Enzo Sánchez Figueroa, estudiante de Ingeniería Ambiental, nos comparte sus impresiones sobre el “Tour del horror” e invita a lectoras y lectores de Cruce a reflexionar en que lo que conocemos como progreso vulnera ciertos entornos y la calidad de vida de quienes en ellos habitan
El encontrarnos de frente con la realidad la mayor parte de las veces no conduce a la felicidad, pero sí a la generación de consciencia y la consideración de matices que llaman indudablemente a la acción. El recorrido del “Tour del horror” me situó en un panorama residual que marcó de manera importante las perspectivas que tenía sobre estas realidades.
En nuestra primera parada, visitamos un cuerpo de agua lleno de historia de la mano de la señora Marisa Yáñez, quien nos ilustró con base a su experiencia como residente de mucho tiempo de la zona sobre el cambio drástico que ha sufrido este sitio de regulación ecológica. La presa de Las Pintas fue un bello lugar en el pasado, en donde aves migratorias como patos provenientes principalmente de Norteamérica aprovechaban para descansar en su ruta migratoria, alimentarse y reproducirse. Con el avance de la mancha urbana y su consecuente generación de desechos que invariablemente terminarían en este cuerpo de agua, la fauna y flora circundante fue cediendo a la desgracia. La influencia innegable de estas residencias y el crecimiento de industrias (y sus desperdicios) han provocado que sea un elemento natural pasivo, en otras palabras, que en lugar de abonar a la manera en la que sus impactos positivos fueran notorios en el entorno, se vuelve un foco desagradable de descuido y enfermedad.
Desde el punto de vista ambiental, podemos observar el deterioro paulatino y desmedido de un recurso natural que mantenía un potencial ecológico enorme. Desde la perspectiva económica y política podemos reflexionar en todas las acciones focalizadas a su limpieza y conservación que se ven insuficientes al atacar superficialmente sus síntomas y no centrarse en el origen de la problemática, desembocando en afectaciones sociales (como el deterioro de viviendas por el desbordamiento del canal del Ahogado) y de salud pública debido a las condiciones del mismo, aspectos paralelos que se desarrollarán posteriormente.
Después de esto, una representante de la organización “Un Salto de Vida” nos guio en la mayor parte del resto del viaje, mostrándonos, para empezar, las industrias que caracterizan al municipio de El Salto, lugar a donde 10,000 personas se desplazan diariamente a laborar, teniendo una notable carga en el entorno y en la manera en la que se producen los desperdicios industriales. “La gente del Salto no trabaja aquí, porque saben dónde termina todo”, nos dijo. Este comentario hace referencia a que la totalidad de la carga industrial desemboca en el entorno, el Humedal del Ahogado, el Río Santiago y aledaños que afectan a la población local. La moral impide hacerlo sin un cargo de conciencia, siendo que se afectaría a la propia gente, lo cual no sólo hace sentido en general, sino que nos muestra la manera en la que la mayoría de la población no conoce normalmente la realidad de este otro subgrupo poblacional, como si no existiese, dado que somos en parte responsables por dichos impactos.
Posteriormente observamos el entorno de vivienda de fraccionamientos (Parques del Castillo) asentados cerca de las industrias, construcciones que dificultan una vida digna, que modifican y entierran el entorno y los símbolos culturales de los que disponían. Esta situación representa un relevante foco de riesgo para accidentes industriales que (bajo la experiencia con incidentes anteriores) dejaría un saldo fatal de muertes y daños a la vida y al ecosistema. Esto es el resultado de la negligencia de las autoridades y de la falta de acción ante los posibles riesgos, siempre tras un interés privado y/o monetario, que a su vez genera en distintas escalas condiciones de marginación en la población.
