El estudiante del último semestre de la carrera de Derecho del ITESO, cuenta a CRUCE cómo fue su camino para, antes de graduarse, trabajar en un despacho internacional
“A mí siempre me llamó la atención la rama internacional del derecho, pero la verdad nunca pensé que yo podría dedicarme a esto”, cuenta Gerardo Moreno en entrevista, en un momento libre entre las clases de su último semestre de Derecho y su trabajo para un despacho legal de Estados Unidos.
Llegó al ITESO después de un año “sabático” en Nueva York, donde vivió y trabajó como mesero, paseando perros o pintando casas, experiencia que, dice, le ayudó a abrir su mundo. Derecho no era su primera opción, ya que también le atraían medicina o finanzas, pero una vez que entró a la carrera supo que había elegido bien.
Siempre tuvo claro que quería desarrollarse profesionalmente en el extranjero, aunque en el ámbito de los abogados es más difícil, ya que cada país ejerce y tiene sus propias leyes. No obstante, durante su carrera tomó las decisiones que le allanarían más el camino hacia la internacionalización: meter materias como Derecho Internacional Privado, Derecho Internacional Público, Derecho Constitucional y Derecho Consular, e interesarse por Derechos Humanos, lo llevaron a integrarse al equipo de debates, en donde desarrolló su vena autodidacta revisando doctrina, leyes y jurisprudencia de otros países para preparar su participación en un concurso de Derechos Humanos en Washington, donde conoció a otros estudiantes de Derecho del continente americano, lo cual contribuyó a abrirle la perspectiva.
También en ese concurso conoció a la profesora Ana Sofía Torres Menchaca – su mentora –, quien lo recomendó con quien ahora es su jefe. “Un día me dijo que un amigo suyo estaba buscando un pasante aquí en México, ‘sé que a ti te interesaría porque te conozco, y sé que darías el perfil bien.’”
Envió sus datos, hizo dos entrevistas – la primera vía telefónica, la segunda aquí en Guadalajara y en inglés -. Quien ahora es su jefe le hizo preguntas tanto de conocimientos como de sus aspiraciones profesionales. En la segunda entrevista, además, le envió un caso, quería que revisara, diera su opinión y las alternativas para resolverlo.
“Fue como echarme un clavado en agua fría”, recuerda Gerardo. La vena autodidacta, ejercitada durante la carrera, y su dominio del inglés, fueron habilidades decisivas para que, tras hacer la investigación y enviar sus sugerencias, lo contrataran.
“Más o menos dos meses después entré al despacho en forma y la verdad es que me abrió el mundo. Nunca pensé que yo fuera a trabajar en un despacho que viera cosas tan internacionales, y más porque ves de todo tipo de documentos y de naciones es muy diversas como Estados Unidos, España, Francia, Rusia, Singapur… quienes se dedican al derecho internacional forman un círculo muy cerrado. Yo te diría que en México hay solo 50 despachos especializados.”
Una vez que se gradúe y que tenga su cédula profesional, la idea es que tramite la visa de trabajo para instalarse en Austin, Texas, en donde está el despacho, y trabajará allá, aunque por la misma característica internacional del despacho, Gerardo considera que no solo estará en Estados Unidos.
A mediano plazo su meta es hacer una maestría especializada en Derecho de la Empresa o Derecho Internacional, y tal vez tener su propio despacho, aunque su jefe le ha dicho que le gustaría que se convirtiera en su socio.
A más de un año de trabajar para este despacho internacional, ¿qué considera Gerardo que le falta al profesional legal mexicano para que pueda ser competitivo internacionalmente?
“Los abogados mexicanos tenemos una cosa: nos prendemos muy rápido. Yo creo que algo que hace falta es que aprendamos a pensar fríamente, en la carrera no te dan una clases para eso y una característica que sí tienen los abogados internacionales”. Y la otra es “estudiar y no quedarte únicamente con lo que te da la carrera”.
El tiempo de la entrevista termina, porque Gerardo lo tiene dividido entre el estudio y el trabajo. Su reflexión para el cierre de la entrevista es:
“Perder el miedo, saber que los problemas se resuelven en equipo y optar por emprender. Buscar negocios en donde no los vea nadie más como abogado. No solo irse por la perspectiva de los grandes clientes y, si ves una oportunidad para un cliente y crees que es viable, apóyalo”, finaliza.