Con la presencia de madres buscadoras, el poeta Javier Sicilia y el especialista en derechos humanos Jacobo Dayán presentaron en el ITESO su libro “Crisis o Apocalipsis: El mal en nuestro tiempo”

 “Todos sentimos que algo está quebrado, no nada más en México sino en el mundo”, afirmó Jacobo Dayán durante la presentación en el ITESO de Crisis o Apocalipsis: El mal en nuestro tiempo, (Debate, 2025).

Escrito a cuatro manos con el poeta Javier Sicilia. El especialista en derecho internacional subrayó que el volumen busca elevar la mirada, conectar con la historia y con las resistencias que se han dado frente al horror. “En el libro vamos rescatando actos de resistencia y de propuesta, de crítica a lo largo de la historia, incluso muy reciente”, dijo, y añadió que para comprender la realidad es necesario tocar también las emociones: “ahí el papel del arte es fundamental”.

En el acto, que fue moderado por la académica del ITESO, Elizabeth Prado, se contó con la presencia de un coro de las madres buscadoras, quienes interpretaron algunas canciones y compartieron algunas palabras en honor a Sicilia.

El también novelista explicó que la obra es fruto de un diálogo sostenido por más de 14 años entre ambos. “Es un intento de pensar no en la coyuntura, sino en la profundidad, en muchos niveles, desde la propia experiencia y nuestras lecturas sobre el mal. Es una cosa que no tiene respuesta, sigue siendo un misterio, pero sus repercusiones en el mundo son terribles, destructivas y humillantes”.

El poeta, marcado por el asesinato de su hijo y la fundación del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, apuntó que se trata de un libro pesimista, pero necesario. “Nos lleva a plantearnos qué es la esperanza, porque estamos viviendo de ilusiones. Todo el proyecto ilustrado, desde el cristianismo hasta el Estado moderno, entró en crisis: la universidad, la salud, la iglesia, todo está desfondando. No podemos seguir pensando en las categorías anteriores”, sostuvo.

En ese sentido, Sicilia defendió la importancia de los “profetas de la desgracia”, que señalan la oscuridad del presente para abrir paso a la posibilidad de la luz. Recordó que gran parte de la violencia actual es también una crisis del lenguaje: “se ha vuelto moneda de cambio, mercancía de poder o imposición. Tenemos que volver a pensar que lo que nos hace humanos es el lenguaje. Cuando perdemos esa resignificación, podemos mentir y degradar. El dolor, en cambio, se convierte en motor de resistencia: las madres buscadoras saben que ese dolor nadie se los va a quitar”.

Dayán complementó esta mirada subrayando que México nunca ha vivido en un verdadero estado de derecho, sino en ciclos de violencias que hoy alcanzan dimensiones desgarradoras. “Lo que no hemos logrado es que esto no sea un asunto nada más de las víctimas. En situaciones extraordinarias el granito de arena no alcanza, y muchas veces ni ese granito ponemos”, advirtió.

La académica jubilada del ITESO, Rossana Reguillo, comentó la obra destacando que interpela directamente a la universidad. “La universidad no es una torre aislada, sino un lugar donde la inteligencia se pone al servicio de la vida. Tenemos la obligación de aprender a pensar lo que nos duele para comprender lo que vivimos”, dijo. Subrayó además que, en un país atravesado por la violencia, las cifras se vuelven ruido y se corre el riesgo de la indiferencia: “Pensar lo que nos duele no nos saca del dolor, pero nos salva de la indiferencia, y en un país tan roto, eso ya es una forma de resistencia”.

Reguillo señaló que el libro apuesta por la duda, la memoria y el diálogo más que por ofrecer soluciones inmediatas. En sus páginas se pone al centro a las víctimas, aquellas que “incomodan al poder y a la sociedad porque nos obligan a ver la realidad violenta sin comprensión alguna”.

Dayán por su parte retomó también la advertencia zapatista de que la tormenta ya llegó: “nadie puede dudar de que algo se quebró y difícilmente lo podremos contener. La pregunta es si no tendremos que pensar ya en el día después. A las juventudes les toca imaginarlo, mientras que a las generaciones mayores nos queda resistir y poner el piso”.

“La batalla que se está perdiendo es la cultural. Vivimos un desbordamiento de los valores de Occidente y tendrá que ser desde lo cultural el retorno, entendiendo por cultura todo aquello que nos da sentido como seres humanos, para volver a significar un modelo civilizatorio”

FOTO: Luis Ponciano