La investigadora emérita del SNI e integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, Rossana Reguillo, recupera una labor de más 47 años en el ITESO con un par de nuevos proyectos orientados al análisis de datos sociodigitales y a la investigación sobre culturas juveniles

Rossana Reguillo era una joven de 21 años que había dejado la licenciatura en Filosofía en la Universidad de Guadalajara. Era 1977 cuando se entrevistó con el padre Xavier Scheifler, SJ, entonces rector del ITESO, para aplicar a una plaza en la incipiente Biblioteca de la Universidad.

“Estuvimos platicando, me vio y me dijo: ‘Bueno, está bien, te vamos a contratar, pero ponte a estudiar’”, recuerda que le dijo la hoy investigadora emérita. Siguiendo su petición, entró a la licenciatura en Ciencias de la Comunicación.

Desde ese episodio han pasado casi 47 años, y su recorrido por el ITESO incluye una labor de 12 años como coordinadora en la Biblioteca —en la etapa de conformación, cuando sus espacios de lectura eran mesas y sillas de Coca-Cola—; más de 35 años como investigadora en Ciencias Sociales; además de un periodo de siete años al frente de Signa_Lab ITESO, un laboratorio interdisciplinario orientado a la generación de conocimiento, metodologías y herramientas para la comprensión del mundo sociodigital, en el cual concluyó su encargo recientemente.

Hoy, a sus 68 años, Rossana trabaja, por encargo del rector Alexander Zatyrka, SJ, del ITESO, en un par de proyectos relacionados con dos pilares que han sostenido su quehacer académico: el análisis de datos y la investigación de las culturas juveniles.

El primer proyecto es un análisis de los derechos humanos y la libertad de expresión en diversos países de América Latina: “Va a ser una investigación relevante para las universidades jesuitas, que han estado muy preocupadas por esta situación, a partir de lo sucedido en El Salvador, con el asesinato de jesuitas, más recientemente en Nicaragua, y ahora de nuevo en El Salvador, con la declaración de guerra de [Nayib] Bukele contra la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas [UCA]. Me tiene muy entusiasmada, porque voy a aplicar muchas de las metodologías que diseñamos en Signa_Lab para tener un mapeo general de esta situación”.

El segundo proyecto es una continuación natural de dos de sus libros anteriores, Culturas juveniles. Formas políticas del desencanto (Siglo XXI, 2012) y Paisajes insurrectos: jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio (NED Ediciones, 2017). En el primero hace un balance de los jóvenes en América Latina y su situación de precariedad; en el segundo analiza un ciclo de fenómenos como la Primavera Árabe, la Noche en Pie de Francia, el Yo Soy 132 y Passe Livre en Brasil.

“Es un análisis de estos jóvenes que se han venido precarizando y organizando en lo que llamo, siguiendo a una investigadora argentina, el mundo-ambiente, que es algo mucho más vital, que va hacia la dimensión de los territorios donde habitan, tanto los que están en procesos de resistencia y creando alternativas, como los que están en territorios tomados por la violencia. Retomo un concepto de una querida amiga e investigadora canadiense-estadounidense, Mary Louise Pratt, sobre futuridad, es decir, entender cómo el imaginario de futuros posibles está marcando muchas de las estrategias de sobrevivencia en los jóvenes”, explica la doctora en Antropología Social por el CIESAS.

Este libro en particular entusiasma a Reguillo, pues implica trabajo de campo con colectivos indígenas, con creadores de música y literatura. Es, además, un análisis a través de distintas estrategias metodológicas con jóvenes en territorios de la violencia, e incluye parte del trabajo que ya ha hecho en zonas tomadas por el narco, como entrevistas con sicarios, así como un análisis y un mapa muy profundo de las fosas clandestinas.

¿Ves una transformación o un cambio alrededor del tema de juventudes, sobre todo por lo que pasó con muchos movimientos ya estudiados? ¿Hubo alguna especie de desencanto en las articulaciones de las juventudes, después de lo que ya habían logrado?

Creo que la respuesta admitiría una bifurcación: por un lado, está la exigencia un poco adultocéntrica o políticamente más tradicional de pensar que estos movimientos en red estaban obligados a llegar a algún punto específico. Este imaginario es el que yo he tratado de combatir muchísimo, junto con otros investigadores, Amador Fernández-Savater en Madrid, por ejemplo, quien ha venido hablando de cómo fundamentalmente, por ejemplo, el 15M español lo que hizo fue la transformación de la subjetivación. En el caso del Yo Soy 132 creo que pasaron cosas muy similares; entonces creo que es un poco tramposo —como lo que dice Enrique Dussel— pedir que hicieran un partido político. Eso es absurdo. Es no entender las nuevas configuraciones micropolíticas.

Por el otro lado, en cuanto a la desarticulación, veo que existe en la escala macro. Hay un retorno a los procesos previos a los años noventa u ochenta, cuando el barrio y el territorio cercano eran el universo por cuidar. Pero al mismo tiempo veo emerger movimientos colectivos y colectivas de juventudes disidentes, de diversidades sexuales, muy comprometidos con esto que llamo el mundo-ambiente.

