La firma ibérica Ecodes, en videoconferencia desde Zaragoza, mostró durante las cuartas Jornadas de Comercio Justo cómo mide las “huellas” de emisiones de CO2.

Es inevitable. Tú, yo, ella, ellos, la universidad, las empresas sobre Periférico, cualquier cafetería y, por supuesto, las industrias de toda clase, dejan su “huella” en el medio ambiente.

Desde 2005, las organizaciones españolas Ecología y Desarrollo (www.ecodes.org) y Acción Natura (www.accionatura.org/es), trabajan con la misión de promover que el mayor número de personas y organizaciones sepan calcular  su “huella de carbono” (cantidad de emisiones de CO2) y, a partir de ese conocimiento, la reduzcan y mitiguen los efectos negativos del cambio climático que esta conlleva.

Carlos Pesqué, experto en energía y cambio climático de la firma Ecodes, participó en las cuartas Jornadas de Comercio Justo del ITESO que organizó el Departamento de Economía, Administración y Mercadología (DEAM), mediante la videoconferencia que ofreció desde Zaragoza, España, el 30 de octubre en el Auditorio W, titulada “Tras la huella de carbono”.

La iniciativa CeroCO2, en la que participa Pesqué, realiza estudios con metodologías internacionales para conocer las cantidades de dióxido de carbono que se emiten en un actividad (digamos una carrera de Fórmula 1), en un producto o una entidad, con el objetivo de que las reduzcan y las compensen con una aportación económica, voluntaria y proporcional a las toneladas emitidas en un periodo de tiempo determinado.

Estas aportaciones económicas se destinarán a proyectos en países en desarrollo para paliar el cambio climático y la pobreza, contribuyendo así al desarrollo sostenible y la mejora de la biodiversidad.

Pesqué explicó que CeroCO2 les informa a sus clientes cuáles son sus fuentes principales de emisión de dióxido de carbono para que las modifiquen, un servicio que han adoptado supermercados en España y Francia, gobiernos locales, productoras de alimentos, aseguradoras, bancos y empresas automotrices. Texto Fabián Ramírez Foto Archivo

 

Comercio justo que empodera

Es trabajo, terapia y empoderamiento; ellas trabajan sus mieles, sus cremas o sus huipiles, y en todo este complejo proceso de comercio justo entre pequeñas comunidades productoras, ganan respeto por sí mismas.

En las IV Jornadas de Comercio Justo, cinco mujeres yucatecas expusieron su experiencia durante la charla “Organizados funcionamos mejor”. Dos exintegrantes de la Organización Productiva para Mujeres Indígenas en Mérida, lideraron la exposición junto con productoras de arte textil, cuyo trabajo se ofreció en la Feria de Comercio Alternativo que se montó en uno de los pasillos de acceso al ITESO.

Anselma y su hija María Rosalía, indígenas orgullosas de su labor, hablaron sobre su trabajo como productoras de miel a partir de métodos tradicionales que solo las mujeres de Yucatán utilizan. Once mujeres de su comunidad conforman Kolel-Kab, una pequeña empresa que obtiene doble resultado: crea empresarias independientes y hereda sabiduría ancestral en peligro de ser olvidada.

“Todas somos amas de casa con hijos, todas tenemos que encontrar el espacio para trabajar”, dijo Anselma. Temas de violencia doméstica y machismo no les son ajenos. “Hay mucho machismo en Yucatán; luchamos mucho en nuestras casas por estar aquí”.

María del Carmen Salazar, coordinadora de Pies de Barro, organización de mujeres que trabajan el arte textil, habló sobre la magia de crear piezas completamente irrepetibles. El grupo se conforma con ocho bordadoras, tejedoras y comercializadoras indígenas de diferentes estados de la República. “Es un trabajo bien bonito, porque he conocido cómo los migrantes continúan con sus tradiciones”, dijo María del Carmen.

Yolanda Juárez, de Consejo Maya A.C., cumplió quince años de trabajar con universidades jesuitas en el tema del comercio justo, y profundizó en cómo esta práctica concientiza a los consumidores sobre el valor del producto. “Nos perdemos en el consumismo”, dijo, “en no tener conciencia de lo que adquirimos y para qué lo adquirimos. Lo que nosotros hacemos es comercio social, no solo es venir y enriquecernos, es preservar nuestras tradiciones”.

La organización entre productoras es esencial, todas coincidieron. Ponerse de acuerdo en la manufactura y la vendimia, sin desatender sus casas y obligaciones, las ha llevado a establecer códigos laborales distintos, basados en la compensación de trabajo y en la solidaridad. “Hay mucho trabajo en casa”, dijo María del Carmen, “el pago se da por trabajo, y es justo a tu tiempo, justo a tu salud, justo a tu necesidad”.

El empoderamiento femenino es uno de los resultados más gratificantes del comercio justo. Anselma compartió el orgullo de cómo su trabajo ha inspirado a otras mujeres a enfrentar las carencias del machismo. Su trabajo con la miel no solo es una fuente de ingreso que llega directamente a sus bolsillos; también se convierte en un empoderamiento femenino. “¿Quiero algo para mí? Yo lo puedo comprar con mi propio dinero”, dijo Anselma, “Aunque sean cien, ciento cincuenta, doscientos pesos, son míos”.

Foto Roberto Ornelas