JUAN PABLO RAMÍREZ IBÁÑEZ
En sus planes profesionales no estaba la comunicación, sino la biología marina, pero su inmersión en las clases de cine y documental, lo llevaron a encontrar su vocación natural: contar historias de manera integral a través de la fotografía

“Chambeo tanto que parezco que me multiplico”, dice egresado de Ciencias de la Comunicación ITESO y director de fotografía de varias películas mexicanas, entre ellas la recién estrenada “Chicuarotes” y “Huachicolero”, una cinta que narra la historia de robo de combustible y que ha ganado varios premios en festivales internacionales como el de Tribeca y que aún busca su distribución para poder verse en México.

Juan Pablo, que ha filmado casi una veintena de audiovisuales, entre cortometrajes y largometrajes- varios de ellos aún están por verse en las pantallas mexicanas-, recuerda su paso por el ITESO y los aprendizajes que obtuvo al estudiar en la universidad.

¿Cómo decidiste entrar al ITESO?

Yo originalmente quería estudiar biología marina. A mi mamá no le hizo mucha gracia y me trajo al ITESO a ver los planes. Ahí me interesó Comunicación por lo lúdico, principalmente. Me llamaban la atención las materias de tele, de radio, de foto. Era tener clases de algo a lo que yo no había tenido acceso. Yo venía de educación pública y ese tipo de materias no estaban muy dibujadas en esas estructuras. En la carrera me di cuenta que efectivamente había cosas muy chidas.

Tuve algunas clases que volvieron definitiva mi idea de que cine era lo que más me llamaba la atención. Fabiola Alcalá me daba (clase de) documental, Gustavo Domínguez me daba (clase de) video, que para mí él fue como de los gurús porque te dejaba ejercicios semanales que te ponían a pensar qué hacer y cómo darle la vuelta. Entre los compañeros siempre había ganas de hacerlo mejor. Aproveché el convenio que tiene el ITESO de intercambio y me fui a la Ibero (Santa Fe) a tomar clases específicamente de producción, dirección y fotografía y ahí me terminó de volar la cabeza y dije, “sí, foto es lo que quiero hacer”.

Estando allá sacaba películas de la biblioteca y me echaba hasta tres diarias. Fue un semestre de puro pensar, de puro ver, de puro escribir y regresé súper motivado. Filmé unos cortitos en la Ibero, pero me apareció por ahí en algún lugar el banner de admisión del CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica) y apliqué a la primera. Eso fue determinante, si no, no hubiera vuelto a aplicar.

¿Cómo consideras tu trabajo como cinefotógrafo?

Yo siempre fui como un fotógrafo muy integral (por haber tenido experiencia en lo teórico y lo práctico) y creo que hasta la fecha por eso me llaman a mí, porque soy alguien que no trata de sublimar la imagen por la historia.

Mucho de mi aprendizaje tiene que ver con lo que escuché en las aulas, pero mucho también traduje lo que sabía ya y lo hice práctico. Yo hago las cosas parecidas a muchos, pero son también muy personales porque no me clavé viendo el trabajo de otros. Se acaba volviendo tu sello y te identifican.

¿Quiénes dirías que son tus influencias?

Me emocionaba ver la trayectoria de los fotógrafos mexicanos que migraron. Era algo verdaderamente inspirador. Cuando vi “Y tu mamá también” y “Amores perros” sí fue de esa banda que me voló la cabeza y dije “órale, en México sí se pueden hacer cosas chidas”. Rodrigo Prieto y el “Chivo” (Lubezki) siempre han sido de mis gurús.

Yo entré sabiendo un poco de cine, nada a profundidad. Luego, un amigo del ITESO me presentó a Wim Wenders y así conocí a Robby Mueller, su fotógrafo, y de ahí le entré al nuevo cine alemán y las distintas corrientes. Ellos te abren a muchísimos mundos.

¿Cómo fotografiaste Chicuarotes?

En una fiesta me encontré a la productora de la película y me dijo: “oye, estoy produciendo la película de Gael (García Bernal) y está buscando fotógrafo”, y me pidió que le mandara películas para que las viera. A la semana me hablaron para platicar con Gael. Fuimos a comer a un restaurante y estuvimos platicando y me sorprendió muchísimo el análisis que hizo de una película y se clavó cañón, un análisis brillante y profundo. A él le llamó la atención la cercanía de los personajes y el uso del tiempo real entre la cámara y ellos. Tiempo después me invitó a platicar a Nueva York mientras él seguía filmando (la serie de TV) “Mozart in the jungle” y hablamos de música, libros, la vida y así fue como quedé en el proyecto.

¿Qué cosas consideras que te dejó el ITESO?

Lo que creo que está muy chido es esta sensación de comunidad. Es algo que las escuelas de arte hacen muy bien: caldo de cultivo que te va llevando y te va permeando. Una carrera como Comunicación, te va acercando a los lugares en los que te sientes cómodo y crees que puedes explorar más. Entre los maestros y las personas que conocí que su amor se desbordaba a tratar de comprender el mundo de maneras artísticas me hizo llenar mi ADN de esa inquietud y la sigo teniendo y la comparto y cada vez que me veo con ellos. Yo recuerdo al ITESO no solo como una experiencia muy bonita, sino que me encantaría regresar y darle algo en retorno.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Después de “Chicuarotes” hice un documental de Olallo Rubio que se llama “¿Por qué?”, hice la peli de un com- pañero que se llama “Días de invierno”, hice una con una directora que se llama Heidi Ewing (no tiene nombre aún la cinta por un problema legal) y otra que se llama “Sin La Habana”. Acabo de filmar una que se llama “No man’s land”. Sí he estado muy activo.

¿Cómo entraste de lleno al cine profesional?

He tenido mucha suerte. A mí lo que me cambió la vida es haber filmado mi primera película “Las lágrimas” con un presupuesto de cortometraje y se filmó en 16 mm con latas (de película) que habíamos ganado con un corto anterior en un festival de la Ibero y como les caímos bien (a los organizadores) nos regalaron más latas. A la película le fue muy bien, ganó un premio en Locarno y estuvo en muchísimos festivales y luego hice “Los hámsters” y también le fue muy bien y como que de ahí empezaron a llegar muchas más.