Edmundo Montes de Oca, egresado del ITESO, acerca a organizaciones de la sociedad civil a plataformas internacionales.
Edmundo Montes de Oca estaba entre estudiar una carrera en diseño o antropología social. Aparentemente, no tenían conexión alguna, pero ambas disciplinas le apasionaban. Y tan solo unos meses antes de graduarse de la prepa del Cervantes escuchó hablar de Relaciones Internacionales por primera vez. 

“Me di cuenta que tenía que ver mucho con historia de culturas, análisis de trayectorias políticas… Me gusta el derecho y la antropología sociocultural, y por eso busco la parte humana y del actuar de las personas o de las ciudades”, cuenta. 

Se tomó seis meses sabáticos, trabajando, para cumplir su sueño de viajar a distintas partes de Europa. Sumergirse en la vida e historia de estos países –algunos de ellos, la cuna de la diplomacia del diálogo entre potencias mundiales–, conocer las antiguas colonias francesas, como Marruecos, el sur de África, y entender otras latitudes y otras culturas distintas a las latinoamericanas fue lo que cerró el trato. Estudiaría Relaciones Internacionales. 

Mucho ha sucedido para Edmundo desde que se decidió por su carrera y ahora, que vive en la Ciudad de México y trabaja en la Dirección general de vinculación con organizaciones de la sociedad civil, en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). 

Como director de vinculación, su trabajo consiste en acercar a Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) y sus luchas a plataformas internacionales. Le fascina lo que hace, pero no siempre supo que esa sería su vocación.

Nunca digas nunca 

“Hay diversas vertientes y escuelas de Relaciones Internacionales y es importante distinguir desde qué arista la estudias”, explica. 

“Sabía que quería darle un enfoque social, de la mano de organizaciones de la sociedad civil internacionales, de derechos de los migrantes, de Amnistía Internacional… de todas esas grandes instituciones que trabajan por los derechos humanos de los más necesitados; por eso, sí o sí, tenía que estudiar en el ITESO”. 

Visitó algunas universidades de Guadalajara y otras de México; la mayoría de ellas, se dio cuenta, tenían un corte más economista. 

Con todo y ello, reconoce que la elección de una carrera y una forma de trabajo para el resto de tu vida es algo difícil. A la mitad de la carrera sí se preguntó si esto sería realmente lo suyo. 

“Lo más fácil de explicar (en mi carrera) es, ‘son los que trabajan en la ONU’ pero no necesariamente es lo único. Sin embargo, sí es una de las ocupaciones más comunes, además de la diplomacia, y el representar a tu gobierno internacionalmente. Y en su momento, yo dije, ‘creo que no quiero esto’”. 

Nunca digas nunca, aprendió. 

En medio de su duda, encontró que lo local –las ciudades y sus propios retos– tenía un lugar particular para él, sobre todo el trabajar en áreas internacionales de gobiernos municipales o estatales.  

“Sí, tenemos problemas globales, pero las soluciones siempre son locales, porque en estos grandes problemas de la humanidad –acceso al agua, vivienda, desnutrición– seguro habrá políticas a nivel macro, explica.  

“Pero si no entiendes el por qué suceden estas cosas específicamente en cada población, con determinado grupo de personas, no funciona. Aunque tú hagas una política pública y le hables a la FAO, o se haga el gran pleno sobre la alimentación en el mundo, poco va a impactar en la comunidad en la que tú viste que existe este problema. 

“Tienes que revisar los problemas de raíz, el contexto en el que ocurren. Entender dónde estás y hablar con quienes viven aquí para entender los problemas, y llevarlos a una plataforma internacional”. 

Su paso como asistente de investigación en Jalisco mo Vamos, como parte de su Proyecto de Aplicación Profesional, le dio un norte de cómo se podía trabajar en estos temas desde una organización de la sociedad civil (OSC), así como su paso como consultor de proyectos en la asociación Transparencia Mexicana. 

Sin embargo –porque nunca digas nunca–, comenzó a ver cómo sus conocimientos en Relaciones Internacionales podían ponerse al servicio de instituciones gubernamentales locales. 

Ya instalado en la Ciudad de México, trabajó en áreas gubernamentales que cumplían con su propósito de vinculación gobierno-ciudadanía. Como subdirector de fomento a la cohesión e inclusión social en la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), y como director de vinculación con gobierno y sociedad en la Secretaría de la Función Pública. 

Cómo ser un servidor público distinto y no morir en el intento  
Cuenta que entró al gobierno federal con conocimientos más amplios de otras áreas integrales en la conformación de equipos. 

“La carrera nos aportó mucho la visión de que, sí o sí, vas a trabajar con gente de otra mentalidad, otra religión, otro antecedente, no solo de otra nacionalidad, y te da las herramientas sociales para poder tener profesionalismo y sobre todo más entrada a compartir tus puntos de vista”. 

