El ITESO fue sede de la charla “La tradición educativa de la Compañía de Jesús: pasado, presente y futuro”, en la que se reflexionó sobre los elementos fundamentales que han distinguido a los institutos jesuitas desde su nacimiento
Desde su fundación en 1534, la Compañía de Jesús se ha distinguido por sus aportes a la educación. No es para menos: los primeros jesuitas fueron, antes que religiosos, grandes intelectuales. Por esta razón, no es de extrañar que una de las prioridades de la orden religiosa creada por Ignacio de Loyola haya sido la creación de institutos escolares. En torno a este legado giró la charla “La tradición educativa de la Compañía de Jesús: pasado, presente y futuro”, que tuvo lugar en el auditorio D1 del ITESO.
La conversación congregó en la mesa a los historiadores Beatriz Gutiérrez Müller y Cristo José de León Perera, así como a Luis Arriaga, SJ, Rector del ITESO.
El especialista en el legado jesuita en la ciudad de Salamanca, España, Cristo de León señaló que la presencia de la Compañía de Jesús se dio en un contexto en el que la escolástica se encontraba enfrentada al humanismo y que, en el escenario en el que la primera se encontraba cada vez más distante de la sociedad, la Compañía entendió que debía estar más cercana a la gente.
Por su parte, Beatriz Gutiérrez Müller señaló que “la Compañía de Jesús reformó la educación de su época”. La historiadora calificó como “fundamental” la herencia de Ignacio de Loyola en la pedagogía, que consiste en el hecho de que todo mundo puede recorrer el camino del conocimiento y del discernimiento. También destacó la importancia que la educación jesuita le da a la experiencia, ya que “sólo así es posible formar conocimiento propio. Hay que adaptar el conocimiento y ejecutarlo para lo que se necesita”.
En su intervención, el Rector Luis Arriaga, SJ, puso en perspectiva el hecho de que la tradición educativa de la Compañía de Jesús acumula ya cerca de 500 años de experiencia en diálogo con la realidad, cuya prioridad ha sido “caminar junto con los pobres del mundo, acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro más esperanzador y colaborar en el cuidado de la casa común”. Añadió que las universidades deben “convertirse en centros del pensamiento e incidir en la realidad social. Si la universidad no lo hace, se estará convirtiendo en cómplice de los gobiernos en turno”.
Respecto a la importancia de enseñar con el ejemplo, Cristo de León señaló que otro de los distintivos de la educación jesuita en el siglo XVII es que no impartían cátedras de manera autoritaria, sino desde lo que ellos mismos habían vivido y reflexionado. Esta idea vino a apuntalar lo dicho previamente por Beatriz Gutiérrez, quien había señalado que “no hay aprendizaje que sirva si no se refrenda con los actos. Es necesario llevar la criticidad a la casa y al entorno laboral”.