El siguiente punto que visitamos fue el canal resultante de la planta de tratamiento de aguas residuales del Ahogado, que es un cúmulo de agua tóxica, de característico hedor y apariencia, donde las aguas supuestamente tratadas siguen su curso. Uno de los principales factores que resulta impresionante de esto es la existencia de ganado en la colindancia de la inmundicia, alimentado con elementos tóxicos, y que finalmente dará productos lácteos y cárnicos que terminarán en algún punto en el sector de consumo. Un poco más alejadas, pero no lo suficiente como para que resulte menos preocupante, están las casas que ven como entorno común un centro de enfermedad y desagrado al que sus condiciones les han encadenado. Es impactante el resultado de la incapacidad de tratar el volumen de agua que se recibe, la generación y almacenamiento de lodos propios y externos de la planta y el resultado de deterioro de salud general que desemboca en muertes prematuras, daños hepáticos y renales, existencia masiva de cáncer y toda clase de afecciones relevantes que limitan la calidad de vida de los habitantes de estos lugares.
Al salir de este lugar de El Salto, en un arco representativo, nos encontramos la leyenda “El Salto, Ciudad Industrial”, que en lo personal me pareció la cúspide del cinismo como una máscara de progreso, como si no se tratase de un entorno de marginación de salud y deterioro ecológico. Estos aspectos sociales tras una fachada tan “positiva” han condenado las acciones del sector privado y público, y su codependencia económica en la que casualmente no entran las consideraciones ambientales. Resulta deleznable y repulsiva la idea de que esto engloba lo que de alguna u otra forma “tiene que pasar”, la puerta trasera de todo lo malo y al mismo tiempo innegable de la gran ciudad, la desigualdad y desesperación de una sociedad rota y enferma.
En nuestra última parada, el puente entre Juanacatlán y El Salto, estuvimos ante lo que se llegó a conocer en algún punto como el “Niágara de México”. De esta realidad sólo quedan las estructuras antiguas y vacías de lo que fue un hotel al pie de la cascada. Dicha cascada resultante de la combinación (principalmente) del canal del Ahogado y del Río Santiago se trata del lugar más contaminado, un paisaje caracterizado por el mal olor, la basura y la espuma tóxica que se despliega por el aire al desprenderse del cauce, todo ello (ahora nada sorprendente) justo al lado de la entrada de Juanacatlán y un conjunto de comercios y viviendas que colindan en la cercanía.
Finalmente, y rematando la experiencia, atravesamos por el relleno sanitario de “Los Laureles”, destino principal de la mayoría de la basura generada en la ciudad. Este entorno surge como una montaña de desechos que tras capas de tierra y compactación se disimula como natural, aunque su forma denota una extrañeza artificial. Dicho sistema se ha tornado insuficiente y actualmente se busca otro lugar en donde el modelo de Los Laureles pueda ser reproducido, con Tala como el principal candidato, aunque siendo frenado por la iniciativa de los habitantes y de colectivos como “Un Salto de Vida”. De todo este enrevesado proceso de burocracia y conflicto podemos desglosar lo que se observa actualmente en los Laureles, un entorno de pepena y basura, comunidades existentes a pocos kilómetros del lugar, afectados por el hedor y el resto de aspectos que la cercanía con este elemento conlleva. El patrón se repite, personas relegadas al perímetro “invisible” de la megápolis del progreso que es Guadalajara.

Este recorrido me pareció una experiencia inigualable en la reflexión en torno a los impactos y procesos relacionados con los desechos de todo tipo y sus afectaciones al ambiente y al entorno focalizado donde pueden ser encontrados; considero que se trata de una pauta imprescindible y de una oportunidad de reflexión importante para tomar todas las herramientas posibles y lograr hacer cambios sustanciales en nuestra generación de impactos sobre el entorno y en la calidad de vida de las personas que se ven vulneradas por ellos a diario, desentendiendo su cotidianeidad como el “costo” de lo que conocemos como progreso.

Egresado de CETI bajo el título de Tecnólogo en Desarrollo de Software por medio de la elaboración conjunta de un prototipo de aplicación tecnológica con enfoque sustentable y estudiante de Ingeniería Ambiental en ITESO. Aficionado a la naturaleza.