“Tienes que ir a Guanajuato”, le dice una estudiante mexicana a una de Austria. Se escuchan sugerencias turísticas, de rutas de camiones o de rentas de departamentos y los distintos acentos se confunden en la bienvenida a los alumnos de intercambio del ITESO que tuvo lugar el 14 de agosto en el Auditorio A.
La universidad recibe en el periodo Otoño 2014 a 50 estudiantes mexicanos foráneos y 35 extranjeros, procedentes de 11 países. La coordinación de Intercambio Académico realizó varias actividades de inducción e integración para que los nuevos estudiantes del ITESO se conocieran entre sí y recorrieran el campus, quienes fueron recibidos oficialmente por Isabel Valdez, jefa de la Oficina de Relaciones Institucionales.
La cantidad de árboles impresionó a más de alguno, como a la sueca Judith Kindén. “El campus me recuerda al Caribe —viví un tiempo ahí—; es muy verde, me parece enorme, son demasiados edificios, pero me parece muy bonito”, dice esta estudiante de la Linnaeus Univerity.
“Muchos estudiantes de nuestra escuela vinieron al ITESO y se la pasaron increíble, así que todos queríamos venir”, comparte Ombeline Marchand, francesa que viene de la Universidad IESEG, en Lille. Ella y sus compañeros Domitille Adrian y Martin Baille, tienen una larga lista de experiencias que quieren vivir en su estancia en México: probar el tequila, viajar a Tulum y la Ciudad de México, conocer Baja California y aprovechar la oferta de materias que ofrece el ITESO.
“Neuromarketing suena muy bien, y quiero cursar la materia de ‘Análisis del consumidor mundial’, me interesa saber de qué trata”, menciona Martin.
El español es otra de las razones principales por las que varios extranjeros deciden estudiar una temporada en México. Bo Lam Yun, de Corea del Sur, conoció a muchos mexicanos en Montreal —entre ellos una itesiana— y se le antojó saber más de su cultura.
“Solo vine a estudiar español y a conocer más mexicanos; me quedaré por un año para empezar… Tal vez dos”, dice Bo Lam.
Para romper el hielo, cada estudiante entregó una carta con su nombre y su país de origen y tomó la de algún desconocido; luego empezaron a buscar al dueño original de la carta. De una esquina a otra se escuchaban pregones de Alemania, Brasil, Francia, Venezuela, México; los recién encontrados se unían a la búsqueda de otros y recurrían al inglés y el español para entenderse. El silencio inicial se transformó en gritos, risas, introducciones en distintos idiomas, pláticas sobre comida mexicana…
“Queremos conocer a muchos mexicanos, hacer amigos, no queremos quedarnos entre conocidos o puros franceses”. Domitille ya empezó su misión. Foto Roberto Ornelas
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