Jorge Narro Monroy, académico del Departamento de Formación Humana recibirá el reconocimiento de profesor emérito, con cerca de 30 años en el ITESO.

Jorge Narro es el profesor del involucramiento social, el que aparece en las marchas de diversidad igualitaria o en contra de los cotos de poder político. “Antes de ser profesor, soy ciudadano; y antes de ser ciudadano, soy persona, y no la quiero ni la puedo disociar de mi condición de profesor”, dice el actual docente de la materia “Contexto histórico social”. “Un profesor de contexto que no sabe qué está pasando en su entorno sería como un profesor de matemáticas que no sabe sumar ni restar”.

Es el profesor que también fue periodista, como miembro fundador del diario Siglo 21. El que coeditó la cobertura de las explosiones del 22 de abril de 1992 de Alejandra Xanic (ganadora del Premio Pulitzer en 2013), pero también reporteaba para sentirse con derecho de dar órdenes.

“¿Si no, con qué cara le iba a pedir a Sergio René de Dios Corona (actual coordinador de Periodismo y Comunicación Pública), que era reportero, que hiciera algo?” cuenta.

Jorge Narro, el profesor que dejó las filas de la Compañía de Jesús, volvió al ITESO como maestro en 1989, participó en la fundación y el desarrollo del Centro de Investigación y Formación Social (CIFS), y fue Secretario de Rectoría, recibirá este 15 de mayo el reconocimiento como profesor emérito.

Este se otorga a aquellos que tienen maestría o doctorado, por lo menos 20 años como titulares, y que se han distinguido de manera sobresaliente por su contribución al desarrollo del conocimiento en su especialidad, a la realización del proyecto educativo del ITESO y a la promoción de sus Orientaciones Fundamentales.

Jorge Narro, nuevo profesor emérito del ITESO

 

¿Por qué llegaste al ITESO?

Llegué aquí en una época en la que muy poca gente creía que desde una universidad privada en Guadalajara se podía hacer algo por la justicia, por los pobres, por lo que llamamos entonces cambio estructural. Yo llegué al ITESO creyendo que se podía hacer algo para cambiar a México.

 

¿Cuál fue tu primera materia?

“Comunicación Política” en la carrera de Ciencias de la Comunicación, que fue algo accidental. Yo llegué a trabajar a una dependencia que ya no existe que se llama la Dirección General de Integración Comunitaria, éramos como seis o siete personas, entre ellos la directora general académica, Catalina Morfín, ahí la conocí más cercanamente. Esa clase fue un pretexto para tratar de convencer a los chavos que voltearan a ver lo que estaba pasando afuera.

 

¿Cómo se formó el CIFS?

Con las ruinas de la Dirección General de Integración Comunitaria (DGIC) y el Centro de Coordinación y Promoción Agropecuaria, se formó el equipo. Por fortuna, las “ruinas” eran solo entre comillas: era gente de primerísima, con experiencia en el campo y en los barrios populares, con un enorme conocimiento del ITESO, y con el apoyo del jesuita Roberto Garza, SJ, el entonces director del DGIC.

Al principio no ofrecíamos clases, sino proyectos de intervención en barrios populares y en el campo; teníamos la gestión del servicio social, y teníamos una planta muy fuerte de investigadores. A mí me tocó contratar a Nacho Román (actual profesor del Departamento de Estudios Socio Políticos y Jurídicos), a Enrique Valencia (experto en política social). Miguel Bazdresch y Rocío Henríquez trabajaban con nosotros en investigación… Publicábamos una revista bastante gordita llamada Avances de investigación.

Además, creamos lo que hoy es el Programa Institucional de Derechos Humanos y Paz, que entonces se llamaba Educación para la Paz y los Derechos Humanos, en los primeros cinco años del CIFS. Por todo esto, antes no nos daba la vida para ofrecer clases.

 

Entonces dejaste de enseñar…

En 28 años que tengo en el ITESO, solo no di clases el año que estuve en Siglo 21 y un semestre que fui Consejero Electoral para Jalisco. Pero estando aquí, conservé mis clases en Ciencias de la Comunicación hasta 2006; aún mientras formábamos el CIFS, o siendo Secretario de Rectoría, o cuando fui Director de Integración Comunitaria. Si la vida no me alcanzaba, daba un solo curso, pero no lo dejé. Y ahora que estoy en el Departamento de Formación Humana (DFH), es a todo lo que me dedico. Ah, y un semestre sabático que solicité en 2005.

¿Qué hiciste en ese periodo?

Me dediqué a leer sobre ciencias políticas. Medio a ponerme al día. Recuerdo que fui con un académico y amigo mío, Jorge Alonso Sánchez, profesor emérito del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, y le pedí una lista entera de autores. Luego regresé en 2006 directo al DFH.

¿Qué es lo que más te apasiona enseñar?

Temas que tengan que ver con política nacional. Lo que tiene que ver con análisis de coyuntura, que es lo que hago también como editorialista en Mural; eso es lo que me gusta, y en las clases trato de llevarles por lo que ocurre en el país. Yo no doy clases de teoría política, aunque las he dado, no es lo mío; lo que a mí me apasiona es el presente.

¿Cómo han cambiado los alumnos?

Antes decíamos que teníamos el 15 % de alumnos interesados, buenos, que se apasionaban; yo me acuerdo de Juan Carlos Núñez o Salvador Camarena, periodista que era mi alumno, o Gaby Solano… ahora quizá es el 10%. Nunca ha sido mayoría. Y antes, los de Ciencias de la Comunicación eran los más informados, los más críticos, los más preocupados por lo que estaba sucediendo en el país. Y ahora son carreras como Relaciones Internacionales, y algunos en Periodismo o Gestión Cultural.

¿Qué te gusta de pertenecer al DFH?

Ofrecemos saberes que debe tener un estudiante por estar en esta universidad, independientemente de lo que estudie. Es la apuesta del ITESO. Quien pase por aquí, tiene que saber en qué mundo vive; por eso, “Contexto histórico social”. Debe saber qué desafíos éticos va a enfrentar en su vida; por eso está el paquete de materias de Desafíos éticos contemporáneos. Debe saber la relación entre la ética y profesión, etcétera… Es una apuesta. Solo el ITESO ofrece estas asignaturas con un cuerpo profesional que, en lo general, está muy identificado con el espíritu jesuita.