Llegamos a la semana 15 y el nivel de estrés en la universidad se siente en el ambiente. La ansiedad es la nueva protagonista de los casos de enfermedades mentales, conoce sus detonantes

En ocasiones, un minuto puede parecer una eternidad. Por ejemplo, cuando uno sufre un ataque de ansiedad. Así lo describe Rocío. Cuenta que toda la vida había padecido esos episodios, pero hace tres años comenzaron a volverse más intensos. Es artista visual y en ese entonces estaba por concluir el apoyo que recibía del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA) de la Secretaría de Cultura de Jalisco. Y la atropellaron. El accidente y el final de la beca agravaron los ataques de ansiedad. “Empecé a detectar un patrón: había olores, sabores, que de pronto me hacían sentir un temor de que algo gacho estaba a punto de pasar. No sabía qué, pero era una sensación, un pensar ‘ahí viene, algo viene’. No sabía qué, sólo que era malo”.

Esta descripción se apega a la que hace Teresita Morfín, profesora del ITESO adscrita al Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO, quien explica que “la ansiedad es como un miedo a algo no identificado”. Abunda que, si bien hay un tipo de miedo que mantiene alerta a la persona y la previene del peligro, también hay otro que paraliza, mina la autoestima, genera desconfianza. “La ansiedad está más allá del miedo y de la angustia, anula la capacidad de control y puede tener repercusiones, como el insomnio”.

Según datos de la Secretaría de Salud, en de 2013 a 2018 los casos de ansiedad aumentaron en un 75 por ciento. La Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, dice que 28.6 por ciento de la población adulta del país padecerá un trastorno mental a lo largo de su vida. De ese total, 14.3 por ciento atravesará por un estadio de ansiedad. Teresita Morfín explica que no hay un solo factor detonante para este padecimiento. Puede ser consecuencia del estrés, como el caso de Vanessa, a quien los ataques de ansiedad la tenían constantemente en la Cruz Verde; o por problemas de salud, como Elizabeth, que padece ansiedad por hipotiroidismo; o por fobias, como Genaro, que tenía fobia a salir a la calle; o por terminar una relación afectiva, como Darío —“al principio me sentí muy bien, pero con el paso de los días comencé a sentirme con dificultad para dormir. Mis molestias fueron aumentando hasta sentir que debía salir corriendo de donde estuviera”, cuenta—; o por una pérdida, como Perla, a quien un ataque de ansiedad después la muerte de su hija la dejó sin respirar, literalmente.

A esta diversidad de detonantes se suman muchos otros elementos como los antecedentes familiares, pero, sobre todo, la falta de herramientas emocionales. “En México desarrollamos poco estas herramientas. No sabemos comunicar nuestras emociones o cómo lidiarlas. Es necesaria mucha psicoeducación para aprender a convivir con lo que pensamos y sentimos, y también con lo que piensan y sienten los otros”, dice Teresita Morfín, quien señala que la ansiedad siempre ha estado presente, aunque antes no se identificaba como tal. “No se le podía nombrar. Había un entorno social de más control, era común aguantarse determinadas situaciones o lidiar con las emociones a través del consumo de sustancias como el alcohol, el cigarro o las drogas”. Ahora las cosas han cambiado para bien y, añade Morfín, hay mayor conocimiento de los padecimientos de la mente y es posible realizar diagnósticos de diferente manera.

«Mente sana en cuerpo sano»

La frase se le atribuye al poeta romano Juvenal y data de finales del siglo I y principios del II. Y es absolutamente vigente. Por eso, cuando se le pregunta a Alejandro Pliego si la actividad física puede contribuir a disminuir los ataques de ansiedad, no lo duda un segundo y responde: “Ayuda muchísimo”. El profesor y coordinador de Actividad Física y Salud del Centro de Educación Física y Salud Integral (CEFSI) del ITESO explica que, si bien muchas veces la ansiedad tiene que ver con experiencias previas o traumas, muchas veces también está relacionada con desequilibrios en las funciones químicas del organismo. Y es ahí donde entra la actividad física.

“Las personas con ansiedad están aceleradas, les sudan las manos, cualquier contratiempo las hace explotar, tienen la energía mal orientada. La actividad física permite desfogar esa energía y producir los mediadores químicos del organismo, que contribuyen a sintetizar esas sustancias”, como la serotonina y las endorfinas, explica Alejandro Pliego.

