Cuando reconozcamos el papel o el lugar que tiene la mujer en la familia, en la sociedad y desde luego en la esfera religiosa, podremos celebrar el Día de las Madres, mientras tanto, lo conmemoramos en reconocimiento a aquellas que siguen luchando por encontrar a sus hijas e hijos y las que sufren la ausencia de sus seres queridos.
Por Luis Octavio Lozano, SJ, integrante de la Compañía de Jesús y del Centro Universitario Ignaciano
El Día de las Madres es una celebración que se remonta a la época de los antiguos griegos, quienes rendían homenaje a la progenitora de sus dioses, Zeus y Poseidón. Con el advenimiento del cristianismo esta festividad se transforma para rendir homenaje a la Virgen María, Madre de Dios y en la época contemporánea, esta conmemoración surge en el siglo XIX en Estados Unidos de Norteamérica a partir de movimientos sociales en donde las protagonistas eran las madres de familia de la posguerra de Secesión. Fue la activista Julia Ward, defensora de los derechos de las mujeres, quien en esa etapa de la historia estadounidense propuso establecer un día especial como una forma de conciliación entre las partes involucradas en el conflicto sociopolítico de la época. Por tanto, a partir de 1914 se reconoce oficialmente este día por nuestros vecinos del norte.
En México el Día de las Madres se instituyó en 1922, se eligió mayo por ser el mes consagrado a la Virgen María y el diez por ser día de pago; decisión que deja entrever el tinte de mercadotecnia al que actualmente se le llama ‘reactivar la economía’. ¿Quién no tira la casa por la ventana para festejar a su mamá? Sirva este breve contexto como telón a las ideas que quiero compartir sobre este día tan especial para la mayoría de las mexicanas y mexicanos.
A los mexicanos nos gustan las tradiciones, baste recordar los festivales escolares del Día de las Madres: cantos, bailables, obras de teatro, declamaciones en donde las festejadas “mamás” corren afanosamente de un lado a otro para disfrazar a los hijos, conseguir los trajes regionales y caracterizarlos para el evento que la escuela hace en su honor.
La mamá es una de las personas más importantes de nuestras vidas, por ello el 10 de mayo es un día de agasajo en donde las flores, las comidas en casa o restaurantes, los pasteles, las serenatas y los regalos no se hacen esperar. Lamentablemente, esta celebración no la viven del mismo modo todas las mamás; unas, paradójicamente, trabajan arduamente para celebrarlo: preparan la comida para toda la familia y además tienen que recoger y limpiar después de que la parentela disfruto de lo que “ella” cocinó; para otras, sobre todo las que viven en las zonas indígenas del país, quizá la fiesta pasa desapercibida, pero hay otras más que no quieren o no pueden celebrarlo plenamente por las ausencias de sus hijas e hijos desaparecidos o por la triste realidad que viven, en donde el maltrato y la violencia contra la mujer, agudizado en este tiempo de pandemia, forma parte de su vida diaria.
Estos rostros que retratan la realidad que viven muchas madres son un asunto crucial; un “punto débil o frágil” que puede transformarse en fortaleza al darle un sentido positivo desde nuestra fe. San Pablo señala: “en la debilidad se aloja en mí el poder de Cristo… cuando soy débil entonces soy fuerte” (2ᵃCor 12, 1-10). Si decimos que la mamá es el comienzo de la vida, la protección, la alegría y la esperanza, un pilar fundamental de nuestra vida, entonces esas palabras hay que hacerlas vida en lo cotidiano del día a día; retomar el sentido original de esta celebración, que nace en un espacio sagrado, como lo fue para los antiguos griegos, romanos y luego para los cristianos es una manera de hacerlo.
“Si decimos que la mamá es el comienzo de la vida, la protección, la alegría y la esperanza, un pilar fundamental de nuestra vida, entonces esas palabras hay que hacerlas vida en lo cotidiano del día a día; retomar el sentido original de esta celebración, que nace en un espacio sagrado, como lo fue para los antiguos griegos, romanos y luego para los cristianos es una manera de hacerlo”.
Si para los griegos la celebración nace desde el tributo a la madre de sus dioses y para los cristianos está ligada a la Virgen María, madre del Hijo del Hombre, ¿por qué no retomar el sentido original? En esta nueva normalidad que se está gestando desde la actual pandemia, quizá sea la oportunidad de fomentar el cuidado de todos los brotes que han surgido tiempo atrás, por ejemplo, los colectivos feministas o mujeres que abren brecha en la reflexión sobre la exclusión del papel de la mujer en varios ámbitos de la vida.
