Félix Velasco Cárdenas, SJ, quien fue ordenado sacerdote el pasado 19 de junio, cuenta que desde adolescente sintió la inquietud por la vocación sacerdotal y comparte que una de las experiencias que más lo han marcado es la que ha vivido en la sierra Tarahumara, donde seguirá trabajando después de la ordenación

Félix Velasco estaba en la prepa cuando le dijo a su papá que sentía la inquietud de convertirse en seminarista. En ese entonces tenía un amigo que ofreció echarle la mano para ingresar al seminario diocesano. La consulta a su padre sirvió para que él le contara su historia con los josefinos y las cosas que sufrió. “Yo no tenía presente que él había vivido todo eso y él me compartió su experiencia”, relata el hoy jesuita. A pesar de su historia, el padre no buscó que Félix desistiera. Lo único que le dijo fue que estudiara una carrera universitaria para que tuviera un soporte para mantenerse laboralmente si la experiencia no prosperaba. Sin embargo, la experiencia sí prosperó y desde el pasado 19 de junio Velasco Cárdenas es sacerdote. 

Aunque no lo describe como un llamado vocacional, Félix Velasco Cárdenas (Ciudad Nezahualcóyotl, 1981) explica que desde que era adolescente sentía la inquietud de ponerse “al servicio de Dios”, aunque no sabía exactamente qué quería decir eso. Formaba parte de un grupo de la Acción Católica Juvenil Mexicana (ACJM) y señala que llegó un momento en el que se quedaba corto de recursos cuando quería responder a diferentes situaciones sociales. Pone por ejemplo el día que unos amigos que trabajaban en el Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal) en Ciudad de México le pidieron que contactara al Consejo General de Huelga de la UNAM —era 1999 y la universidad donde él estudiaba Ingeniería Electrónica estaba en huelga— para que un grupo de viudas que habían perdido a sus esposos en la mina Pasta de Conchos hicieran una procesión en Ciudad Universitaria. 

Él se reunió con los huelguistas, quienes lo recibieron bien y le prometieron que abordarían el tema en asamblea. “Al salir de la reunión, salí quebrado. En la televisión, en los medios, se pintaba a estos jóvenes como lo peor y en realidad estaban haciendo más por lo que Dios quería que yo”, relata el jesuita, y añade que sintió “impotencia. Me pregunté qué podía hacer con la inquietud religiosa que tenía y, al mismo tiempo, atender el mundo social”. Entonces apareció la Compañía de Jesús y comenzó su acompañamiento vocacional. 

FOTO: LUIS PONCIANO

“El de la vocación religiosa es un camino donde uno va relacionándose con personas, conociendo otras culturas y viendo como Dios se manifiesta y, a través de ellos, va indicando cómo seguir”. 

Su acercamiento con la Compañía ocurrió así: para una reunión nacional de la ACJM se decidió que el tema de reflexión sería rescatar las raíces de la asociación, lo que les llevó al fundador, el jesuita Bernardo Bergöend. La curiosidad llevó a Félix Velasco a investigar más sobre la orden fundada por Ignacio de Loyola, así que buscó en la biblioteca de la UNAM y se encontró con los Ejercicios Espirituales. Luego vino el contacto con el encargado de vocaciones de la Provincia Mexicana, el Prenoviciado en el Instituto de Ciencias, los estudios de Filosofía en el ITESO, la formación en Santiago de Chile. “El de la vocación religiosa es un camino donde uno va relacionándose con personas, conociendo otras culturas y viendo como Dios se manifiesta y, a través de ellos, va indicando cómo seguir”. 

De las múltiples experiencias que ha vivido en su proceso formativo, su trabajo en la sierra Tarahumara, con las comunidades rarámuri, es la que más le ha acompañado. “La experiencia de sentir que te gusta la cultura, la gente es algo que me atrae, aun cuando el trabajo es arduo y triste por la violencia”, cuenta Félix Velasco Cárdenas, quien está contento porque ya recibió del Provincial de la Compañía en México la indicación de que seguirá trabajando en la Tarahumara otros tres años. “Le dije que si me preguntaba yo encantado quería seguir en la Tarahumara y se cumplió”, concluye el jesuita.