Joo Hyun Lee, estudiante en la jesuita Universidad Sogang, en Seúl, está de intercambio en el ITESO para ampliar su perspectiva sobre América Latina y dominar el español.

El plan era venirse a estudiar un semestre a México. A Guadalajara. Al ITESO, a una universidad jesuita igual que la suya, la Universidad Sogang (www.sogang.ac.kr/english), situada en Seúl, capital coreana, una urbe con más de 10 millones de habitantes, epicentro de una revolución industrial, educativa, tecnológica y social que ha colocado a Corea del Sur como una de las economías más boyantes de los últimos 20 años.

Joo Hyun Lee, de 23 años, cursa la carrera de Comunicación en un país que tiene 50 millones de personas, un acceso a Internet de alta velocidad para el 94% de ellas, un alto nivel educativo, es cuna de gigantes globales como Samsung y posee un territorio equivalente a la novena parte de nuestro país.

Stephy –como se hace llamar en inglés– vive en el centro de la ciudad, y contrario a lo que muchos de sus amigos y compañeros mexicanos le han dicho, ella considera segura esta zona. Aterrizó por primera vez en Guadalajara después de un viaje de 32 horas en el que hizo escala en Japón y en Estados Unidos antes de buscar sus maletas en el Aeropuerto Miguel Hidalgo. Los primeros días no fueron fáciles, e incluso dice que le costaba trabajo respirar por la altura, ya que, a diferencia de Seúl (87 metros sobre el nivel del mar), la capital jalisciense está a mil 700.

httpv://www.youtube.com/results?search_query=Corea+del+sur+&sm=3

¿Corea y México? El esfuerzo de unos y otros se nota

En Seúl trabaja como practicante en la National Assembly de su país, donde realiza entrevistas a jóvenes que trabajan en diferentes programas de voluntariado, las cuales luego se transmiten en un programa de radio, además de brindar clases de nivelación escolar a adolescentes.

Según su experiencia, los estudiantes en México no se esfuerzan tanto como los coreanos. ¿Por qué? Pues porque en uno y otro país no percibe la misma competencia por los nuevos puestos de trabajo cualificado y justamente remunerado.

“Corea del Sur es un país pequeño y somos muchos, muchos. Los jóvenes competimos demasiado por estar bien preparados, porque de lo contrario es más difícil conseguir un trabajo”.

Cuando se le pregunta por el ITESO, afirma que le gusta el campus y resalta sus grandes áreas verdes y su limpieza, pero no se centra solo en la estética. Lo que más la agrada es que existe una comunicación cercana entre profesores y alumnos, y ambos la han tratado con mucho respeto.

Intercambio todoterreno

Un viaje de intercambio difícilmente se centra únicamente en el aspecto, así que Stephanie sacó su lista de pendientes en un país latino y empezó a tacharlos: en las fiestas ha aprendido a bailar salsa y el tema “Yo no sé mañana”, es su favorito; después de probar varios platillos, el mole es la comida mexicana que más le ha gustado; ya se plantó en las playas de Puerto Vallarta y Manzanillo, en las aguas del Lago de Chapala y en las tiendas de artesanías de Tlaquepaque y, para que nadie se la cuente, se dio su vuelta a la Arena Coliseo para presenciar la lucha libre, un espectáculo “sorprendente y divertido”, afirma.

Con su casa a tres calles de la Estación Juárez del Tren Ligero, Stephy camina y utiliza el transporte público para llegar al ITESO, aunque pronto se dio cuenta que en Guadalajara el auto tiene un lugar preponderante, no así en Corea del Sur. “Tenemos un buen sistema de autobuses y un metro que llega a todas partes. Aquí es un problema encontrar un autobús y que vaya adonde necesitas llegar”.

Para ella es evidente que existen grandes diferencias económicas entre la población mexicana. “Puedo ver que hay mucha gente de clase media, muchos pobres y pocos ricos. En Seúl eso no es tan notorio cuando vas por la calle”. Eso sí, amables sí somos: “Cuando vas por las calles nadie se saluda en Corea, no es una costumbre; aquí muchos me dicen ‘hola’ sin conocerme”.

Durante un paseo por el centro tapatío, en cuanto se enteró que dentro del Hospicio Cabañas había murales (de José Clemente Orozco), los relacionó con Diego Rivera y una de sus parejas, Frida Kahlo, a quienes conoció gracias a un libro que leyó en Seúl. Texto Fabián Ramírez Foto Luis Ponciano