Cuando reconozcamos el papel o el lugar que tiene la mujer en la familia, en la sociedad y desde luego en la esfera religiosa, podremos celebrar, por lo pronto hay que conmemorar el Día de la Madre de manera solidaria con todas aquellas mamás que no lo pueden festejar a plenitud. Solo queda conmemorar el 10 de mayo porque, mientras haya madres que sufran discriminación, violencia intrafamiliar, violación – y no solo de sus derechos humanos – no se puede hablar de celebración. ¿Cómo se podría hablar de festividad cuando hay madres en busca de sus hijas e hijos desparecidos como Las Rastreadoras, que con sus uñas escarban terrenos áridos y terregosos en busca de los restos de sus hijas e hijos?
Retornar a la raíz de la celebración del día a la madre representa un horizonte de esperanza por estar en camino de una sociedad que se aproxime al Reinado de Dios, donde se haga realidad la Buena Noticia que anunció Jesús desde donde recuperan su dignidad de hijas de un mismo Padre: reintegrarlas a la sociedad al sanarlas (Mc 5, 25-34), darles su lugar (Lc 7, 44-49), defender y proteger la vida a las “transgresoras de la ley” (Jn8, 1-11), que caminaron junto a él (Mc 15, 40-41). Jesús las incluye y las hace participes de la misión, del amor, de la justicia y de la paz. El Hijo de Dios invita a vivir en un mundo donde todas y todos reconozcan la filiación de un mismo Padre, y ¿por qué no? de una misma Madre.
El modelo quizá más próximo es María, la madre de Jesús, quien le enseño a su Hijo desde las primeras oraciones la relación con el Padre, la ternura y la hermandad, pero, sobre todo, la fidelidad a un único Dios, ser familia, formar comunidad. La Madre que no solo de dio la vida, sino que lo protegió de la crueldad de Herodes, que lo vio crecer; mujer solidaria, de encuentros y alegría.
María, como muchas madres, acompañó a su Hijo por Galilea, Jerusalén en los momentos más hermosos, pero también en los más difíciles y dolorosos. ¿Qué emociones y sentimientos estarían en su corazón cuando Jesús multiplica los panes o cuando escucha el Sermón de la Montaña o las Bienaventuranzas (Mt 5, 1 – 12; 7, 28)?, ¿qué sentiría ante el juicio amañado que le armaron las autoridades eclesiales de ese tiempo en alianza con el Imperio Romano, en su representación de Poncio Pilato, cuando toda esa gente opto por Barrabás en lugar de su Hijo, cuando lo torturan públicamente, cuando lo hacen cargar la cruz hasta el Calvario, lo despojan de su ropa y lo clavan en la Cruz y que aún colgado se burlaban de él? ¿Qué mociones tendría, cuando escucha las últimas palabras del Hijo Amado (Jn 18, 1-42)?
María asume el último encargo de Jesús en este mundo: reconocer a Juan como su hijo, convocar a la comunidad y participar de la Resurrección de Jesús. San Ignacio, en los Ejercicios Espirituales, propone una meditación, que, aunque parezca extraña porque no se encuentra en el Nuevo Testamento, supone que Jesús Resucitado se aparece a la Virgen por ser su madre (EE 299)1.
Desde el horizonte de la fe, esperanza y el amor, toca conmemorar a las madres y reconocer lo esencial, es decir, la ternura, el cariño como manifestación maternal de la Virgen María en todas ellas, sobre todo a las que siguen luchando por encontrar a sus hijas e hijos y a las que sufren la ausencia de sus seres queridos. Un reconocimiento a todas las madres que son grandes pilares en la vida de hijos e hijas.
“Mientras haya madres que sufran discriminación, violencia intrafamiliar, violación – y no solo de su derechos humanos – no se puede hablar de celebración. ¿Cómo se podría hablar de festividad cuando hay madres en busca de sus hijas e hijos desparecidos como Las Rastreadoras, que con sus uñas escarban terrenos áridos y terregosos en busca de los restos de sus hijas e hijos?”
BIBLIOGRAFÍA
[1] [299] De la resurreccion de christo nuestro señor. de la primera aparicion suya.
1º apareció a la Virgen María, lo qual, aunque no se diga en la Escriptura, se tiene por dicho, en decir que aparesció a tantos otros; porque la Escriptura supone que tenemos entendimiento, como está escripto: (¿También vosotros estáis sin entendimiento?).