¿Qué puede resistir al poder que vigila y silencia? A partir de la película El precio de la verdad, Ximena Athalie, estudiante próxima a egresar de la Licenciatura en Psicología, comparte sus reflexiones sobre el poder, la vigilancia y el capitalismo como sistema que mercantiliza el dolor, y sobre la amistad como vínculo ético y disruptivo

Por Ximena Athalie Pérez Lozano

 Atender, reconocer y trabajar con el dolor de alguien significa trabajar con el dolor de un tiempo, de una estructura que hiere más allá del individuo, y eso se ejemplifica en la película “El precio de la verdad”. Dirigida por Todd Haynes en 2019, este filme relata la historia real del abogado corporativo Robert Bilott, quién, tras la insistencia de un granjero de Virginia, se involucra en una batalla legal contra la poderosa empresa química DuPont, responsables de la creación del químico PFOA (base del teflón) y del encubrimiento de décadas de envenenamiento a la población. Se expone en la trama el antagonismo fundamental: el poder económico del consorcio a costa del bienestar de la comunidad.

¿En la lógica capitalista el valor de cambio y la ganancia está por sobre la vida humana? ¿Este sistema objetiviza la esencia humana y la disfraza de un reluciente color oro o de un atractivo verde con el intento de deslumbrar con su brillo y justificar la muerte lenta de sus ciudadanos?

En el sistema capitalista, la exaltación de la ganancia individual sobre lo colectivo no es un accidente o un simple efecto secundario, sino una estrategia. En la película esto se manifiesta desde el primer plano: enormes empresas que anteponen sus ganancias a cualquier principio comunitario, científicos que firman silencios, vecinos que dudan por miedo al aislamiento o la represalia. La verdad se vuelve peligrosa no porque sea falsa, sino porque amenaza un orden determinado, uno basado en la negación del otro.

La postura es clara: mientras no se toque el interés económico, todo puede seguir “hablándose”. Esto se ejemplifica en la escena en la que la empresa DuPont intenta negociar con el abogado Bilott. El lenguaje corporativo está dispuesto a dialogar, a “facilitar información”, a “ayudar”, pero solo si no se tocan las bases del poder. Cuando Bilott insiste en destapar el archivo completo del PFOA (la sustancia química), el diálogo deja de ser posible. Porque se toca lo que “no debe tocarse”, porque se piensa lo más difícil de pensar, lo que no se quiere modificar en nuestra sociedad: el sistema económico. El cuestionamiento de la vida como mercancía no se piensa porque de hacerlo, desestabilizaría las ganancias de los consorcios.

Toda superestructura, incluyendo el ejercicio de la ley y la moral en la actualidad, responde, en última instancia, a esa base económica. Por eso, el núcleo de cualquier crítica verdaderamente transformadora debería apuntar ahí. Porque la mayor herramienta del sistema no son las leyes ni las armas, es la anulación del otro: burlarse, deplorar, degradar, exponer como enemigo a quien lo cuestiona. Se burla del disidente, lo patologiza, lo convierte en personaje y en objeto de ser “quien trae el mal”, no quien lo señala ni quién lo padece.

Foucault afirma que el poder no requiere de látigos y armas si logra instalar, desde distintas disciplinas, un dispositivo de vigilancia. A este concepto le llamó panoptismo, tomando como metáfora el panóptico: un diseño arquitectónico carcelario con una torre central desde la cual se podía observar a todos los presos sin que ellos supieran cuándo estaban siendo vigilados. La claveposibilidad de ser observados en cualquier momento, lo que incitaba a la autocorrección.

Pero, el panoptismo no es solo una torre en el centro de la prisión, es un dispositivo que presupone y efectúa subjetividad. Misma lógica que atiende al sistema actual, aún sin un referente tan físico como el de ese entonces. El panoptismo opera en escuelas, hospitales, oficinas, redes sociales con el famoso “algoritmo” y también, como muestra la película, en el sistema legal, corporativo y económico. Bilott no requiere ser perseguido abiertamente para sentir el peso del poder. Basta con el aislamiento, la presión empresarial e institucional, la mirada constante de quienes sabe lo vigilan sin decirlo. El sistema actual no requiere de todo un plano arquitectónico, basta con instalar la sospecha, el juicio y la amenaza de perderlo todo.

Porque en la actualidad, disciplinar es objetualizar, taxonomizar para diferenciar, controlar o regular a quienes se revelen contra lo establecido. El pensamiento mismo se vuelve un proceso de discernimiento vigilado, donde lo que no encaja se descarta antes de nacer. Y entonces, el sistema se fortalece.

Ante esta maquinaria de vigilancia y silenciamiento cabe preguntarse ¿por qué no hay un “despertar social” inmediato? O por lo menos más contundente. ¿Por qué, aún ante tantas denuncias, la sociedad parece obrar desde la pasividad? Fromm lo advirtió con claridad: por miedo a la libertad, preferimos someternos a algo que nos tome como esclavos antes que enfrentarnos al peso de la misma libertad.

La libertad en el capitalismo no es gratuita y esta sostenida sobre el poder de compra y este tiene su costo más alto cuando implica dejar de pensar.  El costo de desestimar la realidad, de aceptar acríticamente los roles, de renunciar al cuestionamiento, a expresar la inconformidad. Es un costo que muchos están dispuestos a pagar, pues es más cómodo pagar el precio de la resignación cuando este se puede dar “a meses sin intereses”.

