El colectivo Ágora organizó un foro para reflexionar sobre la violencia, las implicaciones éticas de la denuncia pública y de cómo utilizar la ira y la indignación para ser mejores ciudadanas y ciudadanos.

¿Qué postura tiene la filosofía respecto a la violencia de género? Con la idea de despejar ésta y otras dudas, se realizó el foro “Filosofía, género y violencia” el pasado jueves 4 de abril en el Auditorio D1 del ITESO. El espacio se abrió a estudiantes y docentes para hablar del cuerpo, la violencia simbólica, qué implica que haya un Protocolo para atender la violencia género en la universidad y otros temas que se han barajado en la agenda pública en las últimas semanas.

La organización del foro estuvo a cargo de Ágora (colectivo formado por la sociedad de estudiantes de Filosofía y Ciencias Sociales). A propósito, Mario Montemayor, uno de sus integrantes, describió la relevancia de este espacio: “surge porque consideramos importante ver qué reflexión hace la filosofía sobre la cultura. Que no se quede la filosofía en las aulas, sino que pueda salir y reflexionar temas de la agenda y del debate público, temas que nos acongojan y para los que no tenemos soluciones sencillas. Vale la pena que demos algunas pinceladas que provoquen un diálogo abierto entre estudiantes y maestros”.

El panel estuvo integrado por tres profesores del ITESO: Cristina Cárdenas, filósofa y doctora en Educación; Martha Petersen, maestra en Filosofía y Ciencias Sociales, y Demetrio Zavala, doctor en Filosofía.

Cristina Cárdenas dio algunas pistas de cómo ser mejores ciudadanos ya que, según ella, vivimos en una sociedad malsana. “Necesitamos trabajarnos para llegar a una ira de transición. No una ira explosiva o asesina, sino una ira en la que logramos retener el motivo de la indignación, pero en vistas a un futuro mejor y no en vistas a la venganza”.

También reflexionó sobre por qué y cuándo se empezó a usar más frecuentemente el término feminicidio con definiciones expuestas por algunos autores, aunque consideró que sería simplista decir que estos asesinatos se dan únicamente por cuestiones de machismo o misoginia. Cárdenas invitó a reflexionar sobre cómo estas violencias aquejan a la población meramente femenina y concluyó que habría que remitirse al estado generalizado de violencia del mundo en el que vivimos para dar mejores hipótesis para contrarrestarlo y analizarlo.

Martha Petersen, profesora en el ITESO desde 2002, disparó una serie de preguntas alusivas a la violencia tales como si se requieren “filósofos de la violencia” o si la misma Filosofía tiene las herramientas para aportar en ese tema.

“¿Puede la filosofía aportar algo más que la biología, la sociología, la psiquiatría? La violencia siempre ha sido parte del hombre, desde las cavernas”, se cuestionó. “De repente surge violencia contra el 49% de la humanidad, cosa que me parece un poco exagerado, pero está totalmente difuminado. No puede ser que seamos enemigos el 51% del 49%, ahí hay algo que no está funcionando bien y eso es algo que tendríamos que pensar”, dijo.

Petersen plasmó algunos ejemplos sobre la violencia vista desde la filosofía tomados de autores como Hannah Arendt, que proponía que incluso los hombres decentes pueden cometer actos violentos o Bertrand Russell, que invita a pensar la violencia desde la educación. La académica enfatizó en que muchos teóricos estudian la violencia como un problema cultural y lo que se percibe en una como algo agresivo, en otra cultura no lo es, como en la cultura del honor, en el que un patriarca puede matar a su hija que haya perdido la virginidad, mientras que en una cultura de occidente tendría otras implicaciones completamente distintas.

Petersen terminó su participación instando a la audiencia a que se tenga claro qué es acoso, hostigamiento y la cultura del piropo. Enfatizó que hacen falta grupos de reflexión y protección para estudiantes, docentes e ideas e ideas.

Demetrio Zavala, aclaró que la filosofía no tiene respuestas prefabricadas sobre lo que sucede actualmente. Lo que dice, en términos generales, es que uno tiene la obligación de pensarlo. También formuló una hipótesis de lo que ocurrió en las últimas semanas con el movimiento #MeToo en México: “La inoperancia del aparato jurídico no dio para resolver (el problema) y eso nos pone en una encrucijada teórica: lo que tenemos es un movimiento que ha conseguido transformar efectivamente lo real, pero lo ha hecho a costa de poner en entredicho un conjunto de principios a los que no podemos renunciar consistentemente; por ejemplo, el principio de presunción de inocencia. Provisionalmente lo damos por suspendido por el beneficio que está trayendo, pero eso no puede seguir indefinidamente”.

Finalmente, siguió una ronda de preguntas realizadas en su mayoría por alumnas en las que se tocaron temas sobre las implicaciones éticas de hacer acusaciones anónimas por Twitter o por qué en la carrera de filosofía hay muy pocas autoras para estudiar.