Consolidado como un bufete jurídico que desde hace 17 años asesora, guía y resuelve gratuitamente los problemas legales de miles de personas, el Centro Ignacio Ellacuría combina los conocimientos de experimentadas académicas con el ímpetu de decenas de alumnos del ITESO.

Desde la puerta de la que hasta hace un par de meses era la sede del Centro Ignacio Ellacuría del ITESO se alcanza a ver la “Inmolación de Quetzalcóatl”, la escultura que desde los años 70 se ha convertido en un ícono de la Plaza Tapatía y a la que muchos conocen simplemente como el “sacacorchos”.

PAPE

Paula, quien rebasa los 60 años, cruza la puerta del centro con un montón de papeles en la mano y después de haber estrechado la mano de un par de asesores que le clarificaron cuál era el camino que iban a seguir para resolver su caso.

El 18 de mayo de 2014 enviudó cuando su esposo cayó desde un andamio mientras trabajaba como albañil en una obra en una colonia popular de la ciudad.
El patrón no quiso responder; Paula, sin hijos y con todos sus familiares en Guerrero, tuvo que empezar a vender dulces en la calle para sobrevivir y costear los trámites legales para obtener una justa indemnización.

Primero el patrón se desentendió; ella pedía 50 mil pesos y el patrón le llegó a ofrecer 10 mil, los cuales Paula consideró aceptar, hasta que el bufete jurídico del ITESO la ayudó a entender y armar mejor su caso y, con la Ley Federal del Trabajo por delante, le hizo ver que podía aspirar a, por lo menos, 300 mil.

Viuda, migrante, tercera edad, sin hijos, sin familiares en la ciudad, pobreza extrema… El estado de indefensión de Paula era evidente, uno de esos casos que el centro toma sí o sí. Para elegir en cuáles se involucrará, aplica un estudio socioeconómico.

“Le vamos a entrar a este caso porque la Ley Federal del Trabajo, en su artículo 519, dice que el interesado como beneficiario tiene dos años desde la muerte del trabajador para presentar una solicitud de indemnización ante la Junta de Conciliación y Arbitraje”, explica Herman García, egresado de dos carreras del ITESO (Relaciones Internacionales y Derecho) y quien entró a colaborar en el centro en enero de 2015 como estudiante del Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Bufete jurídico gratuito en Guadalajara”.

Hoy, el ITESO ofrece a sus alumnos de licenciatura 114 PAP, una iniciativa nacida en 2004 que tiene como objetivo acercar sus conocimientos profesionales a problemas reales antes de que se titulen.

“Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas”. Honoré de Balzac

“Elaboramos la demanda y ya la tenemos lista para presentarla en cuanto a la señora se le nombre beneficiaria; en la misma ley se contempla, en el artículo 502, que al beneficiario se le pagan aproximadamente más de 300 mil pesos. Hablamos con el abogado de la parte demandada para llegar a un acuerdo y no ocurrió nada”.

Para esto existe precisamente el Centro Ignacio Ellacuría, el cual fue inaugurado en abril de 1998 y cuyos objetivos son: “Generar mejores y consistentes condiciones de justicia social y equidad y alentar la formación de una sociedad poseedora de una nueva cultura política donde se respete la ley, se promueva la participación y tengan vigencia las libertades y los derechos”.

Experiencia, juventud y compromiso al servicio de la justicia alternativa
Nomen est omen. Nombre es destino, dice la frase en latín.

Bautizar con el nombre del jesuita Ignacio Ellacuría a este bufete jurídico implica un fuerte compromiso con el trabajo que realiza, llegando a atender diariamente a un promedio de 15 personas, es decir, entre mil 500 y 2 mil casos al año.

Algunos los toman, otros no, pero nadie se va sin ser asesorado, tenga o no dinero.

Ellacuría, sacerdote de origen vasco y nacionalizado salvadoreño, era Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador (UCA) cuando fue asesinado por el ejército de aquel país en 1989, junto a otros cinco hermanos jesuitas y dos religiosas, debido a su oposición al régimen militar y la represión que aterrorizaban a El Salvador. Es uno de los Mártires de la UCA.

El centro, fundado el 20 de abril de 1998 por los profesores de Derecho del ITESO Eutiquio Dueñas y Basilio Martínez, brinda orientación en materia familiar, fiscal, civil, laboral y mercantil, no así en la penal, debido a que “son asuntos muy delicados, y los alumnos no pueden trasladarse a Puente Grande. Es una política de la universidad”, explica Claudia Estrada, coordinadora del centro quien, junto a la académica Linda Bonilla, le da la solidez y experiencia al proyecto.

