El proyecto de Reconstrucción de vivienda y tejido social ganó la Bienal de Arquitectura 2019, que reconoció la mezcla entre el uso de materiales tradicionales, la organización del trabajo en tequios y la recuperación del concepto de viviendas híbridas basadas en la cosmovisión de la comunidad ikoots.

Para llegar a San Mateo del Mar, Oaxaca, hay que viajar a la Ciudad de México, de ahí volar a Ixtepec –a una pequeña base militar con un aeropuerto para aviones de hélice– o a Huatulco, de aquí aún falta el trayecto de otras dos o tres horas en autobús. Cualquier vía que se elija desde Guadalajara toma un día.

Durante dos años esta travesía la realizaron egresadas, egresados, profesorado y estudiantes del ITESO que participaron en el proyecto “Reconstrucción de vivienda y tejido social” a raíz de los sismos de septiembre de 2017 que dejaron sin casa a un 60 por ciento de la población del lugar.

Fue un proyecto en el que, además de la comunidad itesiana, participaron la Fundación Loyola y la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, todo con el apoyo del Sistema Universitario Jesuita.

El rescate de materiales tradicionales y de las prácticas de la comunidad indígena ikoots en cuanto a organización del trabajo y su concepción de vivienda, así como el intercambio de saberes son las características del proyecto que apoyó a aquellos que no recibieron ninguna ayuda por parte de autoridades porque las casas que son de palma, palo, carrizo y madera no son consideradas viviendas.

En una primera etapa de reconstrucción, en 2018, se entregaron 11 casas y los aprendizajes de este periodo sirvieron para que en la segunda fase se lograran combinar las costumbres de los ikoots y técnicas de construcción que las harán más resistentes a sismos. Además de implementar metodologías de reconstrucción del tejido social.

“En este hibridaje aprendimos el simbolismo que le dan a la vivienda, porque para ellos es como un cuerpo: tú entras por una boca y te resguardas en el vientre materno, el techo tiene costillas, tiene manos y hasta arriba está la cabeza. Todos esos simbolismos tratamos de que no se perdieran y, aunque la pieza ahora es de acero, están presentes los elementos que ellos reconocen, de tal forma que no la vean ajena”, explica Carlos Estrada quien, junto con Gerardo Cano, ambos profesores del ITESO, coordinó el equipo Reconstrucción Istmo.

El primer paso del proyecto fue detectar cuál era la razón por la que se cayeron las viviendas y definir cómo se reconstruirían de manera más segura. En esta parte, Ingeniería Civil del ITESO ideó la manera de realizar un estudio de suelo manual porque era muy costoso llevar maquinaria para realizarlo, cuenta Carlos Estrada.

“Se detectó un fenómeno llamado licuefacción que se da cuando un suelo que está muy saturado de agua. En el caso de San Mateo del Mar son suelos arenosos con poca presencia de arcilla, entonces cualquier estructura que esté sobre este suelo frágil se derrumba con un temblor. Se descubrió que los daños fueron un conjunto de circunstancias, no nada más lo fuerte del temblor, sino que había llovido mucho ese año, había subido mucho el nivel de las lagunas y del mar, todo el subsuelo estaba muy impregnado de agua. Es decir, con ese mismo temblor, pero sin tanta agua quizá no hubiera habido tanto daño o tanta agua y sin ese temblor tampoco, pero se juntaron dos circunstancias y fue fatal”.

Viviendas híbridas

Con el estudio, también, determinaron en qué zonas era viable volver a construir y en cuáles no.

En noviembre de 2018 se entregaron las primeras viviendas de lo que llamaron el proyecto piloto y, señala, que a la par la ONG Casa y Ciudad emprendió otras 20 casas en alianza con Fundación Loyola. Para 2019, una vez que el equipo aprendió sobe los procesos, tiempos de entrega, cómo trabajan las personas de lugar, se planeó la construcción de 20 viviendas más que se adecuaran más a la manera de pensar de los ikoots. A estas habrá que sumar otras 10 casas que construyó la ONG Aldea.

“En el proyecto piloto pusimos lámina de tetra pack reciclado que son más térmicas que las galvanizadas de acero, pero siguen siendo materiales industrializados, foráneos, y que quizá las familias no lo podrán solventar en un futuro” esto los llevó a que las nuevas viviendas se recuperara el techo de palma.

En la segunda etapa, dice el profesor del ITESO, se rescató más el tequio “que es el trabajo colaborativo tradicional que ayuda a reforzar el tejido social porque genera una corresponsabilidad con los demás compañeros, es decir, ‘te voy a ayudar a hacer tu casa y tú ayudarás a hacer la mía, entonces no te voy a fallar’”.  Al mismo tiempo las familias se hicieron copartícipes del diseño y de la construcción de su vivienda.

“Cada persona se sentó con nosotros a decirnos cómo quería su casa, ninguna es igual a la otra, aunque son parecidas. Pueden cambiar las ventanas, puede cambiar la orientación, eso fue el diseño participativo, que estuvo muy padre”.

En tequio los hombres hicieron el mejoramiento del suelo previo a que se levantaran las casas y el tequio de mujeres se encargó de la elaboración de puertas y ventanas de penca de palma. Además, hubo un tequio de tejedores de palma.

También se necesitaron herreros, carpinteros, electricistas y albañiles, todos de la región con lo que se benefició la economía de una de las regiones del país con un alto grado de marginación.

“En eso sí refrendamos una posición totalmente ignaciana de apoyar al más olvidado. Este proyecto, aunque tiene claramente la inspiración ignaciana, no dejó fuera a quien no compartiera ideas religiosas o políticas”.

Reconstrucción humana

La segunda etapa de reconstrucción con el rescate de materiales tradicionales, la organización en tequios y el concepto de viviendas híbridas recibió la medalla de oro de la Bienal de Arquitectura Jalisciense de la Academia Nacional de Arquitectura, capítulo Guadalajara el pasado 29 de noviembre.

Para la bienal, el equipo tituló el proyecto como “Reconstrucción de vivienda y tejido social” porque, explica Carlos Estrada, la parte social era un elemento que se pensó que siempre estuviera presente “no quedarnos sólo con las piedras y los ‘fierros’, sino que aportara en reconstruir humanamente las cosas”.

“Reconstrucción de vivienda y tejido social” tuvo un sinfín de colaboradoras y colaboradores de colectivos como Unired y PAE, así como como egresados de Ayuuk.