Con una buena parte de la población mundial habitando grandes centros urbanos, es importante que las personas se involucren en el cuidado del aire que respiran. Carlos González Figueredo, coordinador de la Maestría en Ingeniería de Productos y Procesos del ITESO, explica que el primer paso es estar informado
En 2020 el Banco Mundial se puso a sacar cuentas y, luego de darle muchas vueltas al ábaco, informó que cuatro mil 200 millones de personas en el mundo viven en una ciudad. Esta cantidad equivale a 55 por ciento de la población mundial, es decir, el campo está más deshabitado y los entornos urbanos continúan creciendo. La proyección del organismo internacional es que en para 2050 serán 7 de cada 10 personas en el mundo quienes vivan en una urbe. Por eso, en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el 5 de junio, se vuelve de vital importancia reflexionar, primero, sobre los cuidados urgentes para tener un mejor entorno y, en particular, sobre la calidad del aire que respiramos.
«El problema con la calidad del aire es que no vemos lo que estamos respirando. Si tú abres la llave y te sale el agua turbia, no la usas, no te la tomas. Pero no puedes dejar de respirar», dice Carlos González Figueredo, académico del Departamento de Procesos Tecnológicos e Industriales (DPTI) del ITESO.
El también coordinador de la Maestría en Ingeniería de Productos y Procesos del ITESO agrega algo que todos saben, pero es como el elefante en la sala que nadie quiere ver: en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) la calidad del aire es mala y, por si fuera poco, está mal monitoreada. Pone por ejemplo las partículas PM 2.5, que tienen un diámetro de menos de 2.5 micras, cuya presencia en el aire está relacionada con las emisiones de los vehículos y que por su tamaño pueden entrar en el organismo y colarse hasta el torrente sanguíneo trayendo serios daños a la salud de las personas, incluyendo una disminución en el funcionamiento pulmonar.
González Figueredo explica que cada año mueren en el mundo cerca de 4 millones de personas cuya causa de muerte está relacionada con la calidad del aire. Si bien ésta no es la razón principal, sí se trata de un factor que incide considerablemente en la salud de las personas.
Retomando la idea de las partículas suspendidas, Carlos González señala que la mayor cantidad de ellas proviene de fuentes móviles —autos, camiones, tráileres— por lo que «mientras siga habiendo la cantidad de autos que tenemos ahora y ésta siga aumentando, la situación no va a mejorar». Y todo apunta a que así será: si antes el promedio era de un auto por cada cuatro habitantes, actualmente la proporción dice que hay un vehículo por cada dos personas.
Con ese contexto, el académico considera que el programa estatal de verificación vehicular sí es útil. «Se supone que si todo el parque vehicular del estado cumpliera con la verificación, se podrían reducir las emisiones entre 20 y 30 por ciento. Sí es un programa importante». Agrega que en materia de calidad del aire hay pocas cosas efectivas que la ciudadanía de a pie pueda hacer. Afinar y verificar el auto es una de ellas.
Carlos González Figueredo, coordinador de la Maestría en Ingeniería de Productos y Procesos del ITESO.
Hay otras cuestiones que las y los habitantes no pueden corregir, como contar con un transporte público eficaz, seguro y limpio u opciones dignas de movilidad alternativa o la planeación urbana, pero sí pueden exigir a las autoridades. También pueden despojar al automóvil del halo aspiracional que lo rodea. Y hay otras cosas más prácticas como, por ejemplo, optimizar las compras en línea para que los mensajeros den menos vueltas, lo mismo para las compras de comida en los servicios conocidos como delivery.
Para concluir, Carlos González Figueredo señala que el primer paso, y quizá el más importante, es que la ciudadanía esté informada sobre la calidad del aire de la ciudad. Señala que hace falta hacer llegar la información a las personas para que éstas hagan suyo el tema, se involucren y sepan cómo actuar.
FOTOS: Luis Ponciano