Nancy Ulloa, profesora de matemáticas, compara la docencia como el caminar sobre una cuerda floja: un paso a la vez, haciendo pequeñas inflexiones o grandes contorsiones para no caer. En sus palabras, comparte cómo la pandemia puso a prueba su autoaprendizaje, autonomía y equilibrio
U
He pensado que de un tiempo para acá —marzo 2020 o quizá antes— mi quehacer docente se puede comparar con el de un equilibrista caminando sobre la cuerda floja. ¿Alguna vez han visto en vivo como es que se monta sobre la cuerda, sabiendo que no hay vuelta atrás, y va dando un paso tras otro… lento pero seguro? Hace correcciones diminutas, con inflexiones pequeñas en postura y tensión muscular. Su cara, concentrada en la burbuja del fenómeno que él mismo ha lucubrado.
De repente, tiene una pérdida de equilibrio grande y por momentos crees que caerá hasta su fin. Sin embargo, cuando eso sucede, las correcciones minúsculas se convierten en contorsiones grandes y logra salir avante. De hecho, milisegundos después del susto colectivo, te llega la intuición de que quizá el equilibrista planeó esa suerte como parte de tu diversión. ¿Será que acaba de jugar con tu mente y tu corazón? Pero lo permites, porque te has dejado ser parte de esta burbuja, del espectáculo y de la emoción. Tanto así te has convertido en miembro del acontecimiento, que te invita a subir… sólo te recuerda: escúchate y siente tu alrededor, haz correcciones diminutas y, cuando sea necesario, contorsiones grandes. En este momento preciso, si te caes no fallecerás, ya que la cuerda la ha dejado a distancia segura del piso. Aunque sabes que llegará el día en que él no esté ahí contigo recordándote cómo avanzar en la cuerda y que la distancia del piso crecerá y crecerá. Bendito el día cuando ya no lo necesites para avanzar, habrá valido la pena.