FOTO: Zyan André