El antropólogo colombiano Eduardo Restrepo impartió la conferencia magistral «Blanquidades y racismo en desmentida: apuntes para la investigación», en la que puso de relieve la existencia de formas encubiertas de racismo y la necesidad de crear conciencia sobre su influencia en la sociedad, impulsar la lucha contra la discriminación y construir identidades más equitativas
La negación del racismo y los privilegios que conlleva para una parte de la sociedad, especialmente con las categorías de «blanco» y «mestizo», refuerza la invisibilización del fenómeno y contribuye a la reproducción de desigualdades, perpetúa la inequidad y obstaculiza la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
Para el Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO (DESO) es relevante analizar y cuestionar la concepción de la “blanquidad” como categoría racial en las estructuras sociales y políticas del mundo actual. Así, el pasado 22 de junio y como cierre del Seminario de Actualización organizado por el Programa de Investigación de esta instancia universitaria, se llevó a cabo la conferencia magistral “Blanquidades y racismo en desmentida: apuntes para la investigación», impartida por el antropólogo colombiano Eduardo Restrepo, de la Universidad Católica de Temuco, Chile.
David González Hernández, coordinador del Programa de Investigación del DESO, resaltó la relevancia de abrir espacios para la reflexión y la discusión de estos temas. Es importante, dijo, enfrentar los fundamentalismos que fortalecen órdenes sociales excluyentes como el racismo y la discriminación, así como el género y la clase social, a través del estudio de sus problemáticas.
A lo largo de su ponencia, Restrepo dejó claro que los estudios sobre la “blanquidad” y el racismo en desmentida evidencian la urgencia de abordar el segregacionismo y la violencia estructural en las sociedades contemporáneas: “El reconocimiento de la construcción social de la ‘blanquidad’ y la comprensión de cómo el racismo opera en diferentes niveles y contextos son pasos cruciales para promover la igualdad y la justicia racial. Sólo a través de una acción colectiva y un compromiso continuo podremos avanzar hacia sociedades más inclusivas, equitativas y libres de discriminación racial”.
Los estudios sobre la ‘blanquidad’, explicó el académico, emergieron como un campo transdisciplinario de investigación para examinar de forma crítica la construcción histórica y social de “lo blanco” como categoría racial y sus efectos poderosos: “Estos estudios buscan desafiar la normalización de la ‘blanquidad’ y crear conciencia sobre cómo influye en las estructuras sociales, las políticas y las experiencias individuales”.
Restrepo (Medellín, 1996), egresado de la Universidad de Antioquia, mencionó que “la blanquidad” es un concepto socialmente construido que ha sido moldeado y definido a lo largo del tiempo: “La ‘blanquidad’ no es una categoría neutral o natural, sino que opera como un constructo social y político que configura dinámicas de poder, jerarquías sociales y sistemas de privilegio. La ‘blanquidad’ no puede ser entendida de manera aislada, sino en relación constitutiva con otras categorías como la mesticidad, la negridad y la indianidad”.

El investigador resaltó que, a pesar de los avances en los estudios, persisten formas de racismo en desmentida que niegan la existencia del racismo o lo trivializan: “Estas modalidades encubiertas de racismo se basan en estrategias como la negación, el desplazamiento analítico y la apelación a la cultura o la etnicidad. También se perpetúan narrativas espaciales y raciales arraigadas en el pasado colonial, que refuerzan desigualdades y jerarquías en la sociedad contemporánea”.
Además, señaló el académico, el racismo como una dimensión constitutiva de la desigualdad social tiene implicaciones en la violencia estructural: “La violencia estructural se manifiesta a través de patrones arraigados de desigualdad y dominación, generando sistemáticamente privación y marginación para ciertos grupos de la población. Estos patrones están incorporados en las instituciones y relaciones de poder, perpetuando la discriminación y el dominio de algunas poblaciones. La violencia estructural afecta el acceso a recursos básicos y niega derechos fundamentales, profundizando las brechas sociales y económicas”.
En el contexto de Colombia, ejemplificó, se evidencia una geografía racializada que ha influido en la distribución desigual de recursos, oportunidades y poder. La relación entre raza y espacio ha generado narrativas espaciales y raciales que han marcado la percepción y la valoración de distintas regiones y poblaciones en el país. Estas narrativas arraigadas en el pasado colonial continúan influyendo en las estructuras sociales, la distribución de recursos y la construcción de identidades en la sociedad colombiana.
“Si bien la violencia armada en Colombia no tiene una motivación directamente racial, está alimentada por jerarquías de valoración implícitamente racializadas y se entrelaza con desigualdades estructurales y formas sutiles de discriminación. El racismo subyacente influye en la forma en que se valora y trata a las personas y grupos racializados, y contribuye a una mayor vulnerabilidad y victimización de aquellos marcados como negros e indígenas”, explicó.
De acuerdo con Restrepo, es importante destacar que el racismo en desmentida también está presente en el contexto de la violencia armada: “Aunque no se puede afirmar que el racismo se traduce automáticamente en violencia armada, existen dinámicas en las que ciertas poblaciones, especialmente aquellas racialmente marcadas como negras e indígenas, son desproporcionadamente afectadas debido a las históricas marginalización y exclusión que han experimentado. Estos grupos son víctimas de violencia, despojo y violaciones de derechos humanos perpetradas por actores armados que buscan acumular riquezas y poder a expensas de los demás”.
Así, recalcó, es fundamental reconocer que el racismo no se manifiesta de la misma manera en todos los países y contextos. Las formas y manifestaciones del racismo pueden variar histórica y socialmente, pero su impacto en la configuración de la desigualdad social es innegable: “No se puede trivializar ni negar la existencia del racismo, ni reducirlo a comportamientos individuales de discriminación. El racismo es una ideología y práctica arraigada en estructuras sociales y políticas que perpetúan y reproducen desigualdades sistémicas”.
Para abordar el racismo y la violencia estructural es necesario un enfoque multidimensional y una acción colectiva: “Se requiere una mayor investigación empírica que examine las diferentes manifestaciones de la ‘blanquidad’ y el racismo en contextos específicos, así como un análisis crítico de las narrativas espaciales y raciales arraigadas en el pasado colonial. Es necesario desafiar las modalidades encubiertas de racismo en desmentida y promover una mayor conciencia sobre los privilegios raciales y su intersección con otros sistemas de opresión”.
Además, insistió el experto, se deben implementar políticas y prácticas que aborden las desigualdades estructurales y promuevan la igualdad de oportunidades para todas las personas, independientemente de su raza o etnia. Esto implica la transformación de las instituciones y la promoción de una cultura de respeto, inclusión y equidad: “Es fundamental amplificar las voces y perspectivas de las personas y comunidades racialmente marcadas, para que puedan participar plenamente en la toma de decisiones y la construcción de un futuro más justo y equitativo”.
Actualmente, en el DESO destacan líneas de investigación vinculadas a este tema, entre ellas está «Subjetividad, sentido y poder», que se enfoca en comprender cómo se ejerce el poder y se generan estrategias de (des)subjetivación en contextos de violencia. También existen proyectos como «La construcción de la sexualidad en México», «Subjetividades transexuales y confinamiento», y «La colectivización del cuidado», que abordan directamente la temática de la construcción de identidades raciales y su relación con la desigualdad social.
FOTOS: Gabriela de la Torre