¿Qué tan mayor es este reto de investigación?

Es un reto grande. Cuando empecé mi investigación en torno a los jóvenes en Guadalajara —que en aquel tiempo se llamaban bandas juveniles— era en diferentes barrios: me centré en la colonia Del Fresno, pero trabajé en la Consti, en aquellos lugares “calientes”. Desarrollé una relación, en mi calidad de etnógrafa, con lo cotidiano y estas cosas tan duras. Ellos me decían: “A ver, tú, la que nos pones por escrito, dinos tal cosa”. Es el gran desafío que quiero enfrentar ahora: poner por escrito las condiciones adversas, pero esperanzadoras, de la necropolítica, como una extensión de mi trabajo con la necromáquina, y también con la biopolítica. Quiero acercarme a este mundo múltiple, que organiza las vidas, los imaginarios y las aspiraciones de las y los jóvenes de formas muy distintas.

¿La última ola feminista tiene alguna incidencia importante en estas nuevas articulaciones?

Indudablemente estos nuevos feminismos son clave. En mis últimas conversaciones con Javier Sicilia —estuvimos juntos en varias mesas y programas de la UNAM— coincidimos en afirmar que las reservas morales de este país, que escasean, están representadas por las madres buscadoras, que son un reservorio moral fundamental. Por otro lado, están en los pueblos originarios, el zapatismo, y por supuesto, estos nuevos feminismos, que tienen una incidencia central. De hecho, en un avance publicado en un libro colectivo que hicimos con Clacso, hice entrevistas con mujeres ingenieras, dedicadas a la organización Codeando México, que trabajan la dimensión de lo digital en función de los derechos de las mujeres. Hay elementos muy esperanzadores, pero no en el sentido político clásico o en un sentido macropolítico. No están interesadas en una toma de poder, ni en hacer partidos. La lucha en muchos casos y en zonas muy precarias es la sobrevivencia cotidiana.

Signa_Lab ITESO: la entrada a un mundo complejo

La historia del laboratorio Signa_Lab se remonta a 2011, cuando Reguillo es invitada a hacerse cargo por un semestre de la Cátedra Andrés Bello de la Universidad de Nueva York, justamente cuando estalla el movimiento Occupy Wall Street, el colectivo hacktivista que denunciaba el poder de las grandes empresas y las evasiones fiscales del uno por ciento más rico de la población mundial.

“Me di cuenta de que no tenía categorías construidas para saber quiénes eran esos sujetos que parecían una especie de minotauros sentados en las mesas del Zuccotti Park, que simulaban ser una sola persona con las computadoras. Empecé a hacer notas y a comprender que si no me preguntaba por lo digital no iba a entender nada”, recuerda.

“Fue cuando dije: ‘Hay que hacer el giro hacia lo digital en los estudios socio-antropológicos y comunicativos’. Resultó vital entonces, pues no mucha gente estaba interesada en el tema, las redes no habían adquirido la relevancia de hoy en día. Luego vino el 2013, después del estallido del Yo Soy 132, y entré en contacto con muchísimos activistas, gente muy joven y talentosísima; hackers, programadores, diseñadores de interfaces, pero al mismo tiempo activistas. Empecé a entender lo que son las matemáticas discretas, qué es un código y qué es el frontend y el backend.

Durante 2014 cocinó la idea, hasta que llegó 2015, cuando tuvo un papel relevante en Acción Global por Ayotzinapa, como parte del grupo internacional coordinador. Esto, explica, le valió amenazas de muerte, tanto que fue ingresada en el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de la Secretaría de Gobernación: “Se presentaron denuncias, pero los agentes del Ministerio Público me decían: ‘Es que no se puede saber qué pasó ahí’ —como hoy, que se siguen haciendo bastante tontos—. Entonces dije: ‘Si ustedes no van a entender, yo sí’. Y empecé a diseñar una estrategia que derivó en la creación de Signa_Lab”.

Así, a principios del 2016, en conjunto con colegas del ITESO, se creó una iniciativa interdepartamental, que involucraba al Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática (DESI), a la carrera de Psicología y al Centro de Innovación y Desarrollo Experimental Académico (CIDEA), con Reguillo como coordinadora. Fue presentada a lo que hoy es la Dirección de Investigación y Posgrado, y finalmente Signa_Lab fue albergado en el Departamento de Estudios Socioculturales, pero manteniendo vínculos con distintos departamentos y con aliados externos.

 

Ha terminado tu periodo de trabajo al frente del equipo de Signa_Lab ITESO. ¿Qué representó este proyecto para ti? En el sentido de entrar a un mundo tan complejo como el análisis de datos.

