El taller «Memépolis: la vida después del meme» concluyó con una sesión presencial en la que Francisco Aguilar compartió diferentes análisis y reflexiones detrás de esos productos de consumo masivo

En un rincón de la internet y de la memoria colectiva, Édgar se cae. Lucha por conservar el equilibrio y cae, en un loop interminable donde resuena el reproche «¡Ah, te bañaste!». En la mente de casi todos también está la cara de Brian Mala Suerte —o Brian Sin Suerte—, que vestido con su chaleco rojo y su camisa polo azul le pone al mal tiempo buena cara. Las imágenes de Édgar y Brian son conocidas por casi todo el mundo, pero son fácilmente reemplazables: basta con iniciar una oración con la leyenda «Como cuando…» para que surja la magia con imágenes de Los Simpson o Seinfeld o The Office, o los Backyardigans o prácticamente cualquier producto de consumo popular. Es el universo de los memes, esas creaciones que inundan las redes sociales y que se han convertido en objeto de risa, pero también de estudio y análisis como el que se llevó a cabo en el taller «Memépolis: la vida después del meme», a cargo de Francisco Aguilar y que, organizado por el Centro de Promoción Cultural del ITESO, recientemente llegó a su final.

La sesión de cierre, que tuvo lugar el pasado 29 de junio de manera presencial, puso broche a una serie de encuentros virtuales en los que Francisco Aguilar, egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, guio una serie de reflexiones y conversaciones en torno a los memes, con la intención de poner el foco de atención en «las implicaciones que tienen, por qué funcionan, como funcionan, qué los detona, cómo se volvieron una pieza cotidiana de la comunicación». 

Alguien toma su dispositivo móvil o su computadora y entra a las redes sociales. Describir lo que ocurre ya entraña una dificultad: ¿cómo describir en español que alguien entra a sus redes sociales y al hacer scroll en su feed comienzan a aparecer, por arte de magia, los memes? Porque ahí están siempre, en forma de imágenes, o de video, o de bailes de TikTok o de frases que se acoplan a diferentes realidades que, para que sean divertidas, deben ser conocidas por quien las consume. Al estudiar teoría de los memes, afirmó Aguilar, se cae en cuenta de que su forma no se constriñe a las imágenes, pero su encanto sí está anclado a la cercanía. Son como lo que antes conocíamos como chistes locales: mientras menos personas los entiendan, mejor, porque cuando los entiende la mayoría pierden gracia. Y si se los apropia una marca o un partido político o un gobierno, es como si los chupara el diablo: el meme ha muerto.

En la charla también se habló del meme como una forma de arte, pero un arte más cercano al graffiti callejero que a una obra de museo; también se aprovechó para hablar de los algoritmos, esas creaciones que alimentan las obsesiones de los internautas y satisfacen la insaciable necesidad de likes. Aguilar puso en común una pregunta que cada tanto cobra relevancia: «Por las implicaciones que tienen y la influencia que ejercen sobre las personas, ¿los algortimos deberían considerarse de interés público?». La pregunta se quedó flotando en el salón V-405 del Edificio de Cultura y Arte del ITESO, pero la respuesta no llegó.

Conforme avanzaba la conversación, los términos aumentaban su grado de complejidad. En la charla aparecieron los grupos Seguidores de la Grasa (SDLG) y la Legión Holk, que Francisco Aguilar describió como fundamentales para que la cultura del meme tomara impulso en español. ¿Le parece interesante y quiere que le cuenten más? —sí: no es casual que la imagen de Willy Wonka esté en su mente: la frase es de un meme—, entonces prepárese para entrar al universo de los momos. O más todavía: el de los dank memes, que son memes sobre memes que ya perdieron la gracia porque se volvieron demasiado populares, pero que están viviendo una segunda o tercera vuelta. Quizá sea demasiado y prefiera quedarse con los normie, que son los memes más comunes sobre chistes que bien podría haber contado su papá. O, si está en un ánimo buena onda, entonces de seguro le gustan los wholesome memes, en los que Piolín le desea los buenos días cortesía de su tía. Si es así, entonces aléjese de los memes edgy, porque su humor retorcido, escatológico, violento y radical puede ser demasiado.

Casi dos horas no alcanzaron para abordar todos los temas que surgen cuando se habla de memes. Tantos como quizá nunca se imaginó Richard Dawkins cuando, a finales de los años setenta, acuñó el término meme para describir su hipótesis acerca de la transmisión cultural. Tantos como para pensar en próximas sesiones de Memépolis.

FOTO: Rogelio Villarreal