Una empresa fundada por egresados de Ingeniería en Biotecnología desarrolló un chicle que tiene probióticos y que, a diferencia de los que tiene el yogurt, comienzan a hacer efecto desde que están en la boca. El proyecto contó con la colaboración de un estudiante y otros egresados para diseñar el proceso de mercadeo del producto

POR JUDITH MORÁN Y RAÚL FUENTES

Caries. Mal aliento. Coloración amarilla en los dientes. Sarro. Padecimientos que a simple vista se leen muy desagradables, pero que se convirtieron en el objetivo de un proyecto para atacarlos mediante una goma de mascar con probióticos, desarrollada por Diego Castorena y Fernanda de la Rosa, egresados de Ingeniería en Biotecnología del ITESO y fundadores de Sicte Biotek, una empresa dedicada a la biotecnología bucal.

La idea de crear el chicle llegó mientras Castorena y De la Rosa cursaban la materia de «Bioproyectos», en la que tenían que diseñar un proyecto para el servicio de otras personas. Estaban en la etapa de intercambiar ideas cuando la hermana de Diego, que es dentista, le mostró las piezas que le extrajo a un niño que tenía caries y ahí comenzaron a desarrollar la idea.

«Investigamos de qué forma se podían tener los probióticos y si era una goma de mascar, entonces estaría en contacto con todas las piezas de la boca, incluyendo la lengua», explica De la Rosa al señalar que esto le daría un giro a los dulces que se consideran dañinos.

Castorena agrega que se metieron a temas de estudios de mercado y analizaron la viabilidad del proyecto tanto en la parte de biotecnología como de negocios. Al final del semestre entregaron un primer prototipo sobre el que siguieron trabajando hasta tener el definitivo.

El distintivo de este chicle con probióticos, explica Diego, es que este comienza a actuar en la boca a diferencia de otros probióticos que para funcionar deben llegar al estómago.

En el mercado hay otros productos similares, pero con otros precios y características. Por ejemplo en Nueva Zelanda está Blis Probiotics, que apoya la salud del oído, la nariz y la garganta y se puede adquirir a un precio de entre 800 y 900 pesos. «El precio tentativo del chicle estará por debajo de lo que actualmente se tiene en el mercado, lo queremos hacer accesible, que compita con los dulces aunque no sea un dulce».

De esta manera Fernanda está cumpliendo con el propósito que tenía en mente al ingresar a estudiar Ingeniería en Biotecnología en el ITESO. «Me metí a la carrera porque era mi interés ayudar a las personas, no tanto como el médico, sino ir más a fondo, al origen del problema y brindar alternativas al alcance de todos». 

La visión de ambos, dice Diego, es beneficiar a la comunidad sin importar su estatus socioeconómico. «Queremos impactar de manera positiva a nuestra sociedad cercana y cómo se puede hacer: por la satisfacción de estar bien, y la boca es una herramienta para ello, sonreír te provoca felicidad». 

El egresado señala que en México casi no existe la cultura de la prevención, aunque sea más barato que curar. «Nosotros apostamos por la prevención».

Del salón al PAP

El proyecto llamó la atención entre el profesorado y surgió la idea de que se convirtiera en el escenario de algún Proyecto de Aplicación Profesional (PAP).

Entre los estudiantes que han colaborado desde el PAP Programa para la Mejora de la Calidad, Productividad y Logística de la Región Industrial están Aleydis del Toro, Juan Carlos Mora y Fernando Tututi, egresados de Ingeniería Industrial del ITESO y alumno del mismo programa académico, respectivamente, quienes con la supervisión de la profesora Julia Santamaría apoyaron en los procesos relacionados con la validación del chicle.

Para definir en qué presentación se ofrecería el probiótico se revisaron también opciones como gomitas o pulpas, pero el equipo eligió la goma de mascar porque este producto cubre muy bien toda la boca, dientes y lengua.

«Se tiene pensado vender el chicle en farmacias porque no es nada más mascarlo y ya como cualquier otro chicle, sino que está pensado para que se consuma conforme a una indicación y luego de eso se suspenda el tratamiento. Está diseñado como un suplemento alimenticio en el que el consumo del mismo es responsabilidad de quien lo adquiere», explica Tututi.

Diego y Fernanda, los creadores del chicle, reconocen que la colaboración con el PAP los ha ayudado a identificar a sus clientes y, en especial, sus metas.

«Lo que nos han aportado es entender la escalabilidad que tiene el proyecto. Antes pensábamos producir de manera local y nos ayudaron a entender que no, que el proyecto puede llegar a millones de personas, eso nos hizo cambiar el chip y buscar otros aliados estratégicos», explica Castorena.

Con la ayuda del ITESO se ha tramitado la patente de BioSmile, nombre que le dieron al proyecto. Sicte Biotek, que culmina este mes de junio su proceso en la Incubadora de Empresas Tecnológicas del Centro para la Gestión de la Innovación y la Tecnología  (Cegint) del ITESO, ya está pensando en otros proyectos. «No nos queremos quedar en el ramo de la confitería, nuestra empresa es de biotecnología bucal porque ya tenemos ideas de desarrollar otros productos como dentífricos suplementos, no sólo para humanos, también para animales», dice Diego.

Está previsto que Biosmile salga a la venta en la segunda mitad de junio. Para más información sobre el chicle, puedes escribir a los correos ib707304@iteso.mx e ib703129@iteso.mx, visitar la página web http://www.sictebiotek.com/ o sus páginas en Facebook, Youtube, Instagram o LinkedIn como SICTE BIOTEK.

Reconocimientos

A lo largo del desarrollo de BioSmile, Castorena y De la Rosa obtuvieron los siguientes reconocimientos.

Hult Prize. Finalistas en la región Latinoamérica.

II Concurso de Emprendimiento de Alto Impacto del ITESO. Tercer lugar, actualmente están en la Incubadora de Empresas Tecnológicas del ITESO, que les otorgó un monto económico para su proceso de incubación.

Leader Innovation Fellowship Programme. Fueron seleccionados entre los 10 proyectos mexicanos que representarán a México en innovación y tecnología con sede en Londres, tentativamente en línea. Además fueron acreedores de una inversión de 10 mil libras por parte del Newton Fund. En este programa participan proyectos de 17 países en vías de desarrollo y el programa dura un año de mentoría a nivel internacional.

FOTOS: Cortesía de Fernanda de la Rosa y Diego Castorena