Norma Jiménez e Italia Méndez, activistas sociales y expresas políticas del Caso Atenco, denunciaron en el ITESO la tortura sexual como un mecanismo del Estado para reprimir movimientos ciudadanos.
“No quiero solo hablar de mi dolor”, dijo Norma Jiménez, frente a decenas de estudiantes y profesores del ITESO que la escucharon narrar aquellos días de mayo de 2006 en San Salvador Atenco, la escucharon recordar el camión lleno de mujeres y hombres que viajaba al penal de Santiaguillo y las cinco horas de trayecto en el que varias mujeres fueron sistemáticamente insultadas, vejadas y golpeadas en sus genitales.
“Quiero hablar de cómo esto que sufrimos es parte de una estrategia de represión que utiliza la tortura sexual como arma”, afirmó Norma.
“No había poder humano que hubiera podido detener lo que pasó en esos camiones. Se dijo que fueron policías que se les pasó la mano; el Estado mexicano se disculpó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos [CIDH], que porque se les salió de control, pero no fue eso”, añadió Italia Méndez, otra de las víctimas y presas políticas de aquella brutal represión ejecutada en el Estado de México, cuando su gobernador era el actual presidente del país, Enrique Peña Nieto. Entre las dos, originarias de la Ciudad de México, dictaron la conferencia “Represión y resistencia, nuestra lucha contra el olvido”, un episodio más dentro de sus siete años de lucha política.
Y entonces, ante casi un centenar de personas reunidas en la cafetería de la Biblioteca del ITESO, ambas dejaron Atenco atrás por unos momentos y comenzaron a narrar la historia que empezaron a construir a partir de aquel episodio: la denuncia a nivel nacional e internacional de la tortura sexual como método represivo empleado por el aparato gubernamental, cristalizada en la Campaña en Contra de la Represión Política y la Tortura Sexual, la cual impulsan organizaciones como la Red en Contra de la Represión y por la Solidaridad en la que ellas colaboran, una de las responsables de traerlas a la universidad, junto al grupo Másde131ITESO.
A dicha campaña, instaurada en 2007 (www.redcontralarepresion.org) se han sumado comunidades de Guerrero, zapatistas del sur del país, cientos de mujeres de distintos estados mexicanos y otras partes del mundo que han sufrido lo mismo, todos reunidos en torno a la reflexión de cómo, a través del cuerpo de la mujer, el Estado rompe procesos y tejidos sociales.
Junto a Norma estuvo Italia Méndez, quien también fue presa política en Atenco, y ambas dictaron el jueves 14 de noviembre la conferencia “Represión y resistencia, nuestra lucha contra el olvido”, un episodio más dentro de sus siete años de lucha política, y también de sanación.
Sus testimonios y denuncias tardaron años en ser tomadas en cuenta, y las dos saben que aún queda mucho por hacer. Reconocieron que han avanzado en sus denuncias ante la CIDH y que el movimiento #YoSoy132 les ayudó a poner su tema de vuelta en el mapa. “Quizá regresamos al estigma de victimización”, dijo Italia, “pero se retomó el tema, se nos visibilizó”.
Norma fue enfática al subrayar la responsabilidad gubernamental: “No me violaron en el micro, no me violó mi vecino o porque iba pasando por ahí; esto es parte de una estrategia de Estado que no tiene que ver con partidos políticos, ni con niveles de poder ni con personas individuales; tiene que ver con un esquema de represión. Está tan planeado, que hasta nuestra reacción [ante los abusos] estaba planeada”.
Antes de la sesión de preguntas del público, Italia cerró como siempre procura hacerlo: con esperanza: “La realidad que el Estado propone es impuesta, y nosotros somos capaces de construir otra”, dijo, “mientras estemos unidos y organizados, cada quien desde su trinchera”.
Norma, después de salir del penal, luchó por superar su experiencia ante medios de comunicación que acompañaban su nombre seguido de las palabras “violación” y “Atenco”. Fue tiempo después que comenzó a investigar. Se encontró con muchos testimonios, pero poca información que profundizara sobre esto. Se topó con los mismos mecanismos de violencia que ella sufrió en otras represiones sociales en México. Encontró documentación de otros movimientos, los artículos sobre el tema de la académica de la UNAM Clemencia Correa, y una escasa serie de investigaciones que le hicieron entender que lo que ella había experimentado tomaba proporciones mayores a las de una agresión sexual aislada.
“No me violaron en el micro, no me violó mi vecino o porque iba pasando por ahí; esto es parte de una estrategia de estado que no tiene que ver con partidos políticos, ni con niveles de poder ni con personas individuales”, abundó Norma. “Tiene que ver con un esquema de represión. Está tan planeado, que hasta nuestra reacción [ante los abusos] estaba planeada”.
Ambas originarias del Distrito Federal, han viajado por diferentes países para denunciar este tema, poco investigado a profundidad y que ellas ahora luchan por hacer visible. Pagaron sus propios viáticos para asistir a Guadalajara, Norma pintó una serie de postales con mensajes esperanzadores que vendió al final de la conferencia para recaudar fondos, y hasta se colocó una caja al final del pasillo para recibir donativos.
Foto Luis Ponciano