Empezaría diciendo que me siento sumamente satisfecha y orgullosa de lo que se logró en el laboratorio. Dejo un equipo muy bien formado y sólido, de gente muy comprometida, no sólo con el ITESO, sino con la chamba. Yo trabajo en función de las preguntas que no me puedo responder, es esa imaginación que me persigue todo el tiempo como investigadora. Para mí representó la oportunidad de acceder a un mundo sumamente complejo, brutal en algunas cosas, porque no es que algo sea la realidad y otra cosa lo online, están profundamente implicados: suelo afirmar en conferencias que nuestras arrobas son nuestros cuerpos en el espacio digital.

¿Cuál fue el primer gran trabajo de Signa_Lab?

Creo que el trabajo que nos pone en el mapa de los laboratorios de vanguardia en el análisis de datos es el análisis que hicimos de la red AMLO, tempranamente, en 2019, cuando apenas llegaba a la presidencia [Andrés Manuel] López Obrador. Tuvo un impacto impresionante, porque mostramos cómo eran esas estrategias no orgánicas, coordinadas por fuera de Twitter. Digamos que eso nos catapultó y llamó la atención de laboratorios como el de [Richard] Rogers en Ámsterdam, o el de Harvard, más que por el análisis en sí, por la solidez de la metodología diseñada.

Otra investigación que destacaría como una contribución inmensa al análisis de datos es el caso del feminicidio de Ingrid Escamilla, la mujer que fue desollada viva por su pareja. Ese estudio es brutal, pero hermosísimo, en el sentido de cómo logró que la articulación colectiva de la indignación pueda parar el horror. Un trabajo también clave fue el que hicimos cuando los talibanes volvieron a entrar en Kabul: un trabajo que analiza las narrativas y las transformaciones que padecen las mujeres con la entrada de los talibanes; se publicó en español y en inglés, y lo retomaron algunos medios de habla inglesa. Esos tres serían los que destacaría como hitos en la contribución a la comprensión de lo que son las dinámicas sociodigitales.

¿Queda un equipo robusto y con mucho trabajo por delante?

Sí, claro, y es un equipo genial, por ejemplo, en el último año han desarrollado muchísimas estrategias analíticas con inteligencia artificial; de hecho, es un equipo que ha estado preparando profesores para la Dirección General Académica (DGA), porque muchos están muy preocupados con el ChatGPT. Creo que queda mi huella, no puedo ser falsamente humilde en ese sentido, pero es un equipo que va a despegar y seguramente habremos de oír grandes cosas de lo que van a realizar en el futuro.

¿Consideras que tu trabajo previo como investigadora te dio elementos de interpretación para entrar al análisis de datos?

Sí, cuando hice mi investigación en la maestría [en Comunicación], a finales de los años ochenta, hice un trabajo de inmersión profunda en los barrios calientes. Me tocó presenciar cuando los carteles del crimen organizado decidieron cambiar la estrategia de pago, de dejar el efectivo y empezar a pagar en producto. Muchos de los barrios se pintaron de ‘nieve blanca’ y muchos policías obligaban a los chavos a ser dealers de barrio: fue una etapa sumamente difícil. Ahí fue mi bautizo de fuego y desarrollé mi capacidad etnográfica, de mimetizarme con el paisaje, de relacionarme con la gente. Luego viene la investigación sobre el 22 de abril, cuando las explosiones en Guadalajara, y eso también me dio muchísimos elementos formativos, fortaleció mi músculo investigativo. Me fui metiendo cada vez más en lo que yo llamo mi trabajo con los objetos peligrosos, no por la peligrosidad que impliquen para el investigador, sino por el enfoque que uno pone en los acercamientos.

Desarrollé una estrategia que me ayudó muchísimo cuando hice la investigación latinoamericana sobre la construcción social del miedo. Lo que hice fue armar equipos en Argentina, Colombia y Puerto Rico. Y para financiar el trabajo iba y capacitaba a la gente, daba talleres. Hacer investigación en países que no son tuyos, en zonas que no son las tuyas, te desarrolla un instinto. Y luego está la lectura, el desarrollo de competencias teóricas, la formación rigurosa en el doctorado; fui acumulando saberes de tal manera que, cuando surgió esto de lo digital, vi que ahí había algo.

¿Cuál sientes que es tu mayor legado hasta este momento?

Me siento muy orgullosa porque he enseñado a trabajar a mucha gente. Formé muchos cuadros que hoy son grandes profesores en el ITESO. Dirigí varias tesis de académicas y académicos que son hoy investigadores muy reconocidos, integrantes del Sistema Nacional de Investigadores, y formé gente en los valores itesianos, con el compromiso, la búsqueda, la curiosidad y el respeto por los demás. Y queda mi palabra escrita, son algo más de 15 libros escritos, y más de 100 artículos y metodologías replicables, y creo que también ha sido una contribución llevar el nombre del ITESO a nivel nacional e internacional, pero yo llevo mucho del ITESO en mí y es mucho mi agradecimiento.

FOTO: Luis Ponciano y Cenobio Gómez ✝