¿Cómo contactar al Centro Ignacio Ellacuría?

Al teléfono 3669 3434, extensiones 3496 y 3684
Escribiendo a los correos claudiaestrada@iteso.mx o ruthm@iteso.mx
Acudiendo a sus oficinas en el campus ITESO, en el Módulo Q2
Su horario de atención es lunes, miércoles y viernes, de las 9:30 a las 13:30 horas

 

Ellas son las que litigan cuando se necesita, las que guían paso a paso a los alumnos para que sepan cómo tratar tal o cual caso. Son también las que a cada rato dejan a un lado su labor de profesoras y se ponen a hablar directamente con los ciudadanos para responder sus dudas, convencidas como están de un nuevo paradigma que cada vez cobra más fuerza en México y el mundo: la justicia alternativa.

“Queremos que el Centro Ignacio Ellacuría se convierta en un centro de mediación”
¿De qué se trata este paradigma? ¿Por qué Bonilla y Estrada ya tomaron el Diplomado de Justicia Alternativa que ofrece el Instituto de Justicia Alternativa del Estado de Jalisco (www.ija.gob.mx) para convertirse oficialmente en Prestadoras de servicios de métodos alternos de solución al conflicto?

“Se trata de agotar todas las vías posibles antes de acudir a instancias judiciales, es decir, recurrir a métodos alternos para promover una cultura de la paz donde ambas partes salgan satisfechas y haya un acuerdo justo y equitativo, no como en un juicio con abogados tradicionalistas que dicen: ‘¿me ganaste en primera instancia? Pues ahora te interpongo una apelación, y ahora un amparo…’, un procedimiento en el que tiene que haber un ganador y un perdedor”, explica Estrada.

“Queremos que los alumnos vean qué es una mediación para que se alleguen de todas las herramientas y habilidades del mediador y vean que con este nuevo paradigma estamos promoviendo la cultura de la paz, para que ambas partes salgan satisfechas”.

“¿En qué le podemos ayudar?”
El contacto de los estudiantes del ITESO con la realidad jurídica de los ciudadanos que acuden al centro es continuo y aleccionador.

“En el momento en que los estudiantes del ITESO tenemos un encuentro con gente como la señora Paula, esa es la manera en que podemos desarrollar una sensibilidad para que cuando egresemos podamos decir: ‘Yo quiero colaborar, porque tengo un conocimiento de cuáles son las circunstancias que viven estas personas’”, comparte Herman, quien añade una pregunta que le sirve como guía para laborar en este centro.

“¿Cómo le vamos a hacer para que podamos tener un cumplimiento estricto del derecho, sin dejar de lado los derechos humanos, sobre todo los de los más desfavorecidos?”

Al Centro Ignacio Ellacuría (que debido a problemas estructurales del edificio en el centro tapatío se encuentra temporalmente en el campus ITESO y busca una nueva sede en la urbe) llegan personas de todas las edades, enviadas en una buena cantidad de ocasiones por el propio IJA, el Instituto de la Mujer o el Instituto del Adulto Mayor –un 40% de las personas que atienden son adultos mayores–, instituciones gubernamentales que describen al centro como diligente y confiable y hacen que la gente lo busque.

“No nos damos abasto”, reconoce Estrada. “Pero estamos ganando casos, aprendemos, se imparte justicia… Vale la pena”, comparte Herman.

En el Centro Ellacuría también participan estudiantes de Psicología, cuya misión es acompañar a las personas, sobre todo cuando se trata de asuntos familiares.

Si no es para todos, ya no es justicia
En un país donde la mitad del país vive en la pobreza o la pobreza extrema –más de 50 millones de personas–, “de nada serviría que la universidad creara profesionales técnicamente competentes que no tuvieran un acercamiento al dolor ajeno y ganas de transformar al país”, enfatiza Herman, citando a las Orientaciones Fundamentales del ITESO.

Para conseguirlo se apoyan no solo en la Constitución mexicana o en las leyes estatales, sino también en los tratados y convenciones internacionales que ha firmado México y que son vinculantes –es decir, que las autoridades tienen que cumplir–, por ejemplo en materia de derechos humanos. Texto Enrique González Fotos Luis Ponciano