Entendió también cómo funciona la tendencia partidista de politizar los programas sociales, lo cual le permitió trazar un rumbo distinto en su carrera profesional. 

“La carrera me dio herramientas históricas, sociológicas, de relaciones, me enseñó a cabildear y de economía internacional. Te dan esas herramientas para que llegues mucho más preparado. Y me sentí muy al nivel de una competencia de servidores públicos que llevaban ya muchos más años que yo”. 

Llegó a los 25 años a Sedesol, con la aplastante realidad de que, muchas veces, el servicio público es un mundo de hombres mayores que demeritan las nuevas ideas. Sin embargo, dice que su paso por el ITESO le dio herramientas para empujar agendas que quizá pusieran nerviosos a los servidores más conservadores. 

Los retos, cuenta, son muchos y algunos tienen que ver con romper el prejuicio y la discriminación, de quienes sienten que están en posición de dominio en el campo profesional, que no logran ver más que la apariencia, la juventud, que valen menos las personas de fuera que quienes son de la capital, que les representan diversidad. Asumen que un joven no sabe nada porque acaba de salir de la carrera y, además, internacionalista, ‘qué es eso’. Sí vas golpeando puertas y tienes que abrirte paso. Y estos conocimientos y valores del ITESO me ayudaron a sortearlo mejor”

Incluso, logró integrar las partes de diseño que quedaron en el tintero mientras fungía como servidor público. Estudió la especialidad en Diseño del Mañana, Escenarios y Estrategias en CENTRO, donde realizó un manual de diseño de ciudades planeadas a futuro. 

“Esto ya existe en el Reino Unido, ya hay un área prospectiva en el gobierno de la ciudad de Londres y ellos ya están haciendo políticas, no para los que viven ahora, sino que van a durar hasta 100 años. 

“De esta forma, no importa quién gobierne o quién viva en esta ciudad, queda un plan del que se benefician futuras generaciones, en tema de agua, vivienda, urbanismo… que estas políticas cortoplacistas ya se acaben”. 

Quienes estudian Relaciones Internacionales en el ITESO analizan la política, economía, cultura y sociedad en el ámbito internacional y desarrollan habilidades para gestionar proyectos y entablar negociaciones. Aprenden a identificar conflictos, para buscar alternativas de resolución a problemáticas internacionales. Son profesionales altamente sensibles y orientados a la cooperación, los acuerdos y consensos entre culturas desde perspectivas éticas, prácticas y humanas.

El ancla local de la SRE 
Trabajar en la SRE es posible si tienes carrera diplomática, o en las áreas administrativas que apoyan a embajadores y servidores públicos, sea desde otro país, o desde México. Y existe el trabajo de vinculación con organizaciones de la sociedad civil, donde Edmundo se desarrolla. 

Su función es poner a la secretaría en contacto con las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) mexicanas de todos los rubros. Uno de los logros más recientes de los que se siente orgulloso es la ratificación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, más conocido como Acuerdo de Escazú. Este pacto es condicionante y es importante por ser el primero en el mundo que incluye disposiciones sobre las personas defensoras de los derechos humanos en asuntos ambientales. En 2020, fueron 14 los activistas ambientales asesinados en México. 

“Las OSC fueron las que estuvieron escribiendo y planteando este acuerdo junto con nosotros”, dice Edmundo. 

“Esta es la labor de esta área: hablar con las personas y las organizaciones, decirles, ‘vengan, cómo sumamos, cuáles son sus preocupaciones, cómo armamos mejores propuestas. De ser posible, nos los llevamos a las convenciones internacionales, sea en Nueva York, Nairobi, o Ginebra, como parte de la delegación mexicana, y esa es la labor que nos ayuda a acercarnos a la ciudadanía mexicana organizada, para que tengan una voz en el espectro internacional”. 

La pandemia no ha frenado su trabajo ni su disfrute por lo que hace, aunque reconoce que ha modificado su rutina. Desde su computadora y en casa, junto a su perro, habla con representantes de México en todo el mundo, convoca reuniones con organizaciones sociales y disfruta de trabajar para su país haciendo algo que goza profundamente 

“Me gusta conocer de cerca y de viva voz cómo se tejen las relaciones internacionales. Estar en un Zoom con embajadores, con el embajador de Japón en México, o el de Corea… o embajadores y embajadoras de México en todos estos países de Medio Oriente y Asia.  

“Me gusta mucho conocer de primera mano cómo viven ciertos temas. Cómo viven la pandemia en Qatar, por ejemplo. Y escuchar de viva voz las diferencias, similitudes, los acercamientos culturales… ahora los acercamientos políticos y médicos en temas de salud… y así poder servir a mi país, creo que es de lo más gratificante”. 

Escucha, en sus propias palabras, las razones de Edmundo para estudiar en el ITESO

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