El psicólogo social y ensayista de la UNAM visitó el ITESO para participar en la Semana del Pensamiento Colectivo con la conferencia “Pensamiento redondo y pensamiento cuadrado” 

Dice Pablo Fernández Christlieb que en la vida solamente hay un par de cosas que no son masculinas o femeninas: los hombres y las mujeres. En efecto, es la cultura la que tiene un pensamiento masculino y femenino; aun así, hay hombres que hacen cosas femeninas (prefieren contar cuentos que hacer cuentas); y mujeres que hacen cosas masculinas (prefieren dar órdenes que dar conversación). 

Usando como medio la psicología social y como imán sus dotes literarias, el investigador de la UNAM, impartió la conferencia “Pensamiento redondo y pensamiento cuadrado”, en el marco de la Semana del Pensamiento Colectivo que fue organizada por el Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO. 

Sobre aviso no hay engaño: Fernández Christlieb es claro desde un inicio y pide exoneración anticipada en caso de que su texto leído aburra a los presentes. Pero sucede todo lo contrario, incluso la charla se alarga más de la cuenta y las preguntas no dejan de fluir en los micrófonos del Auditorio M, con un público que muestra un entusiasmo constante ante su visita. 

Es una conferencia sobre analogías y estereotipos, sobre cosas que son diferentes pero que tienen la misma forma, sobre lo redondo identificado con lo femenino, y lo cuadrado con lo masculino, sobre urgencias sociales e ideas creadas desde la cultura y el pensamiento propio de la gente.  

“El tema de lo femenino se vuelve serio, es verdaderamente acuciante. De entrada, uno como hombre siente que no debe decir nada, que se debe callar la boca, porque ya habló durante dos siglos, claro. Pero uno está implicado en cualquier sentido, como victimario y colega, se lo trata de explicar y entender, sabiendo que no vas a tener la razón. Mi única disculpa y argumento para escribir sobre lo femenino es intentar hacerlo con la mayor sinceridad posible”, advierte el autor de La función de las terrazas (Editoras Los Miércoles, 2016) y de Filosofía de las canciones que salen en el radio (Ediciones Intempestivas, 2011). 

Los recursos poéticos fluyen de modo natural en las palabras articuladas por Pablo —al hombre dan ganas de tutearlo y las intervenciones del público reflejaban ese deseo a la hora de interactuar con él. 

“Hay muchas cosas que son redondas, por ejemplo, la jicarita que hacemos con las manos para tomar agua de la llave o de una cubeta con las manos, éste es un gesto fundamental y fundacional de lo humano […]. Para conmemorar este gesto, las copas de vino, que son tan ceremoniosas, todavía guardan esa forma redonda”, expresa quien es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán. 

En este deambular como analista del detalle, Fernández Christieb es un prestidigitador del lenguaje que sabe pulsar los botones correctos para ganar la simpatía de quienes lo ven y lo escuchan. Para muestra, bastan unos cuantos renglones: 

“Por alguna razón que no se sabe cuál sea, a lo redondo y sus consecuencias se le ha denominado genéricamente femenino. Si uno busca la etimología de la palabra femenino, el diccionario dice que no hay. La única palabra que lejanamente se emparenta es la palabra feliz, dice. 

La frase, inevitablemente, causa aplausos. Y luego sigue: 

“Y al resto, a lo que sobra, que no es femenino, se la ha denominado, por omisión, por defecto, por default, por infeliz, masculino”, añade.  

Los aplausos son más efusivos aquí. 

Hasta aquí la concesión, porque dentro de su estrategia didáctica parece esconderse, argumentos más contundentes y profundos, sobre las posibilidades del pensar colectivo, mucho más fecundo en su versión redonda, y mucho más necesario en los procesos urbanos, pues para el investigador toda idea que tenga que ver con psicología social está situada empíricamente ahí, en escribir sobre las ciudades, entendiendo a la ciudad como un pensamiento. 

“Lo verdaderamente humano, aquello que ya no cabe en la teoría de la evolución, acontece con la aparición de las ciudades. Éstas solamente pueden surgir con la invención de las cosas redondas, como las jícaras, los cuencos, las canastas, las cestas, los cántaros, que son todos contenedores, donde se puede almacenar, guardar, conservar, granos y bebidas para cuando haga falta. Una ciudad, técnicamente, es una canasta, un contenedor lleno de contenedores donde tener todo a mano para no tener que salir, y así poderse quedar a realizar la civilización y el conocimiento”, aclara. 

La ciudad y su redondez es, entonces, la vía de recuperación de lo humano; es por eso que, al modo griego, reivindica la plaza pública y el espacio abierto, pero también clama por el ocio, la ironía y la poética como vías de salvamento. Para Pablo (otra vez el tuteo), esos baquetones, que están todo el tiempo tirados en el parque, son los que van a salvar a la humanidad frente a la velocidad de la productividad. 

“¿Qué alternativa tenemos fuera de los salones? El humor, el chiste, o el español mexicano, el uso de los diminutivos. Lo que hace el humor, la literatura o la metáfora, eso que no se acepta científicamente, es encontrar no un lenguaje que se nos imponga, sino uno con el que podamos jugar”, menciona el autor de Lo que se siente pensar. La cultura como psicología (Taurus, 2011). 

FOTO: Zyan André