Presentan en Casa ITESO Clavigero el libro El cortometraje: el arte de narrar, emocionar y significar, de la académica Annemarie Meier, en un diálogo con creadoras cinematográficas y especialistas en la materia

¿Qué tienen en común la salida de obreros de una fábrica, unos hombres bajando de un barco, una pareja alimentando a un bebé y un tren llegando a una estación? Todas estas escenas son cortometrajes filmados entre 1895 y 1896 por los hermanos Lumière como parte de sus primeros trabajos con el cinematógrafo. El cortometraje, en el fondo, es donde el cine empezó. 

El cortometraje: el arte de narrar, emocionar y significar (Universidad Iberoamericana, 2023), obra de la académica Annemarie Meier, tuvo una presentación oficial en Casa ITESO Clavigero, donde la autora sostuvo un diálogo con especialistas en la materia, como las cineastas Karla Castañeda y Paola Villa, y los académicos del ITESO Ariadna Ruiz y Vicente Addiego, moderados por la profesora numeraria Ángela María Godoy. 

Definiendo y clasificando el cortometraje y sus estrategias discursivas, el libro explora conceptos como el planosecuencia, la relación espacio-tiempo, la generación de emoción, empatía y suspenso, la reflexividad y la intertextualidad en el spot publicitario, la perspectiva femenina, la relación entre cine y literatura, así como aborda el universo expandido del cortometraje mismo. 

“El cortometraje a veces se define como un audiovisual de menos de 30 minutos, pero hay festivales que dicen que son 40, 45 o 50 minutos. En lo que estamos de acuerdo es en que tiene su historia paralela, pero separada, del largometraje, que se volvió el gran cine que se ve en las salas, un ritual muy importante para muchos individuos”, explicó Meier. 

La dinámica de la presentación fue interpelar a la autora del libro —algunos de los presentes fueron sus alumnos— con puntos clave alrededor del cortometraje: Villa, directora de los cortos Alberca (2018), Uno (2013) y 6:00 PM (2007) se centró en el afán de definición alrededor del corto como obra acabada y completa, con sus propias reglas estéticas y formales, que no debe tener las mismas aspiraciones que un largometraje, pero tampoco por ello es un cine menor o de entrenamiento. 

“En el fondo, el cortometraje es absolutamente autónomo, lo más autónomo y puro de lo audiovisual, porque no recurre a ninguna convención narrativa reciclada, sino a inventar la pequeña historia, que es un instante que cuenta lo que va a contar. Lo que más me gusta es que esos cortos de tres o cinco minutos, pueden ser filosofía, poesía, un momento importante y observación de nuestro entorno. Es el cine más puro, el del pensamiento, el cine-poema, el de la reducción, el de una mirada. Ahí se concentra lo que puede dar un cortometraje”, respondió Meier. 

Addiego, coordinador de la Licenciatura en Comunicación y Artes Audiovisuales del ITESO, calificó este texto como una especie de pieza puente-aprendizaje, y una suerte de reivindicación del corto. Celebró la ocasión de estar frente a un espíritu interesante, que tiene una propuesta de pensar de otra forma la pieza breve, a la que ve como un territorio dentro de otro territorio, y preguntó a Meier si consideraba necesaria una mayor alfabetización en el lenguaje audiovisual desde los estudios básicos. 

“El cine no tiene reglas fijas como tiene la gramática, entonces no me gusta decir ‘alfabetización’, porque el cine es más libre, trabaja con lo que el autor quiere decir. Pero sí, salvo en Francia o España, y no en todos lados, el aprendizaje del lenguaje cinematográfico en el sistema educativo casi no existe a nivel mundial y debería existir”, opinó la investigadora y crítica de cine. 

Con experiencia en el cortometraje de animación en stop motion, Castañeda, directora de los cortos Jacinta (2008), La Noria (2012) y quien en estos momentos trabaja en su primer largometraje bajo la producción de Guillermo del Toro, puso en cuestión una idea extendida en muchos círculos: que el cortometraje, así como la animación, son obras inferiores. “Yo crecí pensando que la animación era totalmente inferior y que la subestimaban bastante”. 

“El cine nos ha acompañado toda la vida, pero casi sólo ha sido el largometraje, mucho menos el largo documental y mucho menos la animación de corto —que fue únicamente lo que conocimos de Disney en la televisión—, y no se diga los cortos documentales y de ficción, que se hacían en cine y que ahora se graban digitalmente”, señaló Meier acerca de la deuda pendiente con el corto. 

Ariadna Ruiz, quien además de profesora forma parte del colectivo MOIRA Narrativas en Tránsito, entró de lleno a las nuevas modalidades del corto, detonadas con la irrupción de la web colaborativa, para cuestionarse, por ejemplo, lo que está pasando a nivel creativo en espacios como TikTok o en las historias de Instagram, donde creadores han deslizado propuestas narrativas: “Hay que preguntarnos qué significa, más allá de ponerlo en una categoría de bueno o malo, ver qué nos está diciendo sobre las maneras en que producimos sentido social comunicativo”. 

En ese sentido, Meier reconoció que hay un campo cada vez más abierto y democrático, aunque a veces mal utilizado; de hecho, otras formas de cortometraje se han manifestado anteriormente como el videoclip, un comercial o una campaña de comunicación. Subrayó que es vital tener la sensibilidad para detectar todo aquello que puede llegarnos como mensaje, influenciarnos o manipularnos, y de eso el cortometraje no está exento, al ser la forma más pura del cine mismo.

FOTOS: Zyan André