En el marco del Día Internacional de la Educación, la coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Educación del ITESO, nos comparte su visión sobre ésta, que conjunta compromiso, pasión y esperanza
Por Maelvi Lizette Muñoz Álvarez
Para mí, la educación es pura emoción; es pasión, es alegría, es miedo, es ilusión que se traduce en acción mediante lo que elijo como misión.
Quizá por eso creo que hablar de educación siempre nos trae recuerdos algunos agradables, otros tristes y hasta dolorosos porque la educación forma parte de nuestra vida y nuestra cotidianidad. Habrá quienes con este tema nos remontamos a la primera infancia y cómo vivimos nuestro paso por la escuela, quienes recuerden valores y tradiciones que aprendieron en familia o incluso, quienes piensen en los grupos de amigos con los que jugaban en la calle y donde desarrollaron habilidades valiosas de negociación, tolerancia a la frustración, trabajo colaborativo, entre otras cosas.
La educación se encuentra siempre presente en nuestras vidas y juega un papel crucial en el desarrollo personal y social. Ha cambiado su forma, su conceptualización y se ha enriquecido instrumentalmente, pero existe desde la conformación de las sociedades más primitivas.
Desde mi rol como coordinadora de la Licenciatura en Ciencias de la Educación me toca recibir jóvenes que cursan su bachillerato y les interesa saber más de esta licenciatura, aunque normalmente no tienen muy claro qué es o suelen encasillarse en el rol tradicional de ser profesor/profesora. Disfruto darles esta respuesta: “En ITESO tenemos una visión amplia de la educación, ya que ésta se encuentra presente en todos los procesos que requieren de un aprendizaje. Nos podemos desempeñar en una escuela desde la docencia o desde la gestión escolar, pero también en una comunidad para ayudar en la resolución de alguna problemática o en la construcción de propuestas para su desarrollo y también una empresa privada o pública para mejorar sus procesos de aprendizaje y hacerlo de una manera más humana. Creemos que la educación transforma y queremos ser parte de esa transformación que nos lleve a construir un mundo más solidario, comprometido con la persona, el medio ambiente y el bien común”.
En este entendido, para hablar de educación es necesario mirar los problemas sociales que nos aquejan, por ejemplo, la violencia normalizada, las situaciones laborales precarias, los problemas medioambientales que ponen en riesgo nuestra permanencia en el plantea, entre otros tantos. Desde ahí se hace urgente e indispensable comprometernos a brindar una educación que proporcione esperanza, que ponga a las personas al centro, que nos invite a salir de nuestra zona de confort y nos lleve al encuentro con las personas más vulnerables y al cuidado de nuestra casa común, haciendo eco de lo que se promueve desde la educación Jesuita y sumándonos a la invitación que hace el Papa Francisco desde su propuesta de un Pacto Educativo Global (PEG) el cual enfatiza el potencial de la educación para transformar la realidad sobre todo de las personas en situación de vulnerabilidad.
Sumémonos pues a la conmemoración del Día Internacional de la Educación propuesto por la ONU desde una actitud festiva porque la educación es esperanza; reflexiva porque nos implica movernos e incomodarnos para construir en comunidad y comprometida hacia el interior con nuestras familias, hacia el exterior con nuestro entorno inmediato incluido nuestro alumnado para quienes trabajamos desde la trinchera de las instituciones educativas.
FOTO: Luis Ponciano