Un hospital es un lugar de contrastes, un lugar donde conviven con apenas unos cuantos metros de diferencia la vida y la muerte, el paciente dado de alta y el diagnosticado con una enfermedad terminal, la risa y el llanto. En el de Zoquipan, psicólogos itesianos realizaron cinco investigaciones que presentaron esta semana.

Patricia Ornelas, profesora de Psicología del ITESO, describió así los contrastes que se viven diariamente en cualquier recinto médico (en este caso particular fue el Hospital General de Occidente), contrastes ante los que se forjaron a lo largo de 2013 16 estudiantes de esta carrera, quienes integraron el Proyecto de Intervención Profesional (PIP) “Psicología hospitalaria”, el cual Ornelas coordinó junto a su colega Bernardo García, también profesor de esta universidad.

Dicha descripción sirvió para enaltecer aún más las diversas labores que los alumnos llevaron a cabo en cuatro de los cinco pisos de la Torre de Especialidades del coloquialmente conocido como Hospital de Zoquipan, administrado por la Secretaría de Salud Jalisco y que atiende, principalmente, a personas de escasos recursos y derechohabientes del Seguro Popular.

Repartidos en Quirófano y Terapia Intensiva, Medicina Interna, Ginecología y Urgencias, los equipos que se formaron dentro del PIP presentaron los resultados de sus investigaciones la tarde-noche del martes 3 de diciembre, en una de las aulas del edificio W del campus ITESO.

Armados con conceptos, herramientas y técnicas de intervención y contención para enfrentar situaciones tales como las crisis de los pacientes ante un diagnóstico desfavorable o la amargura de una paciente después de perder a su bebé, los alumnos, con notable “entrega personal y profesional”, según afirmó García en el acto de presentación de los resultados, eligieron investigar cinco escenarios específicos.

Cinco casos: de la religión como apoyo, al estrés de los residentes

El primero en exponerse fue el de los familiares que habitan la Sala de espera del quinto piso. ¿Cómo manejan el estrés, cómo lidian con las buenas y las malas noticias de los seres queridos que tienen ahí internados? ¿Qué estrategias emplean consciente o inconscientemente para intentar ser un apoyo para el enfermo? Los alumnos interactuaron con 30 “cuidadores”, en su mayoría padres o esposos, a través de un test y un taller psicoeducativo.

Descubrieron, entre otras cosas, que la religión es un fuerte elemento de manejo de la situación, ya que les permite sentir que hay algo o alguien más allá de la ciencia que es capaz de ayudar al paciente a salir de la enfermedad.

La segunda exposición del alumnado giró en torno a la adaptabilidad de las familias de diabéticos a la condición de los 32 pacientes entrevistados. Varias de las hipótesis que se plantearon al inicio de la investigación, fueron refutadas por la realidad, por ejemplo, el hecho de que una familia sea funcional o disfuncional pareciera no determinar el nivel de adherencia que dicho colectivo tendrá al tratamiento del enfermo.

El tercer turno fue para las estudiantes que estudiaron los niveles de estrés (o su fase extrema, el burnout, agotamiento laboral agudo) que experimentaron los médicos que hacían su primer año de residencia. Factores como la falta de tiempo para sus actividades personales, pocas horas de sueño adecuado, presiones de los jefes o los colegas o la falta o exceso de responsabilidades, fueron señalados como los principales “estresores”. Se elaboraron, en conjunto con 11 médicos, un inventario completo de estos estresores y un taller de manejo de estrés.

 

Convivencia agridulce en Ginecología

El tema del cuarto grupo en exponer fue el que más preguntas suscitó entre los asistentes al acto. Las alumnas entrevistaron y analizaron cómo había sido la convivencia, en la misma habitación, de tres mujeres que habían dado a luz a sus bebés y la de tres mujeres que los habían perdido mediante abortos o legrados. El dolor y la alegría frente a frente, coincidiendo en tiempo y espacio por la falta de camas en el nosocomio.

En las primeras había alegría, pensamientos de futuro, satisfacción, plenitud por la maternidad alcanzada; incluso detectaron en ellas, debido a su nivel de felicidad, un notable desinterés por lo que sucedía a su alrededor (no se daban cuenta que frente a ellas había mujeres con hijos malogrados).

Ellas, registraron las alumnas, hasta se llegaban a reprochar por la pérdida sufrida. “Algo tuve que haber hecho yo para que esto sucediera”. Frustración, culpa, un profundo dolor, pensamientos hacia el pasado y miedo ante lo que se les vendría personal y familiarmente, fueron algunos de los sentimientos que detectó la investigación, cuyo objetivo era entender cómo se daba este enfrentamiento entre ambos polos y qué estrategias psicológicas podrían implementarse para aminorarlo, ya que la opción de ponerlas en habitaciones separadas resulta poco viable, debido a los escasos recursos del hospital.

El grupo hizo énfasis en la necesidad de que los hospitales contemplen en casos como estos la intervención psicológica inmediata, desde que la paciente llega a su cama después del evento traumático. Sin embargo, la presencia de psicólogos en los sistemas de salud tanto nacionales como internacionales es notablemente escasa, lamentan los especialistas.

El quinto y último grupo en presentar sus resultados se ocupó de 11 pacientes con insuficiencia renal crónica, centrándose en las ideas irracionales y las distorsiones de pensamiento que pueden llegar a padecer por culpa de la desinformación y de las consecuencias de una enfermedad que los hace sumamente dependientes: ansiedad, depresión, despido laboral, frustración, sentimiento de culpa ante los altos gastos de su enfermedad, conformismo o negación.

Durante su trabajo de campo, este grupo experimentó la muerte de tres pacientes, situación nada infrecuente dentro del PIP, la cual se suma a muchas otras circunstancias delicadas e incluso violentas, por lo que cada alumno debe acudir por su cuenta a terapia y, como subrayaron los alumnos, mantuvieron una comunicación constante con los profesores García y Ornelas con la idea de aprender a enfrentarlas y manejarlas lo mejor posible.

El PIP “Psicología hospitalaria” –al cual se accede por promedio y es uno de los más solicitados en la Licenciatura en Psicología del ITESO– lleva dos años y medio en el Hospital General de Occidente, labor que continuará en 2014, aunque con nuevos estudiantes. Texto Enrique González Foto Luis Ponciano