Sin embargo, la película también deja en claro que no se trata de un cuento ni de una fábula con redención universal. No hay un final feliz donde todos reconocen como héroe al protagonista. Incluso cuando uno podría preguntarse “¿qué más quieren que haga?”, el granjero Tennant, que fue el primero en alzar una voz firme, lo confronta señalando una verdad incómoda: no se le glorificará por atender una vez a los desfavorecidos. Eso debe ser un ejercicio continuo del profesional. Y también su obligación.

Porque la libertad que se busca a través de la verdad no es un estado, es un ejercicio. No se tiene, se ejerce, se conquista, se encarna. Y en ese ejercicio, los procesos de simbolización son vitales, necesitamos narrativas, necesitamos imágenes, gestos que nos devuelvan el sentido.

La memoria colectiva se vuelve entonces un terreno fértil para ese ejercicio: no como archivo muerto, sino como tejido vivo que nos recuerda lo que fuimos, lo que permitimos, lo que resistimos. La historia de la gran pelea con DuPont activa esa memoria al mostrar cómo el dolor de una comunidad no es solo individual, también histórico, compartido, sedimentado en cuerpos, paisajes y silencios.

La película lo muestra en cada gesto de Bilott, su transformación no ocurre de golpe, sino a través de símbolos cotidianos que lo interpelan: el agua contaminada, los documentos ocultos, el ganado muerto y desfigurado, la mirada enferma y llena de frustración del granjero, el silencio de su entorno. Cada uno de estos elementos actúa como catalizador simbólico que lo obliga a encarnar la verdad, no como idea abstracta, sino como práctica ética, como libertad ejercida a pesar del costo.

Nietzsche, con su distinción entre las fuerzas nobles y viles que nos habitan, nos recuerda que no todo lo que obedece es bueno, ni todo lo que se rebela es malo. Incluso la ciencia, en la película, busca colocarse como juez y objeto de juicio a la vez, desdibujando la línea del cuestionamiento. Cuando DuPont contrata científicos para declarar “dentro del margen”, se revela cómo el método y la ciencia se vacía del pensamiento reflexivo y ético. Se ignora el Geist, el espíritu, la conciencia de lo vivo. La verdad no solo debe informarse, debe elaborarse, se debe digerir, hasta que deje de ser devenir y se convierta en advenir.

Pero entonces, ¿por qué alguien sí decidiría luchar por ello? Bilott lo muestra con claridad. Cuando un extraño plantea la emergencia, se niega. Pero cuando ese dolor tiene cara, nombre, voz y familia, deja de ser ajeno. Se reconoce como propio. Porque lo es. Y en ese gesto, tan sencillo y complejo, se revela la posibilidad de resistir a un sistema que se sostiene en negar al otro.

Es ahí donde puede surgir lo impensable: ¿qué puede neutralizar la violencia estructural? Tal vez, y solo tal vez: la amistad, la fraternidad. No como afecto ingenuo, sino como vínculo disruptivo, como alianza que desborda la lógica del interés. No se trata de un sentimiento soñador donde la amistad funcione como magia contra las estructuras del mundo, ni de un discurso hollywoodense, sino justamente de la complejización del impacto mismo del concepto. Tomamos tan a la ligera el entendimiento de ser “amistoso” con el otro, que no nos ponemos a pensar qué construye realmente ese abstracto, ni el impacto tan revolucionario en estos tiempos, de reconocer al otro, validarlo, acompañarlo.

Hablamos de un tejido social, de reconocimiento del otro y de uno mismo gracias a ello. De generar nuevas memorias a partir de encarnar la memoria colectiva que nos conforma.  Porque en un mundo donde todo tiene precio, la amistad es de las pocas cosas que aún se dan sin un recibo cuantificable. Y es quizás ahí, en el gesto desinteresado del vínculo, donde empieza la verdadera reparación, no como victoria, sino como resistencia compartida.

 

Referencias:

Benyakar, M. (2016). Lo disruptivo y lo traumático: Abordajes posibles frente a situaciones de crisis individuales y colectivas (E. Ramos, A. Taborda, & C. Madeira, Comps.). Nueva Editorial Universitaria . Universidad Nacional de San Luis.

Deleuze, G. (2006). Nietzsche y la filosofía (C. Artal, Trad., 6ª ed.). Editorial Anagrama.

 Haynes, T. (Director). (2019). Dark Waters [Film]. Participant Media.

 Heller, A. (1997). La complejidad de la justicia, un reto para el siglo XXI. Análisis Político, (32), 16–26. https://revistas.unal.edu.co/index.php/anpol/article/view/78387

 Lukianoff, G., & Haidt, J. (2019). La transformación de la mente moderna: Cómo las buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso (V. Puertollano, Trad.). Deusto.

 Mundo Equilibrio. (2017). El siglo del Yo. Cap. 1: Máquinas de felicidad [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=dTtRjeNw8lo

 Sánchez Antillón, A., Gutiérrez Castañeda, O., & Macías García, L. F. (2019). Análisis de las narrativas de sujetos traumatizados por abuso. Avances en Psicología, 27(2).

 FOTO: www.imdb.com