Además de propiciar reflexiones sobre los temas que interesaban al sacerdote jesuita y filósofo, la primera edición de la Cátedra que lleva su nombre ha servido también para rendir homenaje a su figura y recordar las huellas que dejó en las personas que lo conocieron

Jorge Manzano fue un sacerdote jesuita. También un filósofo. Fue chispa que quemaba y pistón que empujaba; una persona amable que recibía a quien se le acercaba, aunque, como un buen árbol, a veces también daba más de algún ramazo; fue un maestro, un inspirador, un provocador, un artista. Alguien capaz de cambiar el rumbo de una vida con apenas una escueta línea de correo electrónico. Ya en vida era, y lo sigue siendo después de 10 años de su muerte, un mito que sigue tocando a las personas que lo conocieron y aquellas que, sin tratarlo en persona, saben de él a través de testimonios y de sus obras. Todas estas impresiones fueron compartidas durante la actividad “Conversatorio abierto: Recordando a Jorge Manzano”, durante la segunda jornada de actividades de la recién creada Cátedra Jorge Manzano, SJ. 

Un árbol de zapote negro se alza en el centro del auditorio Pedro Arrupe, SJ, del ITESO. A su alrededor, las sillas dispuestas para la conversación forman un círculo; unos pasos más allá un muro forrado con páginas de libros esconde una puerta que lleva a un ambiente que busca reproducir el cuarto que tenía Jorge Manzano en la casa de los jesuitas en Puente Grande. Una cama, un buró con caballito, un panalito de Tonayan, una máquina de escribir y libros, son algunas de las cosas que, dentro del cuarto, convocan el recuerdo de Manzano. 

Afuera de la instalación, en las sillas, Ángela María Godoy, profesora del Departamento de Estudios Socioculturales (Deso), conduce la charla. “Es una invitación linda a compartir las experiencias o las dimensiones arraigadas de forma significativa en cada uno por los vínculos generados con Jorge Manzano”, dice Godoy Fajardo, quien comparte que nunca conoció al jesuita en persona, sino a través de las páginas del libro epistolar Al rasgarse el arcoíris. “Las cartas que contiene tocan a cualquier persona. Es un libro tremendamente estrujante, resulta conmovedora su manera de compartir su experiencia. Eso quisimos evocar en la habitación”, explica. 

La actividad, como su nombre lo indica, es un conversatorio abierto: puede tomar la palabra toda aquella persona que se sienta motivada a hacerlo. El primero en hacerlo es Claudio Sáinz, quien dice que a él sí pensó en Manzano cuando vio el árbol de zapote negro instalado a mitad del auditorio. “Manzano era como un árbol: callado cuando no le hablabas; acogía a toda la gente, pero de pronto sí te daba un buen ramazo”. Sáinz comparte experiencias compartidas en la Fundación Carpe Diem y confiesa: “No sé si fue un chamán, no sé si fue un brujo, pero siendo religioso entendía perfectamente la espiritualidad de México. Nos asomó a una ventana de un México distinto. Fue el padre espiritual de muchos”. 

Juanita Ramírez trabajó 14 años con Jorge Manzano. Lo conoció cuando era secretaria en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias. “Conocí su manera de ser. Era amable con todas las personas, aunque estuviera muy ocupado las recibía. Siempre fue muy atento. A mí me tenía atiborrada de trabajo, pero siempre fue muy paciente”. 

Yolanda Zamora recuerda al jesuita parafraseando un dicho popular: “Así como dicen ‘el que a buen árbol se arriba, buena sombra lo cobija’, a mí me gusta decir que el que a buen manzano se acerca, tiene buena cosecha. Jorge era inspirador, admiré su pedagogía, su generosidad y su erudición para abordar cualquier tema de manera sencilla”. 

Por su parte, Sergio Padilla comparte con las y los asistentes tres experiencias en vida y una post mortem: “Primero lo conocí como maestro. Después, siendo yo administrador de la revista [Xipe Totec], aunque hubo tensiones por los presupuestos siempre fue respetuoso y sumamente dialogante. También lo recuerdo como compañero de trabajo, fuimos los primeros en inaugurar el edificio W”. La experiencia post mortem, compartió, tuvo lugar el lunes después de la muerte de Manzano. “Llegué a la oficina el lunes, mi oficina estaba contigua a la suya. Vi el letrero con su nombre y pensé ‘Qué ganas de haberte despedido’. Mientras encendía mi computadora la oficina se llenó de olor a cigarro, aun cuando ya no estaba permitido fumar en el edificio”. Jorge Manzano, saben aquellos que lo conocieron, era un fumador empedernido. 

El micrófono sigue pasando de mano en mano. Martha Aldana lo describe como “un gran personaje, incansable, voluntarioso, alegre”, y Gabriela Franco recuerda cómo lo acompañó en sus últimos días, cuando ya estaba postrado en cama. “Fue una despedida hermosa”. 

Ignacio Román afirma que “estamos hablando de un mito” y dice que lo que más recuerda de Manzano es “su brutal irreverencia frente a todo. Fue un personaje profundamente antisistema, un provocador valiente, pero de una valentía tranquila”. Miguel Fernández, actual director de la revista Xipe Totec fundada por Manzano, comparte algo que nunca antes había contado: el día que, semanas antes de su muerte, el jesuita le dijo que quería que él fuera director de la revista cuando muriera. No aceptó, aunque años después la encomienda recayó en sus hombros.  

Elías González, coordinador de la Cátedra, recuerda cómo durante una estancia en Bolivia, ya decidido a abandonar sus estudios y quedarse en aquella región del continente, recibió un correo de Manzano con una sola línea: “Ten cuidado con el canto de las sirenas”.  

Para cerrar, Alejandra Romo, quien participó en el diseño de la instalación que recrea el cuarto de Manzano, sintetiza en una frase las casi dos horas de charla: “Manzano fue una persona generosa que marcó a las personas”.

«Un mediador, nunca intermediario»

Cada jornada de la Cátedra Jorge Manzano, SJ, comienza con una ceremonia espiritual y, atendiendo a sus intereses interreligiosos, cada ceremonia es de diferentes ritos y tradiciones. La inauguración ocurrió en el contexto de una misa católica, que fue presidida por el rector Alexander Zatyrka, SJ, quien dijo que “Jorge Manzano fue un maestro de la reconciliación que se reconocía como mediador, nunca como intermediario”. 

Durante la homilía, el Rector del ITESO señaló que en vida Jorge Manzano se dedicó a “reconstruir espacios de encuentro con Dios. Entendió que la fe no es la aceptación ciega de discursos, sino que implica la experiencia de vida. Él supo mediar el Misterio a quien se acercaba y quitar los estorbos para el encuentro con Dios”. 

Una vez concluida la misa, Elías González, coordinador de la Cátedra, explicó que al crear este espacio buscaban “algo disruptivo, no centrado en Jorge sino que recupere sus gestos de apertura y su crítica a todo lo que oprime el corazón humano”. Por su parte, Ámbar Trujillo destacó la participación de las diferentes instancias de la Universidad involucradas en la creación de la Cátedra y señaló que, si bien no conoció a Jorge Manzano, “lo he conocido a lo largo de estos meses a partir de las lecturas y las anécdotas. Esperamos que puedan experimentar una manera de vivir la vida de manera diferente”. 

Finalmente, Venancio Almanza fue el encargado de inaugurar formalmente la primera edición de la Cátedra Jorge Manzano, SJ, con una “invitación a pensar y experimentar la vida de una manera plena, libre y profunda”. 

FOTOS: Zyan André