Aunque cualquier actividad física ayuda, Pliego Rayas añade que los ejercicios aeróbicos son los mejores: correr, nadar, andar en bicicleta, hacer caminatas largas. Si bien señala que un tratamiento integral debe incluir terapia psicológica, actividad física y, de ser necesario, medicamentos, explica que incluso puede prescindirse de estos últimos, o disminuir su uso. La experiencia de Genaro se alinea con esta perspectiva. “Un psiquiatra me recetó haloperidol y me causó ansiedad. Ni los pies podía mantener quietos. Lo peor eran los pensamientos, las fobias. Lo que me alivianó un montón fue salir a caminar, a pesar de la fobia a estar fuera”, comparte.

«Conócete a ti mismo»

La frase, se dice, estaba escrita en el templo de Apolo, en la antigua Grecia, y es tan vigente que se aplica sin problema a una de las cosas que, según Teresita Morfín, es clave para plantarle cara a la ansiedad. “Es importante el conocimiento de uno mismo en el nivel emocional. Casi no se nos enseña a cuidarnos”. En esa línea va la opinión de Carlos Corona, del Centro Universitario Ignaciano y quien señala que “es importante el autoconocimiento, saber cómo funciono, comprender los mecanismos de mi ser yo y saber que eso, ser yo en mi mejor versión posible, es lo único importante”.

Carlos Corona define la ansiedad como un estado en el que el cuerpo se desconecta de la naturaleza, lo que da pie a un desequilibrio energético. “La ansiedad viene de un contexto de vida violento para con la persona y con el cuerpo. Cuando se da el desequilibrio la persona deja de estar en el momento presente y entonces vienen los pensamientos obsesivos del pasado o del futuro, pero no puede estar situada en el aquí y en el ahora”.

Así como Teresita Morfín habla de las herramientas emocionales, Corona hace hincapié en la importancia de adquirir habilidades espirituales que permitan “aquietar la mente y conectarse con el mundo”. En esta línea, añade, son de mucha ayuda prácticas como la meditación, hacer una sola cosa a la vez para tener plena consciencia y los ejercicios de respiración. Perla le da la razón. Narra que, en una ocasión, durante el duelo por la muerte de su hija, tuvo un ataque de ansiedad del que sólo pudo salir hasta que logró controlar la respiración. Vanessa, por su parte, cuenta que la ansiedad paró después de ocho meses de practicar la meditación, actividad gracias a la que tiene cuatro años sin episodios. “Eso me cambió la vida”, señala. Pero las maneras de conectar con uno mismo varían: Genaro, sale a caminar; Elizabeth teje y dibuja; Rocío hace fotografías.

Algo en lo que coinciden todos es en la pertinencia de acudir a terapia para superar el estado de ansiedad. Como casi todo en la vida, también estas afectaciones deben tratarse de manera integral y combinar la asistencia de un profesional, la actividad física, la conexión con el interior, un estilo de vida sano, la alimentación balanceada y, de ser necesaria, la medicación.

Rocío comparte que para ella fue revelador acudir a terapia y saber que todo lo que le pasaba, toda la angustia, tenía un origen. “Está cabrón entenderlo, asimilarlo. Fue como abrir la caja de Pandora”, confiesa. Desde su posición de creadora, conoce bien el lugar común según el cual los mejores artistas son aquellos que sufren, que viven una vida atormentada. Reconoce que la sensación de vacío sí llegó a ser un impulso en el proceso creativo y que incluso temió que, si dejaba de tener los episodios de ansiedad, iba a perder la creatividad. “El arte siempre me ha salvado, pero era doloroso. Hasta que descubrí que la creación está en mí y que sí se puede crear a partir del gozo”.

En el ITESO tienes algunos recursos para bajarle a la ansiedad:

1. El campus tiene 49 hectáreas, en las que puedes hacer dos rutas de caminata o trote, bajo la sombra de más de 4 mil árboles.

2. Cuentas con el servicio de apoyo y orientación psicológica del Centro de Estudios Juveniles, ubicados en el edificio L, atrás de la Cafetería Central. También los puedes contactar a través del teléfono 33 3134 2949.

3. Acude al Centro Universitario Ignaciano, puedes encontrar jesuitas o laicos, quienes pueden escucharte y orientarte para que encuentres tu equilibrio.